El escritor murciano Jerónimo Tristante, autor de la serie de novelas sobre el detective Víctor Ros. VICENTE VICÉNS / AGM

Jerónimo Tristante: «He escrito mis mejores novelas cuando peor estaba de ánimo»

'Víctor Ros y los secretos de ultramar' es la última entrega de la exitosa saga creada por el autor murciano, con la que ahora viaja a La Habana

Jueves, 8 de abril 2021, 01:15

No ha viajado a La Habana, al menos no físicamente. Cuadrar el calendario escolar –es profesor de Biología y Geología– y la temporada de lluvias ... en el Caribe no le resultaba fácil, y la pandemia, dice, terminó por borrar cualquier posible escapada. Pero sí conoce bien –los escritos, las fotografías y la literatura le han facilitado el trayecto– cada recoveco de la ciudad que a finales del XIX era la capital cubana. Descubriéndola, confiesa, se lo ha pasado «pipa». 'Víctor Ros y los secretos de ultramar' es la última novela de Jerónimo Tristante (Murcia, 1969), la sexta de su exitosa saga policiaca.

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–¿Qué relación guarda ya con Víctor Ros?

–Una muy bonita. Es muy satisfactorio para un escritor que un personaje suyo forme parte del imaginario colectivo y que los lectores lo vean casi como a uno más de la familia; quieran saber qué pasa con él y qué nuevas aventuras vive. Da mucho gusto tener un personaje así al que volver, porque es como volver a casa.

«Es muy satisfactorio para un escritor que un personaje suyo forme parte del imaginario colectivo»

–¿Le echaba de menos?

–Sí. Llevaba varios años sin publicar ninguna novela sobre Víctor [sus dos libros anteriores, 'Nunca es tarde' y 'Secretos', no forman parte de la saga] y había una especie de demanda por parte de los lectores, que me pedían ya la siguiente. Cumplo un poco con ese compromiso, un escritor sin lectores no es nadie.

–¿Qué narra en esta nueva entrega?

–Esta es una novela que concita un poco las líneas maestras de lo que son las novelas de Víctor Ros. En este caso, el personaje tiene que ir a buscar a un amigo, Martin Roberts, que aparecía en la novela anterior, y que por cierto es un inglés amigo mío que vive muchos años en España. Este hombre desaparece y su mujer le pide a Víctor que lo busque. Parece que está en Cuba, pero no sabemos si se ha ido con una corista cubana, si es que se ha pasado al enemigo, porque trabaja como espía para los españoles, o si está infiltrado. Será una búsqueda muy difícil con un montón de matices y enredos derivados del asunto del espionaje, que es el motor que mueve la novela y que me permite mostrar al lector cómo era La Habana en el siglo XIX, su sociedad y la situación que nos llevó a perder Cuba.

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–¿Cómo ha sido ese viaje a través de Víctor Ros?

–Lo pasé pipa. Como siempre me ocurre, al principio no tenía prácticamente nada, y al final me sobraba material. No pude ir a La Habana, primero, cuando se podía ir no coincidía con mis días libres, y luego llegó la pandemia, pero eso no me supuso un gran problema porque lo que yo cuento es cómo eran las ciudades del siglo XIX, así que me traslado a ellas virtualmente, con fotografías, libros, recortes de hemeroteca... Luego me gusta verlas, porque siempre queda algo, pero en fin... Ha sido apasionante y tengo muchísimas ganas de ir.

–¿Qué le atrae?

–La Cuba del siglo XIX era una ciudad cosmopolita, colorista, con unas costumbres más laxas. A los españoles les impresionaba mucho; en aquella época España era el país más rancio de Europa, seguía vigente prácticamente el antiguo régimen, y allí la vida era de otra manera. Si a eso le sumas que aquello era un nido de espías, con las potencias internacionales intentando repartirse los despojos del imperio español...; los propios españoles, el contingente militar, los insurgentes, los autonomistas, y luego, para rematar, los empresarios americanos, muy presentes para defender sus intereses en Cuba. Todo eso es un cóctel que a mí me resulta exótico y muy interesante para ambientar una novela de estas características.

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«Eso del folio en blanco es una impostura que se marcan los escritores que van de estupendos para hacer creer a la gente que escribir es un proceso»

–Afirma que en esta novela ha querido asistir a la evolución del personaje. Lo creó en 2006, ¿cómo ha evolucionado usted a su lado?

–Todos vamos cambiando. Indudablemente, yo no soy la misma persona ahora que en 2006. Soy más viejuno, y veo las cosas de otra manera. Como a todos, las experiencias personales me han hecho cambiar mucho la perspectiva y lo mismo le ocurre a Víctor Ros. No quiero hacer 'spoiler', pero en esta novela, Víctor, que siempre me han acusado de que era muy perfecto, y de que nunca hacía cosas mal hechas, en esta novela deja de ser, por algún momento, ese caballero blanco que siempre hace lo correcto. Eso me gusta, porque es interesante que los personajes, sobre todo en el género policiaco, tengan aristas.

Injusticias

–¿Los años le calman o le enfurecen?

–Ni me calman ni me enfurecen. Siempre he sido una persona muy reivindicativa; tengo un problema grave con mi personalidad, y es que no puedo permanecer impasible ante una injusticia. No me puedo callar, y eso es algo que a lo largo de mi vida no he conseguido cambiar, no porque crea que esté mal, porque creo que está bien, sino porque normalmente te perjudica. Hay quien ve algo mal hecho en su entorno, ya sea laboral o social, y se va a tomar dos cervezas y dice: 'Esto a mí no me afecta', pero yo no puedo.

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–¿De qué no tiene dudas?

–¡Uff! Yo soy de ciencias, dudo absolutamente de todo y no me creo nada, aunque hay algo de lo que he aprendido a no dudar y es de mi intución.

–En estos tiempos de pandemia se habla mucho de salvoconductos, ¿la escritura lo es?

–Sí, absolutamente. Para mí siempre lo ha sido. Las mejores novelas que he escrito, las he escrito cuando me encontraba peor anímicamente. En mí, la necesidad de escribir parte de mi necesidad de comunicarme con los demás, y también de viajar en el tiempo y de vivir en otras vidas.

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–¿A qué se enfrenta cuando escribe?, ¿cómo concibe el folio en blanco?

–No creo que haya nada extraordinario en escribir, esta es una profesión más. En mi caso, no sé qué es el bloqueo. Eso del folio en blanco es una impostura que los escritores que van de estupendos se marcan para hacer creer a la gente que escribir es una especie de proceso, de sufrimiento. Si un tío tiene dificultades ante el folio en blanco, ese tío no es escritor.

–¿Qué espera?

–Que los amigos se lo pasen bien leyendo la novela, que llegue a mucha gente y que disfruten. Aspiro a pasarlo bien, a poder hacer firmas de libros y a tener contacto con los lectores, que es lo que a mí me gusta.

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