Pepe Lucas, el hombre
Desafecto de todos los partidos políticos, le gustaba decir con sorna que militaba en el Partido Anarco Burgués, del que era su fundador, presidente y único militante
Pepe Lucas fue mi amigo. Y lo fue con mayúsculas. Por eso estas líneas no tienen por objeto hablar del artista genial, del pintor telúrico ... o del escultor visionario, pues hay voces infinitamente más autorizadas que la mía para comentar su maravillosa obra, sino del ser humano extraordinario que fue este ciezano de dinamita, este murciano universal ante el que todo Madrid se descubría, este ciudadano del mundo que a diario se lo ponía por montera y al que tuve el inmenso privilegio de conocer y querer.
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Nos encontramos por primera vez a finales de 2007, recién llegado yo a la alcaldía de La Unión, en una comida en el restaurante El Vinagrero en la que le propuse hacer el cartel anunciador del Cante de las Minas de 2008. Y no sólo es que aceptara el encargo, sino que además me abrió los ojos sobre la tremenda proyección aún por explotar del certamen y en la que, junto a la impagable ayuda de su hijo Antonio, nos embarcamos en los sucesivos años.
Fruto de ese encuentro fueron sus dos primeros regalos a mi ciudad, el espléndido cartel, con aquellos versos impresos de Gerardo Diego que cantaban «la guitarra es un pozo con viento en vez de agua», y la espectacular escultura en la que convirtió el escenario del certamen. Y luego vinieron muchos más, pues con Antonio –autor en 2013 de uno de los pregones más bellos que se recuerdan en la Catedral del Cante– consiguió que en años sucesivos los primeros espadas de nuestras artes plásticas, como Manolo Valdés, Martín Chirino, Eduardo Arroyo, Luis Gordillo o Cristina Iglesias, dejaran también su impronta en los pósteres anunciadores de sucesivas ediciones.
Sirva ello de muestra para conocer la generosidad sin límites de esta persona única e irrepetible, de este rebelde con causa que me regaló su amistad y que, bajo esa apariencia de fiereza que tanto le gustaba trasladar, escondía detrás al hombre afectuoso, dotado de un gran sentido del humor, algo propio de mentes brillantes y cultivadas como la suya –era un lector empedernido–, y de una sensibilidad fuera de lo común.
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Con ello no voy a ocultar que su temperamento era volcánico, ni que su personalidad libérrima se mostraba en todo su esplendor cuando criticaba al poder o a los estamentos establecidos, algo que exteriorizaba incluso con vehemencia y lo hacía incómodo a los ojos de muchos, pero sí destacaré que siempre fue fiel a sus ideas, principios, valores y amores, a los que defendía y se entregaba con la fuerza excepcional que empleaba en todo aquello que quería y le apasionaba.
Desafecto de todos los partidos políticos, aunque sin embargo muy interesado en la política, le gustaba decir con sorna que militaba en el Partido Anarco Burgués, del que era su fundador, presidente y único militante, tal vez para justificar desde la fina ironía cómo podían convivir en paz su espíritu libre y crítico con el gusto por la buena vida y los placeres terrenales.
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Fueron multitud de conversaciones las que mantuvimos, en su estudio de Madrid, en su casa de Mazarrón o simplemente por teléfono, pues a ambos nos gustaba hablar de nuestras cosas, aunque reconozco con nostalgia que a menudo las charlas se convertían en monólogos suyos, pues solía monopolizarlas trasladándome esos torrentes de opiniones que ahora voy a echar tanto de menos. Me está costando mucho hacerme a la idea de que ya no volveré a hablar con él, ni a disfrutar de más buenos momentos en su compañía; era tal la fuerza que transmitía que en mi subconsciente se había instalado la convicción de que era un ser indestructible.
Te voy a echar mucho de menos –ya lo estoy haciendo desde hace unos días–, querido Pepe. Y a añorar sobremanera los sabios consejos que me regalabas desde la atalaya de tu inteligencia y experiencias vitales. Procuraré mantener la amistad y el cariño que siento por tus hijos y de los que me consta que estabas tan orgulloso. Porque tu memoria lo merece y porque los sentimientos que nos unen jamás serán borrados. Que la tierra te sea leve, amigo mío. Descansa en Paz.
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