tEl arquitecto Paco Sola junto a la maquinaria recuperada del molino. VICENTE VICÉNS / AGM

«La arquitectura industrial está infravalorada y no se cuida»

El caravaqueño Paco Sola recibe la distinción que le concedió en 2020 el jurado del Premio Europa Nostra por la recuperación y puesta en valor del Molino Tonita en Espinardo

Jueves, 1 de julio 2021, 02:20

De no ser por la intervención del arquitecto caravaqueño Paco Sola, sobre el solar que ocupa el antiguo Molino Tonita, en Espinardo, hoy se erigiría ... posiblemente un gran bloque de viviendas. Situado muy cerca de la calle Mayor de esta pedanía murciana, el inmueble salió a la venta en 2002. «Era –recuerda Sola– el último molino de pimentón que quedaba en la zona y el objetivo de su venta era la demolición para levantar edificios», dada, apunta este arquitecto, interesado en la conservación del patrimonio, «la alta presión inmobilaria que existía» en este lugar.

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De aquel destino casi inevitable consiguió Sola librar a esta edificación de 1926 desembolsando el precio de su venta, y adquiriendo la propiedad del inmuble con el objetivo «de rehabilitarlo poco a poco, y, a futuro, instalar en él las oficinas de su estudio». Esto último no llegó a materializarlo –el edificio acoge hoy el restaurante Taúlla, proyecto gastronómico del chef murciano Julio Velandrino–, pero sí el primero de los propósitos: una laboriosa tarea realizada a pequeños sorbos que fue reconocida el pasado año con una mención especial del jurado de los Premios del Patrimonio Europeo / Europa Nostra, destinados a distinguir proyectos europeos en el campo de la arquitectura, la conservación y la cultura.

La pandemia obligó a posponer un año la entrega de los galardones, que finalmente se llevó a cabo por vía telemática el pasado mes de abril. En España, además de la mención otorgada a la rehabilitación del Molino Tonita, recibieron premio en 2020 las bodegas y lagares subterráneos de El Cotarro, en Burgos, en la categoría de Conservación; la red Tramontana III, en el apartado de Investigación; y el proyecto español y polaco 'Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos', en la categoría de Educación, Formación y Sensibilización. El año anterior, se reconoció, en el ámbito de Conservación, la rehabilitación del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela y los trabajos de consolidación en el Oratorio del Palacio del Partal, de La Alhambra, en Granada.

«Competíamos con proyectos muy grandes, de otra escala, y la mención ya nos pareció increíble», apunta Sola, cuyo estudio trabaja ahora en la rehabilitación del Palacio Almodóvar, en Murcia.

Estado del exterior del inmueble antes de las obras de puesta en valor.

Imagen de la fachada del antiguo Molino Tonita, en Espinardo, tras su rehabilitación. david frutos

Un reto

La restauración del Molino Tonita «fue un reto». «La idea era recuperar el espacio original. El Molino había sufrido reformas a lo largo de los años que hicieron que perdiera su esencia, de modo que lo primero que hicimos fue una limpieza de aquellos elementos que no eran originales».

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Conformado por dos plantas y un sótano en el que se conserva la maquinaria que movía el antiguo molino, el edificio se encontraba en estado de abandono. Ni siquiera, apunta Sola, «los vecinos le daban valor. Ha sido después, cuando lo han visto restaurado, cuando muchos han recordado vivencias y anécdotas referentes a él».

El caravaqueño no solo ha conseguido recuperar el espacio y propiciar un nuevo uso al inmueble, sino que ha logrado mantener su pasado y su identidad, con la localización y restauración, incluso, de objetos vinculados a él como antiguas latas de la marca comercial de pimentón que se fabricaba en el inmueble, o los cálculos a lápiz que los trabajadores realizaban en sus paredes, así como el pavimento del edificio, formado por losas de barro natural. No obstante, uno de los aspectos más destacados de su trabajo es la recuperación de la maquinaria: «Si queremos, lo podemos poner en marcha. Y eso es interesantísimo», asegura Sola.

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Fue, insiste, «un proyecto por fases» en el que Sola se ha implicado personalmente: «Muchas de las cosas las he hecho yo mismo», sostiene. Entre ellas, la búsqueda de la imagen gráfica de la marca Tonita, a base de buscar en archivos y mercadillos hasta dar con las cajas, latas y papelería orginales de la firma murciana. «Eso fue –reconce Sola– muy chulo». Como también la recuperación de la maquinaria del molino, para lo que se valió de la ayuda del «hijo de un molinero con el que contacté», detalla.

Con la llegada de Velandrino, y Germán González y Ramón Carrasco, socios de este, Sola terminó de rehabilitar el espacio: se acondicionaron la zona de oficina, en la primera planta y la cocina del restaurante –enfundada en una caja de cristal– y su salón, en el piso inferior del inmueble. Para Sola, aunque ya había tenido la oportunidad de poner en valor otras construcciones, los trabajos desarrollados en el Molino Tonita, desarrollados únicamente con capital privado, han sido un desafío «personal».

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Cree que «la arquitectura industrial está infravalorada» y, por ello, «no se cuida»; «de hecho, el Molino –pone por ejemplo– no estaba protegido». A nivel europeo, y sobre todo en Alemania, sin embargo, «se ha puesto el foco en este tipo de arquitectura y, aunque todavía no hay protección, sí se le está dando valor».

Hoy, el Molino Tonita es, además de un espacio gastronómico, un lugar con rincones «sorprendentes» que, incluso, ha servido para la grabación de vídeos, dada «su buena acústica»: «Es un espacio atemporal, como si te metieras en un reloj gigante», define el arquitecto, quien ha logrado darle una segunda vida a un inmueble que parecía destinado a desaparecer.

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