El Viejo Continente siempre ha estado de moda. El territorio que fue testigo del Renacimiento y de la Revolución Industrial ha pasado por momentos muy difíciles a lo largo de la historia donde el impulso destructivo superó al sentimiento de identidad como europeos.
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Este sentimiento de identidad no es espontáneo ni puede inocularse como una medicación. Para sentir a Europa de verdad hay que tener curiosidad por conocerla a través de los manuscritos clásicos.
Uno de los músicos que más apreció el mundo helenístico fue Beethoven. El mensaje contenido de sus nueve sinfonías, perfectamente entendible para el público de su época, estaba salpicado de guiños a los versos griegos, como es el ritmo del Allegretto de su Séptima Sinfonía, una sucesión de las métricas dáctilas y espondeas de los textos de la Ilíada y Odisea.
Pero Beethoven también dejó un enigmático legado en sus últimos cuartetos dirigido a los oyentes de épocas posteriores, como la nuestra. Fruto de un encargo del príncipe ruso Nikolái von Galitzin, estas monumentales obras de cámara siguen resultando desconcertantes, quizás por ignorar la advertencia del maestro de que quienes no supiesen leer versos griegos no serían capaces de entender su música.
El genio de Bonn previene en sus últimos cuartetos de la importancia de reflexionar sobre nuestras raíces europeas, como ocurre en la Cavatina del Cuarteto nº 13 , en si bemol mayor, opus 130, compuesto en Baden en 1825. El maestro reconoció en vida que jamás otra música había tenido tal efecto sobre él y que no pudo evitar llorar mientras escribió la partitura. Bajo la aparente simplicidad del movimiento en cuanto a diseño, duración y fuerza emotiva, este íntimo y maravilloso movimiento Adagio molto espressivo es de una estructura compleja.
Como una cavatina es una aria de ópera, Beethoven otorgó al primer violín el papel de prima donna con un bello e intenso tema en sotto voce que desde el principio sobrecoge al oyente. Los demás instrumentos no son meros acompañantes del violín, sino que tienen un cometido musical muy definido. El compositor logró que la cuerdas del cuarteto vibrasen como las de una laringe humana que canta con dulzura.
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Para que la música de la Cavatina no sufra interrupciones en las respiraciones del primer violín, los demás integrantes del cuarteto recogen la línea melódica manteniendo la emoción. Además del canto inicial del violín, hay dos momentos del movimiento especialmente conmovedores. Beethoven escribió un fragmento intermedio con la expresión Beklemmt (atormentado) donde el vacilante quejido del violín parece tartamudear la hiriente melodía que despertó las lágrimas del maestro. El otro pasaje enternecedor es el latido de despedida formado por las cuatro semicorcheas con las que finaliza la pieza.
Cada 21 de junio se conmemora el Día Europeo de la Música. Ese día es la festividad de San Luis y por tanto la onomástica del compositor, pero los vínculos con nuestro continente son mucho más profundos y en parte recogidos en las páginas de sus últimos cuartetos, donde la música siempre será contemporánea.
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