Javier Marías, ahora que empieza lo malo
LITERATURA ·
Sus novelas son extensiones del paraíso perdido donde viven la elegancia de otros tiempos, la educación y la belleza anheladasEsta semana la literatura tiene el corazón blanco. Ha muerto Javier Marías, un escrito que, al margen de la cábala del Premio Nobel –nunca interesante ... pero sí interesado–, ha sabido ocupar el disputado puesto del escritor español más trascendental de los últimos cuarenta años. Muere temprano, sin avisar, con la sorpresa de los malentendidos, en una tarde domingo en la que España casi se despedía del verano. Pensé en 'Berta Isla', su heroína de la cotidianidad, al leer la noticia de su fallecimiento en el 'ABC'. Imaginé al personaje eterno mirando por la ventana en la plaza de la Paja de Madrid, extrañada de una ausencia tan repentina, sumando a las esperas acostumbradas una explicación al destino. Sus creaciones reclamando el saldo de la muerte al autor que les ha dado la vida.
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¿Tan temprano? Su fallecimiento ha sido una sorpresa, al igual que en sus novelas aparecía la trama, en una hora equivocada, cuando el lector aún se estaba asentando en la lectura de las primeras páginas, con ese giro dramático que dejaba el resto de la novela con una sombra de sospecha. Parece que no es verdad, empachados de otras muertes, que ahora le toque a Javier Marías las páginas de necrológicas. No puede ser cierto. Ahora pienso en el inicio de 'Mañana en la batalla piensa en mí'. A este lugar me desplaza su ausencia. El amante entrando furtivo en la habitación, y ella ya, como un cadáver hermoso, tendida sobre la habitación, mientras la escena se desarrolla para pánico del lector. Demasiado pronto, como una novela a medias. Así ha sido su muerte. Demasiado pronto.
No es desmedido afirmar que Javier Marías vivirá siempre afincado en un puesto de honor en la alta literatura, gracias a una magistral combinación entre historia y forma. Sus libros trascienden la propia escritura. Una novela del autor madrileño es más que una ficción. Supone a la vez una reflexión y un acertijo. Siempre hay algo de encrucijada en el planteamiento, como una provocación al lector. Aunque es su verbo lo que ha hecho de Javier Marías una referencia para los lectores de todo el mundo. Uno de sus éxitos fue la inclusión de una sintaxis particular, enarbolada y encendida, dispuesta como un laberinto, de una elegancia inglesa que no dejaba al lector dar nada por sentado. Su escritura era estilo puro. Depuración y pensamiento. Filosofía hecha sintaxis, analítica y calculadora, un escritor a la medida de su personaje.
No es desmedido afirmar que Javier Marías vivirá siempre afincado en un puesto de honor en la alta literatura, gracias a una magistral combinación entre historia y forma
Ahora que leo las letras de su muerte pienso en sus soliloquios. De su narrativa surtió un pensamiento profundo. Sus personajes no solamente pasaban por las novelas, sino que también estaban en el mundo. Eran y pensaban, como extensiones de una inteligencia salvadora. Y de la novela a la crónica. Domingo a domingo luchó en su 'Zona fantasma' contra una sociedad políticamente correcta, defendiendo el buen gusto, la alta cultura (cada vez más inalcanzable), el sentido común, transmitiendo su amor por los clásicos y sin caer en las demagogias presentes. Un espartano ante la modernidad, lo criticarán sus detractores, faltos, sin duda, de mitos que emular.
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Javier Marías resultó un luchador de la escritura, cuyas novelas significan extensiones del paraíso perdido. En ellas vive la elegancia de otros tiempos, la educación y la belleza anheladas. Un Tomás Nevinson que fuma en el rellano mientras espía a su futura amante. Una Berta Isla que cose su soledad en el otoño de Madrid. Su obra, como un verso de Shakespeare, lírico y reflexivo. Mañana en la batalla piensa en mí. Un autor de títulos inolvidables. Pero la batalla anticipó su cita y ya es mañana. Ya ha empezado lo malo.
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