Saviano sostiene la bandera de la decencia en una Italia que olvida
La memoria del juez Giovanni Falcone, nos dice el autor napolitano en 'Los valientes están solos', lucha cada día por abrirse paso
Cada generación guarda un trauma colectivo. Un golpe que la marca y que perfora la carne de la sociedad hasta dejarle una cicatriz difícil de ... borrar. Solo el tiempo, el olvido, la amnesia de un futuro despreocupado, desinteresado por la historia y exento de encontrar sus raíces es capaz de borrar la huella. Italia es un país de cráteres y su novecento ha soportado una cantidad ingente de dolor. Para los hombres y mujeres nacidos en los años treinta, el fascismo fue un manto negro, el olor de la guerra, la carestía en las colas del pan. Luego, con la democracia, millones de italianos llevaron atados al cuello el nombre de Aldo Moro y el terrorismo de plomo. Década tras década, el país fue sucumbiendo en una espiral de corrupción e inmundicia. La bomba que mató al juez Giovanni Falcone fue la culminación de esa infamia. La cicatriz de una generación que ahora teme perder su identidad, dejar de hablar de su memoria.
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No podía ser otro que Roberto Saviano quien sostuviera la bandera de la decencia. Esto, en una Italia que olvida pronto a sus mártires y que trapichea con la mafia más de lo aguantable, quiere decir recordar a Falcone. Ambos están marcados por el oscuro designio del victimario. Con Falcone, el magistrado que más cerca ha estado de desarticular la telaraña camorrista, que descubrió los vasos comunicantes entre Estado y mafia, como dos caras de una misma moneda, Italia descubrió que al crimen se le podía combatir, por más sangre que se dejase en el camino. Con Saviano, ese mismo país bello retorcido ha recordado que ese camino ensangrentado debe ser elevado a los altares de la verdad. Y lo está pagando, por supuesto, con amenazas de muerte, desde que escribió 'Gomorra'.
'Los valientes están solos'
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Género. Novela.
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Editorial. Anagrama.
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Autor. Roberto Saviano.
'Los valientes están solos', publicado en España por la editorial Anagrama, no es una novela. Al menos no solo es eso. Saviano construye todo un sistema memorístico que llevó a unos hombres, jueces, fiscales, magistrados, abogados y policías a enfrentarse contra el crimen organizado, a pesar de la pasividad de la población, en contra de un Estado que se desnudaba en cada auto judicial, dejando al descubierto unas relaciones que no solamente eran delictivas, sino también decisivas para convertir Italia en un naufragio. Lo hace el escritor napolitano a través de la figura de Falcone. Baja al barro de los sentimientos, en sus relaciones personales. Lo acompaña a tomar café en las pausas del juzgado, en los paseos por un Palermo incandescente y cadavérico, en las cenas en las que sueña un país más justo, sin las garras de la mafia. Eleva a Falcone a la figura metafórica de un cordero sacrificado en aras de la impunidad. Todos sabían que la bomba llegaría, que su cuerpo se inmolaría como un cordero sacrificado en pos de un silencio que aplasta, pero nadie hizo nada. Y es justo que un escritor que debe mirar debajo del coche el resto de su existencia, escriba sobre bombas que nunca debieron explotar.
Por Palermo, Reggio Calabria, Nápoles o Milán siguen despertándose cada mañana con olor a pólvora
Un lector sagaz podría afirmar que Saviano ha escrito 'Anatomía de un instante' en versión italiana, entendido como el momento en el que la democracia del país transalpino se tambaleó. Primero con Falcone, y a los meses con Borsellino, la mafia respondía a las penas de cárcel y al código penal con sangre. Y el Estado miraba hacia otro lado. Pero Saviano es mucho más que Cercas. Su libro es homenaje y profanación, por supuesto, pero sobre todo un alegato para el futuro. La lucha contra la mafia se disputa cada día. El coche carbonizado de Falcone no es una pieza de museo, como los huecos de balas que sirven de decorado para el Congreso de los Diputados español. El hermoso cadáver de Falcone grita cada día en los juzgados, en las calles palermitanas donde se trapichea con heroína, en las peleas callejeras, en los adolescentes que, a falta de un futuro digno, empuñan una pistola y disparan al aire. La memoria de Falcone, nos dice Saviano en 'Los valientes están solos', lucha cada día por abrirse paso. Porque la guerra no está ganada. Porque la mafia sigue existiendo, por Palermo, Reggio Calabria, Nápoles, Roma o Milán siguen despertándose cada mañana con olor a pólvora.
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Saviano escribe, sobre todo, para mirar al futuro, para que las nuevas generaciones no tengan un trauma al que aferrarse, una bomba que recordar, como el zumbido de un mosquito en verano. Habla de Falcone para que no haya más Falcones.
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