Fernando García de Cortázar: «Lo que está pasando con el Rey está pensado para acabar con la Transición»

Arranca así el historiador, jesuita, escritor y director de la Fundación Vocento uno de los capítulos de su nuevo libro, en el que hace un recorrido por más de cuarenta ciudades y regiones españolas marcadas por el devenir de la Historia. En todos, afirma, ha tratado de plasmar su pluma más literaria; volcar «emoción», especialmente en el último, que dedica al pueblo de Ermua, y en el que repasa, apunta, todo «lo que el nacionalismo ha hecho».

–Dice que tenía muchas ganas de escribir este libro, ¿por qué?

–Me he caracterizado por hablar de España desde distintas ópticas y sentimientos; desde el arte, el pensamiento, la filosofía, la cultura... He escrito sobre los perdedores demostrando que no siempre hacen la Historia quienes ganan, como se suele decir. A veces, las versiones que dan los perdedores son las que más perduran, incluso podemos decir que en muchas ocasiones estamos viviendo el recuerdo de los que perdieron la Guerra Civil y de aquellos que quieren que se mantenga en el relato. Este libro cubre 23 siglos a través de casi medio centenar de paisajes, y a través de ellos he podido hacer lo que quería: una historia de España bella y que emocionara; y que al mismo tiempo tuviera pulso literario. Decía Voltaire que, para no aburrir, no hay que contarlo todo. En mi caso, he hecho un gran esfuerzo de síntesis.

–¿Qué le atrapa de la Historia de España?

–Lo que yo llamo patriotismo cultural, un concepto que intento divulgar. Considero que nos tenemos que afirmar como miembros de una nación y de una patria, porque esto garantiza nuestros derechos y libertades individuales; bienestar, trabajo, vivienda..., y porque nuestra nación nos ofrece manifestaciones literarias, culturales y artísticas impresionantes. Esta ha sido la patria de Cervantes, de Cisneros, de Goya, de Velázquez o de San Juan de la Cruz. Eso me atrapa y me hace amar a España. Yo he sido educado en el amor a España y eso te acompaña toda la vida.

–Ese amor del que habla, ¿sigue presente?

–En mí, sí. El problema es que España siempre ha carecido de conciencia nacional o de patria. Aparece en el propia literatura, no hay más que recordar versos escritos en el siglo XVII por Lope de Vega, cuando decía: '¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres, cuántos sucesos y victorias grandes... Pues que tienes quien haga y quien te obliga, ¿por qué te falta, España, quien lo diga?'. Nos ha faltado gente que cante las grandes baladas de la nación. Durante estos años nadie lo ha hecho, lo que nos ha llevado a una conciencia nacional bastante débil que, por otro lado, hay que educar. Nos han hecho mucho daño las visiones negativas que hemos recibido del extranjero.

–A qué se refiere con 'El dolor de la acequia'. Así titula el capítulo que dedica al Valle de Ricote.

–Es una metáfora. Los moriscos eran grandes cultivadores del agua. Cuando son expulsados, las acequias sufren: ya no tienen a quienes las mimaban y cuidaban. Este es uno de los capítulos en los que me he esforzado literariamente. Hablo del dolor y del exilio.

–¿Qué ve hoy a su alrededor?

–Se ha producido una quiebra enorme de la cultura, y me asomo a ella con enorme preocupación. Las generaciones actuales están siendo peor educadas que las anteriores; tienen grandes habilidades técnicas y mejores expresiones lingüísticas, pero les falla el conocimiento de la Historia de España, de la literatura... Han perdido profundidad, y la falta de cultura les hace mucho más manipulables. A veces lo que pretende el poder es eso: tener una ciudadanía aborregada para poder hacer con ella lo que quiere. Se ve continuamente en la osadía y la barbaridad con la que en ocasiones gobiernan.

–De conocer la Historia es difícil que a uno lo manipulen, si sucede, ¿de quién es la responsabilidad?

–Si desde el poder definen una educación manca, falta de principios y valores y dirigida a mantener el poder, nuestra responsabilidad es grande al no sublevarnos, pero los culpables son ellos.

–A su edad, ¿hay pocas cosas que le sorprendan?

–No. Me siguen sorprendiendo muchas cosas, o por lo menos me duelen. Como decía Unamuno, a mí también me duele España. Creo que estamos viviendo momentos de una gravedad extrema. Primero, por la devaluación de principios, porque parece que no existe un sentido de la verdad. La mentira está impregnada en la propia actividad pública y no pasa nada por que se mienta o se demuestre que alguien ha mentido. Esta quiebra cultural ha sido más grande en España que en otros lugares, y a ello han ayudado algunas editoriales buscando mercados y dinero. Se han publicado cosas que contribuyen a esta banalidad y trivialidad que algunos denunciamos y que se inserta en la vida política.

–Dígame, para usted, ¿debe producirse la vuelta del Rey a España?

–Entiendo que sí. Más allá de su vida privada, que no me toca, lo que valoro del Rey es su trabajo en lo que yo defino como uno de los grandes episodios nacionales: la Transición. No olvidemos que todo lo que está pasando, más allá de la propia responsabilidad del Rey, está pensado para acabar con la idea de la Transición. Es una operación de desmonte de ese intento de que vencedores y vencidos se den la mano y de que la Historia ya no les enfrente. Cuando se aclare su responsabilidad legal, que ya parece que se está aclarando, no debería seguir fuera.