José Belmonte Serrano este mes de junio en Murcia. Guillermo Carrióni/ AGM
Poesía

El hombre que mira desde la ventana

En la obra ganadora del Premio Dionisia García encontramos el espíritu descarado, fresco e inteligente de José Belmonte, pues esta ha sido siempre su fórmula literaria

Martes, 8 de julio 2025, 00:19

Conozco al autor de este libro, a Pepe Belmonte, que es la mejor manera de llamarlo, sobre todo los que venimos siendo amigos suyos hace ... casi cuarenta años, y los amigos están para las duras y para las maduras, por eso me enorgullece haber estado con él en muchas circunstancias y conocerlo mejor que mucha gente, aunque diversas voces clamen contra sus maneras de cantar las verdades del barquero, poque a Pepe lo aceptas como es o no lo aceptas, que viene a ser la exacta definición de amistad.

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Siempre lo he conocido como un entusiasta de la poesía, un trabajador nato y un enamorado de la literatura, he leído todos sus libros desde 'Tan acostumbrados' a morir y sus artículos en LA VERDAD y he escrito también sobre todos ellos, porque me han gustado, porque Pepe Belmonte te revela siempre el misterio de la cosa con sinceridad y con la palabra justa, aunque parezca lo contrario, extrae el misterio y te lo muestra y es lo que me ha gustado siempre de sus versos desde aquel lejano primer poemario, 'Tan acostumbrados' a morir, pasando por 'Secretos de la memoria', 'El espejo de Larra', 'Paulina' y esta última sorpresa, alguno de ellos los he leído antes de que se editaran para asesorarlo porque suele confiar en mí, es lo que tiene la amistad.

Desde el principio a mi me ha parecido que su poesía tenía un evidente sesgo ético y político, de conciencia patriótica en el mejor sentido de esta palabra y en sus libros encontrábamos siempre aquella búsqueda moral de los escritores del XVIII, tan celebrados hoy por autores como Antonio Muñoz Molina. Por eso en esta última obra encontramos referencias a figuras históricas como María Antonieta o François Villon y se inicie con ese extraordinario 'El cielo anuncia lluvia', pues en la poesía de Belmonte, y en este libro más concretamente, observamos una perfecta mezcla de asuntos personales, incluso muy personales, de preocupación por la res pública y una desazón legendaria que lo lleva a visitar la historia y a buscar momentos curiosos como en ese poema titulado William Gonam McGonagall (1825-1902), 'Peor poeta de la historia', porque en el fondo la literatura es la conjunción de factores íntimos, de perspectivas generales y de momentos históricos: «En qué preciso instante dejó de ser un pueblo apacible y tranquilo/ como una tarde de domingo, como un campo de girasoles/ en el que convivían en amor y compaña, cristianos/ moros y judíos, cada uno con sus fueros, con sus privilegios, / sin vasallaje alguno como cuentan/ los más reputados medievalistas?». Sin decirlo del todo, con estas palabras el autor toca la fibra más sensible de eso que ha terminado llamándose el problema de España y que, por supuesto, aún colea, pues la actualidad política nos da siempre la razón.

Aromas líricos puros

El estilo es muchas veces pretendidamente prosaico, casi de crónica histórica divulgativa, como si el autor huyera de un modo consciente de un tono lírico, aunque en el fondo el que escribe estos versos largos, casi versículos, es un poeta con una visión absoluta, pues no falta en la fórmula literaria usada los aromas líricos más puros, pero tampoco el desaliño consciente del vate moderno más joven: «Hace treinta mil años que solo eran lobos, / animales salvajes que deambulaban de un lado para otro, sin rumbo fijo».

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Resulta evidente en sus versos la impronta de poeta entusiasta, sobrado de condiciones y de lecturas

Aunque desconcierta en ocasiones su ritmo y su música, pues integra cierta cadencia vanguardista, en el fondo este libro de versos posee una factura clásica como todos los poemarios de Belmonte que, antes que nada, expone su chispazo de poeta clásico que es lo que en el fondo representa bajo ese caparazón irreverente y moderno, atrevido y desenvuelto, inteligente y mordaz.

'Tal vez lo años ya no tengan octubre'

  • Género. Poesía.

  • Editorial. Editorial.

  • Autor. José Belmonte.

Desde el título imaginamos que no estamos ante una obra convencional en absoluto, porque además nos enteramos pronto de que ha recibido el Premio de Poesía Dionisia García por parte de un jurado de calidad compuesto por Francisco Javier Díez de Revenga Torres, Eloy Sánchez Rosillo, Juana Castro Muñoz, Cristina Morano, Amalia Iglesias Serna e Isabelle García Molina. Y en su interior encontramos más ejemplos de su espíritu lenguaraz y descarado, fresco e inteligente porque esta ha sido siempre la fórmula literaria de José Belmonte, una perfecta combinación de cultura con el aire irreverente de los novísimos, una honda preocupación social que le llega de la poesía de los 50, la manifestación sincera de un interior en pleno conflicto, la factura clásica de su uso lingüístico, de la retórica poética, su admiración por los grandes maestros de la palabra, el uso libérrimo de un verso libre pero deudor siempre del mejor aroma poético, un constante alarde de su potencia léxica y un juego verdadero entre la mejor tradición clásica y el humor: «El hombre que mira desde la ventana/ de la habitación de un hospital sabe ahora/ con certeza que el corazón es un cazador/ solitario, porque lo ha leído en una novela de Carson McCullers».

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Resulta evidente en sus versos la impronta de poeta entusiasta, sobrado de condiciones y de lecturas, que rebosa literatura y pasión por la palabra, como lo haría un poeta adolescente y brillante, con ese mismo afán y entusiasmo pero con la sabiduría y el oficio de un vate ya con años que sabe de sobra en el terreno que se ha metido, porque ni ha sido ni será la última vez. La cabra siempre tira al monte y el poeta puro no dejará nunca en paz la palabra ni sus laberintos, ese ha sido siempre su gusto, su pasión y su quimera, y nunca le faltaron aptitudes para enfrentarse al folio en blanco y ganar la pelea a la escritura, pues en ello invirtió su vida y en esta labor porfía aún como si desde el principio hubiese apostado por las viejas palabras y por todas las cosas que han dicho siempre.

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