David Pujante publica 'El mundo en la palabra' para apostar por la retórica como antídoto de necedades
El poeta y catedrático cartagenero ofrece las claves para manejarse frente al peligro de los «discursos parciales, enconados e irreflexivos»
Le gusta esta reflexión de Miguel de Unamuno: «La retórica ha sido sustituida por la propaganda. La retórica es el arte y la técnica de ... manejar colectivamente a los hombres sin profanarlos». Tanto la comparte David Pujante (Cartagena, 1953) que la ha incluido como cita destacada en su nuevo libro, el ensayo 'El mundo de la palabra. Retórica como antídoto de necedades' (Ariel). Recuerda el poeta, catedrático de la Universidad de Valladolid y Premio Dámaso Alonso 2018 a su trayectoria académica y poética, que «no hace muchos años, en 2019, nos recordaba Alejandro Amenábar, en su película 'Mientras dure la guerra', un comportamiento troglodita, el de la España a garrotazos de Goya, todavía presente en el siglo XX y encarnado por el legionario Millán-Astray –la pistola, el triunfo por la fuerza– frente al filósofo Miguel de Unamuno –la dialéctica, el vencer convenciendo–». Cree Pujante que «a la nueva generación se le deberían abrir las carnes sólo con pensar en volver a aquello. Pero las esencias, lo que nos impregna a fondo, no se diluye con tanta facilidad».
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Mientras que «la televisión ha quedado relegada a los mayores, y se impone el mundo del pódcast entre la juventud», a juicio del ensayista, «por la ignorancia, consciente o inconsciente, y por el desprecio al discurso múltiple y variado, por negar la existencia de verdades creadas a partir de experiencias y aprendizajes distintos y distantes entre sí, nos encontramos a diario con los agrios enfrentamientos en las redes sociales». Y estos medios son, «en general, el caldo de cultivo de la bien conocida polarización, el habitualísimo 'discurso del odio', y los llamados 'odiadores' que han generado la lamentable violencia del discurso actual en redes y medios de comunicación».
Para Pujante, que considera que «la base que sostiene este discurso del conflicto y el odio es la firme confianza de estar instalados en la verdad», cabe decir, «con palabras del extraordinario poeta Paul Celan, que la realidad no viene dada, sino que exige que se la busque y se logre». Es decir, «no hay un solo mundo, puesto que no hay una única mirada hacia él –convengamos en que el mundo es lo que nosotros vivimos como mundo y verbalizamos como tal–».
«¿Un socialista, un miembro de Vox y otro de Podemos pueden coincidir en su mirada? Y si no es así, ¿pueden, con voluntad, llegar a coincidir?»
Como decía un personaje de 'Sobre héroes y tumbas' de Ernesto Sábato, rememora Pujante, «'la verdad está bien en las matemáticas, en la química, en la filosofía. No en la vida. En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza'». Y, sí, defiende él: «Esas son las verdades sociales –la ilusión, la esperanza en un mundo mejor, con oportunidades y derechos para todos–, lo que nos mueve a una sociedad mejor, a un mejor entendimiento».
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«¿Pueden, en un momento determinado y privilegiado, converger nuestras miradas aunque diverjan nuestros criterios?», se plante el autor en 'El mundo en la palabra'. Y se hace más preguntas: «¿Un socialista, un miembro de Vox y otro de Podemos pueden coincidir en su mirada? Y si no es así, ¿pueden, con voluntad, llegar a coincidir? ¿Qué se necesita para la convergencia?». Pues, seguramente, se responde, «mucha conversación bienintencionada y diálogo con voluntad de eliminar todo conflicto». «Quizá haga falta, de manera especial», propone, «aceptar que el entendimiento no nos obliga de una absoluta convergencia en la mirada; admitir que nunca conseguiremos que todos los humanos vean y entiendan el mundo de igual manera, y que a la verdad que cada grupo defiende hay que quitarle la mayúscula porque, pese a todo, hemos de entendernos y saber convivir».
Decía –otra vez– Unamuno que «no es la inteligencia, sino la voluntad, la que nos hace el mundo». «Ese desiderátum», explica Pujante, «sólo resulta posible utilizando ciertos polvos 'sociomágicos': una confrontación de altura en el debate social –que no una lucha–, con un notorio deseo de entendimiento, más allá de posturas y planteamientos personales –por creencias, por intereses económicos o partidistas, por obsesiones y fanatismos–».
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El ámbito de reflexión en el que Pujante quiere introducir al lector en 'El mundo en la palabra' es el de su apuesta «por el rescate de la retórica», de un discurso que «construye mejores sociedades, que ayuda a librarlas del conflicto». Y, para ello, analiza «la teoría y a la praxis discursiva de los grandes oradores y de los maestros del discurso político-social, del discurso constructor de estados: el que fundó las democracias ateniense y romana, y el que en sus más iluminadores comienzos sostuvo ejemplarmente la democracia de los Estados Unidos».
Perfeccionar
El mundo de la retórica es, defiende, «el de las cosas que el ser humano ha hecho y hace, el de su hacerse de nuevo cada día mejorando; el que enseñorea una sabiduría general: la facultad que ordena todas las disciplinas, por las que se aprenden todas las creencias y las artes que perfeccionan la humanidad. Y en el centro, el lenguaje. Siempre el lenguaje». Cuenta Pujante que «puesto que el discurso retórico construye las sociedades –atención, ¡estamos en obras!–, la retórica nunca hablará de verdades absolutas –estas quedan para los filósofos de la raigambre de Aristóteles o René Descartes–, sino de verdades sociales para un tiempo y un espacio socia».
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«La palabra nombra y transforma el mundo», cierto. «El origen de su estudio aparece en la Grecia antigua con la retórica y está hoy más vigente que nunca», apunta el ensayista, convencido de que «la retórica, como análisis crítico y reflexión constructiva del discurso social, es un aprendizaje imprescindible para el respeto, la convivencia y la neutralización de los conflictos en una sociedad tan polarizada discursivamente como la nuestra, donde campan 'fake news' y 'haters', con discursos parciales, enconados e irreflexivos».
El autor cartagenero propone «una reivindicación, al tiempo que una actualización, de esta disciplina clásica, mostrando el proceso histórico de desatención y las razones de su actual auge en nuestra sociedad mediática». Asimismo, trata «el uso político-social del lenguaje, sus efectos persuasivos y sus importantes consecuencias para la vida humana». «Necesitamos volver a la retórica para aprender a pensar desde el dominio de nuestra lengua, para saber analizar los discursos ajenos y poder argumentar los nuestros con fundamento», señala. O eso o más lío(s).
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