tEl dibujante e ilustrador murciano Arturo Pérez firma esta ilustración especial para LA VERDAD, con William Shakespeare en el sofá con un libro en una mano y una calavera en la otra. ARTURO
Libro

La grandeza de William Shakespeare, por Ángel-Luis Pujante

Espasa Clásicos publica medio centenar de sonetos escogidos del autor inglés, editados con pulcritud y belleza y traducidos por el catedrático de la Universidad de Murcia

Lunes, 28 de julio 2025, 01:14

La época isabelina, que suele fecharse desde los inicios del reinado de Isabel I en 1558 hasta la muerte del rey James I of England ... en 1625, fue un período de florecimiento cultural y económico en Inglaterra. Tras las guerras civiles, durante el reinado de Isabel I se favoreció el desarrollo de una economía capitalista que vino acompañada de una burguesía rica y una nobleza terrateniente que formaron la nueva clase señorial; en la alianza de la Corona con esta clase se expresó la estabilización de la sociedad. Dentro de este orden, en lo que al ámbito cultural respecta, en 1576 se sientan las bases del espacio en el que Shakespeare va a dar vida a sus personajes, cuando se construye el primer escenario permanente para funciones teatrales. El público que asiste a las representaciones adquiere heterogeneidad, y los dramaturgos, que tienen que satisfacer demandas a veces contradictorias, amalgaman en ese intento una variedad de técnicas y registros lingüísticos distintos. Las temáticas se amplían a la par de experimentaciones escenográficas, narrativas y estéticas, y el maniqueísmo medieval cede lugar a una mirada más compleja de la interioridad humana y las articulaciones sociales y cosmológicas, aunque se conservan las nociones de orden y jerarquía. Todo esto se debe, según el juicio de algún experto, a que el teatro isabelino es el resultado del paso del mundo medieval a un orden renacentista en el cual el mundo se ensancha por los descubrimientos geográficos, la imagen del hombre se modifica y, como señala Ilse M. de Brugger, «un futuro pleno de gloria parece extenderse ante las miradas ansiosas de grandeza».

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Sin embargo, en las obras de Shakespeare producidas entre 1600 y 1609, esta fe excesiva en el hombre cede lugar a lo que algún crítico eminente llamó «pesimismo» en Shakespeare, a «la desesperación con que la edad vio defraudadas las esperanzas cifradas en el hombre y el mundo por él gobernado». Este desengaño, y la concepción del mundo y el hombre que el autor expresa en la obra a partir de sus personajes y en la construcción misma de los textos, acerca a Shakespeare y al teatro isabelino al Barroco europeo, en especial al español, con el que comparte varias características, se prestará atención al desengaño, una de la características que los críticos reconocen en el movimiento, para explicar cómo se manifiesta el «pesimismo» shakesperiano sobre el que escribieran algunos críticos en las grandes tragedias del dramaturgo isabelino: 'Hamlet', 'Othello', 'Macbeth' y, especialmente, 'King Lear'.

'William Shakespeare. 50 sonetos / 50 sonnets'

  • Género. Poesía.

  • Editorial. Espasa Clásicos.

  • Autor. William Shakespeare.

  • Traducción y edición bilingüe de Ángel-Luis Pujante Páginas. 131 pág.

Con este análisis no se buscará, en modo alguno, afirmar que Shakespeare es un artista barroco; la época isabelina en la que desarrolla su arte se caracteriza por presentar rasgos que la acercan, ora a la medievalidad dejada atrás, ora al Renacimiento, ora al Barroco. El interés, al estudiar a un artista y su producción, no es etiquetarlo y archivarlo en un movimiento específico, sino remarcar la pluralidad del autor y, dentro de esta pluralidad, aquellos atributos propios del movimiento con el que se lo vincula. En este caso, ese movimiento que se va a estudiar es el Barroco, que acerca a los grandes escritores del Siglo de Oro al máximo representante del teatro isabelino, a Shakespeare y su Hamlet, su Macbeth, su Othello, su King Lear.

La presente edición plantea la novedad de mantener la rima del modo más natural, que los enamorados a la poesía agradecemos en especial

El teatro español del Siglo de Oro y el shakesperiano de la época isabelina presentan varias coincidencias. Sin explicar puntualmente ninguno de ellos, podrían mencionarse, rápidamente, algunos rasgos generales: la refundición y reelaboración de fuentes: tal como hace Lope de Vega en sus obras al asimilar fuentes heterogéneas (el género pastoril, motivos populares y bíblicos, temas clásicos, poemas italianos y crónicas y biografías) para crear una obra o forma propia, con su propio sentido, Shakespeare también usa distintas fuentes para crear algo nuevo, y en su creación las supera. Shakespeare toma argumentos, personajes, procedimientos de otros autores o fuentes los reescribe, los reelabora, los lleva a su cúlmine superando a sus fuentes o modelos: la mezcla de personajes de alto y bajo rango origina dentro de las obras la de lo cómico con lo trágico y lo elevado con lo bajo.

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Ángel-Luis Pujante (Murcia, 1944), catedrático emérito de Filología Inglesa de la Universidad de Murcia, en el Teatro Circo de Murcia. Bueso

Entre los rasgos barrocos más evidentes en la poesía de Shakespeare destacan la contención, la oposición y la antítesis, lo embellecido, la individualización de lo feo y lo grotesco, el desengaño y la trascendencia de ideales religiosos.

Representación del amor

A primera vista y centrándonos ya en la obra de la que vamos a escribir, los sonetos de W. Shakespeare tratan sobre la fascinación del narrador por el Joven Hermoso, es decir, por la belleza, la pujanza física y la juventud, que son temas de la literatura clásica universal, sin embargo, a menudo los utiliza para abordar asuntos e ideas más amplios, derivados de aquellos primeros que constituyen tópicos literarios, sobre todo del barroco, que es la época en la que se encuadra su poesía.

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Esta edición, publicada por Espasa Clásicos, contiene medio centenar de sonetos escogidos entre todos los del autor inglés, editados con una pulcritud y una belleza que se corresponden con el estilo de la casa y traducidos por el mayor especialista en la obra del vate inglés, el catedrático de la Universidad de Murcia Ángel-Luis Pujante, al que viene estudiando y traduciendo desde hace unos años y cuya coordinación de la traducción y edición del teatro completo, también en esta misma editorial, es una obra monumental y definitiva que no deberíamos perdernos.

Pero volviendo a sus sonetos, que es la obra que nos ocupa, en ellos la vida humana y el amor solo son la excusa para adentrarse en otros asuntos mayores, en preocupaciones metafísicas de hondura y gran calado, pues cada soneto es a la vez un poema de amor y una reflexión sobre la vida, porque Shakespeare es un hombre de su tiempo, del siglo XVII, que es un tiempo de preocupaciones e incertidumbres, una edad de sombras y de crisis, en la que reina el pesimismo, de manera que el narrador se preocupa por el tiempo, la visión pesimista de la vida y una reflexión profunda por la decadencia y el envejecimiento, que incluye no solo a la esfera política y social, sino también a la parte más íntima, así que cada soneto es a la vez un poema de amor y una meditación sobre la existencia en general, he ahí la valía de su palabra y de sus ideas, el significado total estos poemas.

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Mientras el poeta escribe estas obras, a principios del siglo XVII, Europa pasa por una honda crisis de valores, que en ocasiones constituyen a una revisión en profundidad de las raíces de la cultura y de la humanidad, pero a la vez es el momento histórico de la mayor relevancia cultural y artística en las diferentes disciplinas al que contribuye asimismo toda la obra del poeta inglés, acaso porque es el momento también del Quijote y los poemas de Lope de Vega o Quevedo, de Velázquez, Rubens, Rembrandt, Vermeer y tantos otros.

Una obra muy seria

En este contexto cultural escribe William Shakespeare un conjunto de 154 poemas, que exploran una amplia gama de temas como el amor, la belleza, el tiempo, la mortalidad y las relaciones humanas, usando un formato distintivo de 14 versos. Escritos en su mayoría en pentámetro yámbico, estos poemas a menudo desafían las convenciones poéticas tradicionales, especialmente en la representación del amor. La presente edición, a cargo de Ángel-Luis Pujante, catedrático de inglés de la Universidad de Murcia, plantea la novedad de mantener la rima del modo más natural, que no parece que sea una labor sencilla y que los enamorados a la poesía agradecemos en especial, pues no siempre aceptamos de buen grado esas versiones sin ritmo ni música, carentes de alma, al cabo, que se limitan a traducir literalmente el sentido sin acompañarlo del chispazo de la rima.

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El resultado es una obra muy seria, cercana al público amante de la poesía que cumple con los requisitos de un gran trabajo filológico y de una labor tan apreciada como necesaria. Y, además, con la firma del mejor traductor al español de Shakespeare, que es de Murcia y, por tanto, paisano nuestro. Todo un honor.

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