Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos, más conocido como ... Antonio Gala, deja tras de sí toda una leyenda y una colección nada desdeñable de frases pomposas de calendario. Como esa repetida hasta el hastío de «el perfecto amor es una amistad con momentos eróticos».
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De Antonio Gala nos han llegado chascarrillos y diretes que cualquiera sabe si son ciertos. Las señoras adoran su literatura y lo adoraban a él. Al resto nos fascina el animal escénico que siempre fue.
Elegante, rojo, rebelde, inconformista y muy burgués. Todo a un tiempo. Inclasificable y exitoso. Una mente privilegiada que ganó un accésit del prestigioso Adonáis en 1959 con 29 años. Antes casi se convierte en abogado del Estado. Harto de las presiones paternales, abandona para irse de cartujo a ejercer la soledad y practicar el silencio. Una fantasía imposible para alguien de su elocuencia. Fue expulsado de la Orden, por supuesto.
Gala también fue expulsado de hasta dos autoescuelas. Nunca consiguió aprender a conducir. El profesor de la Autoescuela 'El moderno' le sentenció: «Usted no aprenderá a conducir nunca, pero nunca jamás. Eso sí, puede venir todo el tiempo que quiera». Tampoco consiguió enseñarle su amigo, el director de cine Luis Lucia. Ambos protagonizaron un aparatoso accidente contra la fuente que hay frente al Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
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De Gala nos contaron que fue al entierro de Buero Vallejo para certificar que en verdad había fallecido su gran rival de la dramaturgia. También que pegaba con sus bastones; que vivía cerca de la Hemeroteca Nacional, ese lugar donde los estudiantes de Periodismo acudíamos a esnifar papel-prensa. Que organizaba veladas ochenteras con poetas y cineastas como Almodóvar a quien entonces llamaban Candelaria «la sorda». Que a nuestro querido Soren Peñalver le bautizó Mrs. Danvers. Ya saben, la ama de llaves de 'Rebeca'. Quién sabe si todo eso es realidad o ficción.
Brillante columnista, a veces, tremendamente radical en 'La tronera', hoy estaría más que silenciado por el conservadurismo ñoño que padecemos.
Sus conversaciones con Quintero son deliciosas: «Esta noche he estado a punto de morirme»; «Me gusta mucho reírme de los demás y los demás me dan motivos sin cesar»; «Ser completamente feliz es una ordinariez».
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Años después, quizá ablandado por el paso de la vida, confesaba a Thais Villas que la primera obligación de un ser vivo es ser feliz, «esa rosa sin causa».
Gala ha atesorado a lo largo de su trayectoria más de 500 premios. Nunca un Premio Cervantes, nunca un sillón en la Real Academia de la Lengua. Porque Gala no fue un autor de culto, ni un dramaturgo sesudo. Antonio era un creador de éxitos. Su verbo brillante, inagotable, increíble.
En el teatro hizo brillar como nadie a Concha Velasco con Carmen, Carmen. Nos puso un nudo en la garganta con 'La pasión turca' y siempre emocionan sus versos, ya sean leídos por él, o cantados por Ainhoa Arteta: «No por amor, no por tristeza, no por lo nueva soledad: porque he olvidado ya tus ojos hoy tengo ganas de llorar».
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Nunca conseguí hacer un bolo con Gala. Pero nunca jamás. Hablé con su secretario hasta en cuatro ocasiones. Pedía un perral, claro, pero es que daba lo mismo. Que ya no le apetecía.
Gala llevaba 20 años escondido, como hiciera Greta Garbo. Ya no sabemos si por coquetería o porque su salud ha sido frágil desde su duodeno perforado en 1973.
Desde su primer poemario, 'Enemigo íntimo', el conjunto de su obra resulta abrumador, pero, quizá, la mejor obra de todas es la Fundación Antonio Gala, que tanto talento ha descubierto y alimentado. El mejor hijo que ha podido tener un hombre al que le obsesionó el afecto del padre. Un afecto que sospechaba ausente y que resultó ser todo lo contrario.
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Un día confesó que se cayó de la cama haciendo el amor y se rompió dos costillas. También decía que la democracia es una actitud y que la religión debería estar prohibida. Sus frases son infinitas. Su puesta en escena, impecable. El cordobés de Ciudad Real se marcha. Quedan sus apariciones en televisión, más divertidas que cualquier 'reality'.
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