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Luigi Mangione, hijo del capitalismo

Sábado, 28 de diciembre 2024, 08:44

Un joven de 26 años y brillante expediente académico asesina por la espalda a Brian Thompson. Thompson era el CEO de UnitedHealthcare, una aseguradora médica ... campeona en denegar servicio a sus pacientes. En 2024 el porcentaje alcanzó casi un 23%. Ancianos con derrames cerebrales y caídas aparatosas, típicas de la edad, quedaron sin asistencia. Un programa de inteligencia artificial decidía por ellos con nefastos resultados. Thompson cobraba unos 20 millones de dólares al año y es el que menos ganaba del elitista grupo de los responsables de aseguradoras sanitarias.

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El atentado de Luigi Mangione sucedió el pasado cuatro de diciembre. Desde que se conoce la historia le apoya una legión de fans y admiradores. Youtubers le rinden tributo, cuentan su vida y en muchos casos, glorifican sus actos. Su cuenta de Instagram y de «X» fue rastreada durante horas por todos ellos. Querían saberlo todo de su héroe. Pero Luigi no es un héroe. Es un hombre con la vida rota.

¿Las aseguradoras médicas y UnitedHealthcare lo merecían? Probablemente. Como todo el sistema sanitario de Estados Unidos. Sin embargo, la violencia es la semilla del caos. Quizá también, al contrario, como un perverso uróboros que se retroalimenta.

Luigi llevaba en su mochila una especie de manifiesto. Tres hojitas donde se disculpaba ante los federales, pero al mismo tiempo se justificaba: «alguien tiene que hacerlo». Mangione se autoinmola por el bien colectivo. Ni siquiera tiene un sofisticado plan de huida. Toma una bici de alquiler y acaba a los pocos días en Altoona, un pueblecito de Pennsylvania, donde lo detienen. Un empleado de Mcdonald's lo identifica mientras se come unas french fries. Antes del atentado se tomó un café Starbucks. Ahí lo tenemos: Luigi es un perfecto hijo del capitalismo que pelea contra él con una pistola creada con una impresora 3D y unas balas en cuyos casquillos están grabadas las palabras Delay, Deny, Defend. Estas tres palabras constituyen el título de un afamado libro, escrito por Jay M Feinman en el que se explora de forma crítica la industria de los seguros donde se nos cuenta algo que ya sabemos: las aseguradoras priorizan las ganancias sobre las necesidades de los interesados y para ello sus tácticas son retrasar o denegar directamente reclamos legítimos.

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Mangione procede de una familia que ejemplifica el sueño americano. Su abuelo Nicola llegó a Liberty Island, como muchos de sus compatriotas, con lo puesto. Procedía de Sicilia y se establece en Maryland donde prospera tanto que monta un Club de Campo y varias residencias de ancianos entre otros negocios inmobiliarios.

Luigi es el primero de su promoción en la prestigiosa Gilman School. Después estudia ingeniería informática en la Universidad de Pennsylvania. Allí es popular, es guapo. Todo se le da bien. Monta un Club de videojuegos y trabajará después como ingeniero de datos para TrueCar y más tarde como pasante de programación en Fixarixis, un desarrollador de videojuegos.

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Su última residencia fue en Hawai, en el club de surfistas Surfbreak. Estaba de año sabático. Algo que se pueden permitir los perfectos hijos del capitalismo. Un tremendo accidente practicando este deporte obliga a una complicada intervención de espalda. A partir de ahí, vivirá con constantes dolores y se le hace impracticable llevar una vida normal. Ni laboral ni afectiva. Como buen chico inteligente que es montará otro club, esta vez de lectura y ahí descubre la obra mencionada y a Kackynski y su manifiesto La sociedad industrial y su futuro. Theodor, descontento con el sistema, toma acción, como expone en su libro. Le llamarán Unabomber porque colocaba pequeñas bombas en lugares estratégicos. Sus atentados costaron la vida a personas inocentes, pero a Mangione no le parecía el pensamiento de un lunático, sino el de un revolucionario extremo: «cuando todas las demás formas de comunicación fallan, la violencia es necesaria para sobrevivir», escribió en su reseña.

Sorprende lo bien que preparó Luigi su atentado y lo mal que planificó una huida. Quizá no quería escapar. Total, ya la vida la tenía destrozada por la maldita operación. Pienso en su madre, sin saber nada durante meses de su hijo. En sus amigos que ya no tenían forma de contactar con él. En sus redes sociales, arrasadas tras el paso de un huracán donde el bello Mangione lucía sonrisa y abdominales.

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