Casado en el filo
Espejismos ·
Lejos de esconderse de la prensa o buscar un perfil bajo, nuestro barbado líder de la oposición ha convocado a la Junta Directiva del Partido Popular y se ha puesto a fijar relatoMe interesaba oír lo que Pablo Casado tuviera que decir sobre las comparecencias de Aznar y Rajoy ante la Audiencia Nacional esta semana. Sentía un ... poco el morbo de oírlo desentenderse de sus mentores o afearles conductas, pero quiá. Échale un galgo, a Casado. Lejos de esconderse de la prensa o buscar un perfil bajo, nuestro barbado líder de la oposición ha convocado a la Junta Directiva del Partido Popular y se ha puesto a fijar relato: que ETA sigue viva, que los tránsfugas de Ciudadanos no son tránsfugas sino hijos pródigos que vuelven a casa (y Teo su pastor), que el país está al borde de la devastación, etc. Ya decía mi abuela –y Freud aprobaba– que uno siempre presume de lo que carece, y este rollo John Wayne de Casado y su equipo, este machoalfismo desquiciado que se gastan puede constituir una respuesta subconsciente a ciertas carencias o ansiedades, con los resultados de las elecciones autonómicas de Cataluña o Madrid como trauma.
Llamar victoria a la reciente orgía de transfuguismo y subasta de consejerías que ha dejado el gobierno regional murciano hecho un circo perpetuo indica en mi opinión (y en la de mi abuela, y hasta en la del tito Sigmund) un horizonte de expectativas justito justito. Que te sirva además para autoproclamarte Pablo I el Reunificador de las Derechas me reafirma: si tu objetivo como secretario general no es ser presidente del país sino reunificar tres partidos mal líder de la oposición vas a resultar. Por último, y entrando ya en harina, Casado declaró que su proyecto político se basaba en cuatro conceptos: España, libertad, propiedad privada y cultura de la vida.
La nueva ultraderecha global, de la que Vox constituye la 'cepa española', carece de programa político. En Italia, la Lega de Salvini apuesta por medidas más sociales, en Brasil o Hungría el programa es salvajemente neoliberal. Lo que los une a todos es la estrategia: aprovechar el descontento y la incertidumbre de la población difundiendo recetas simples y señalando enemigos. Sus mensajes, tan básicos como repetitivos, dan soluciones fáciles a problemas complejísimos, haciendo del creyente una víctima y de la actividad política una venganza. Ni que decir tiene que tanto el diagnóstico como el tratamiento son una peligrosa chaladura, pero para los de verde no se trata de solucionar nada, sino de imponerse en una batalla cultural: instaurar un nuevo sentido común en torno a la idea de enemigos y salvadores. Migrantes, feministas, catalanes, podemitas, LGTB, sindicalistas o activistas, hasta un número de 26 millones, forman el grupo A. El grupo B se reserva a miembros del partido y diversos colectivos patriotas-ejército, fuerzas y cuerpos.
Sorprende ver al líder de un partido con el peso y la historia del Popular dejarse robar el argumentario
Del éxito de las guerras culturales de la ultraderecha da cuenta esa resituación ideológica de esta misma semana de Pablo Casado, que renuncia a presentar el clásico proyecto liberal, tecnocrático y de mercado 'tipo Harvard' para subirse a los raíles de la victimización continua de la ultraderecha. Esa España acosada por nacionalismos periféricos y enemigos internos, esa libertad contrapuesta al comunismo (el comunismo esta temporada es el nuevo negro), esa propiedad privada amenazada en su imaginación por los okupas son oportunidades perdidas para hablar de progreso económico, meritocracia, igualdad de oportunidades o pleno empleo. Sorprende ver al líder de un partido con el peso y la historia del Popular dejarse robar el argumentario de esa manera.
Pero la puntilla de la puñeta, lo que verdaderamente me ha dejado el culo 'torcío' es el remate de «la cultura de la vida». Este concepto, acuñado por el Papa Juan Pablo II en una encíclica de 1991, le sirve a la facción más retrógrada de la iglesia española para oponerse al mismo tiempo al feminismo, a los anticonceptivos, al aborto, al divorcio y –claro– a la eutanasia, y Vox lo suele usar como bandera en su lucha contra todo lo que huela a progreso o igualdad de género. La familia –dicen– está en riesgo y hay enemigos que se la quieren cargar. La política como peli de superhéroes hasta para ir a comprar el pan.
Esta semana, un centenar de personas del mundo de la cultura murciana le hemos dirigido una carta al presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, para que no entregue las competencias de Educación y Cultura a este tipo de gente, decidida a convertirlas en una máquina de propaganda. Tal vez el problema sea más grave aún: que la estrategia de victimismo y confrontación permanente que entronizó a Trump, Bolsonaro o Viktor Orbán haya penetrado también en un partido, el PP, que por trayectoria y experiencia de gobierno debería rechazar de plano. «Bueno, no pasa nada por gobernar con esta gente y poner en marcha estas locuras del cheque escolar y el pin neanderthal», pensó una vez Paul von Hindenburg. O algo así, más o menos, mi alemán es regulero.
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