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Juan Belando posa en la muestra 'Rosa agnosia', en el Centro Párraga de Murcia, que dirige el artista Sergio Porlán. Vicente Vicéns / AGM

Alegato de Juan Belando en favor de la creatividad

El escultor murciano invita a la reflexión sobre los grandes dilemas de la humanidad en once piezas de metal pintado que exhibe el Centro Párraga hasta el 15 de diciembre

Jueves, 7 de diciembre 2023, 07:30

La agnosia es, según la descripción de la Real Academia Española, una alteración de la percepción que incapacita a alguien para reconocer personas, objetos o ... sensaciones que antes le eran familiares. Sobre esta distorsión sensorial de la realidad reflexiona hasta el 15 de diciembre en la Sala de Máquinas del Centro Párraga de Murcia el escultor Juan Belando (Los Garres, Murcia, 1975) en una exposición, 'Rosa agnosia', compuesta por once obras y comisariada por los doctores en historia del arte y galeristas Carolina Parra y Nacho Ruiz.

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1975 año de nacimiento de Juan Belando

Es un escultor autodidacta «cuya cultura visual», destacan Nacho Ruiz y Carolina Parra, «comprende un diccionario de formas y estrategias en las que el material, muchas veces reaprovechado, y el 'object trouvé' cobran un carácter de juego en el que no dejamos nunca de apreciar un deseo de belleza».

Los tres bustos que dan título a la exposición, de distintas variaciones del color rosa, no tienen órganos ni proporciones reales. «Quería distorsionarlo todo y provocar que no sintieran», asegura este artista, que suele trabajar con las mismas pinturas, y que en este caso partió de un rosa palo. «Después de darle el color y lijar el metal, al aplicarle el barniz hizo una reacción, y cogió un tono fucsia que en ningún momento había buscado. Y así fue como probando hice distintas cabezas. Una conclusión es que nos retroalimentamos con las carencias y con los excesos. ¡Esto me parece la bomba!». Los salientes y entrantes en esas tres cabezas acentúan esas carencias y excesos. «Buscaba una cierta inquietud, y así surgen el resto de piezas». Cada uno tenemos una realidad, y hay miles de factores. «Pero yo quería coger una común a todos, que es la vida virtual. Una de las piezas, 'Cara de ajuste', habla de esa vida paralela, lo virtual». ¿Recuerdan la antigua 'Carta de ajuste', que cuando solo existía la televisión pública anunciaba cada noche el fin de las emisiones? «Me pregunto -reflexiona Belando- sobre lo que sucedería y cómo se nos quedaría la cara si cayeran, intencionadamente o no, las redes sociales y todo lo que conllevan».

En 'Martillos', una pieza que ya había mostrado en Arquitectura de Barrio, indaga sobre la descomposición de la actualidad y la descomposición de la luz por refracción, por eso aparecen siete tiburones martillo con los colores del arcoíris. Belando ha duplicado el conjunto; un coleccionista la adquirió recientemente, pero la que está estos días en el Párraga le gustaría que fuera a parar y estuviese expuesta «en un medio de comunicación». Dice que por el «martilleo continuo» de la actualidad y también con el fin «de que seamos todos un poco más flexibles» para tener una visión lo más completa posible del mundo.

Algunas de las obras expuestas.

Cabeza y corazón

En otra de las obras, 'Los pensadores', Belando plasma el enfrentamiento diario entre los instintos más primarios y la razón. No sabe uno al mirarla realmente si el individuo se mueve por un impulso deliberadamente sexual o por su facultad de juicio o inteligencia. «Yo creo -confiesa- que con el paso del tiempo contrarresto y le hago más caso a la razón, pero hubo momentos en los que no».

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Trabaja básicamente con chapa plana, midiendo y cortando directamente, disfrutando con los ángulos y, siempre, aplicando el humor para hacer pensar al espectador sin perder la sonrisa. «A mí de pequeño me decían que era un veleta porque me gustaba hacer de todo y en el momento, era muy impulsivo. Al principio, eso lo veía como un insulto. Pero conforme ha ido pasando el tiempo, esa impulsividad la veo como algo positivo. El tiempo ha sido lo que ha ido colocando cosas en su sitio. El tiempo me ha enseñado, y me ha dado tranquilidad».

Una amiga le regaló el libro 'El manantial', novela de 1943 escrita por Ayn Rand, llevada al cine por King Vidor en 1949 y con Gary Cooper interpretando a Howard Roark, un arquitecto vanguardista que rompe con el mundo de lo convencional. «Es un alegato en favor de la creatividad y el individualismo que le lleva a enfrentarse al 'establishment' que rechaza las innovaciones en la profesión. Roark impone su pensamiento y sus condiciones, aunque vaya en su perjuicio; incluso llega a trabajar en una mina. Lo juzgan porque revienta un edificio suyo: cuando se lo encargan, un edificio de viviendas de protección, dice que no quiere cobrar y pone como única condición que respeten el diseño. Y como al final el diseño lo cambian, un día lo revienta de explosivos y salta por los aires. Lo juzgan y su alegato final sigue dando escalofríos. Él hace lo que está en el contrato. Es una figura que me inspira porque es fiel a su pensamiento», cuenta Belando a propósito de Howard Roark, que motiva dos obras de la exposición, 'Faro' y 'Faro contra'.

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El choque de la individualidad y el colectivismo también está presente en 'Uno más, uno menos', con la que reflexiona sobre lo que significa diluirse en un grupo, y cómo el grupo se resiente cuando los líderes mueren o son sustituidos.

En 'Juan Solo' habla de las luces y las sombras, una pieza pensada como un autorretrato o retrato del ser, «pues todos tenemos luces y sombras», insiste. Los matices que nos rodean, representados en los colores primarios, determinan nuestras decisiones. La gravedad hace su trabajo con la pintura, que chorrea sobre el busto formando arrugas. Solo tiene un ojo, solo hay una oreja, «¿porque quién lo ve todo o lo oye todo? Nadie». Finalmente, la obra 'Yo cuento, tú vive' es una representación del tiempo, un personaje que cuenta con la cabeza apoyada en una mano, realizada «con el color de la arena coralina, la de los relojes de arena»: «Hagamos lo que hagamos, nosotros nos haremos viejos y nos iremos, pero la figura de este hombre seguirá contando. Cuando jugábamos al escondite, los 10 o 20 segundos que te tirabas contando era la vida o la muerte de los demás, y ahí es donde quería situarlo».

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Belando, artista autodidacta que tiene su estudio en el Campo de Murcia, cree que muchos lugares de la Región podrían embellecerse con esculturas. Su mundo, «que produce paradojas visuales y un relato de la época no esperado», según los comisarios, está cargado de «intuición e ironía».

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