Interior de la desaladorade San Pedro del Pinatar. J. M. Rodriguez/AGM

Veinte años de desalación

En 2005 abrió en San Pedro del Pinatar la primera planta desaladora de la Región, lo que dio paso a una alternativa para el riego con tantas controversias, como futuro por delante

Lunes, 24 de noviembre 2025, 19:51

La desalación, la controvertida desalación, no tiene marcha atrás. Su avance es lento, pero imparable, aunque aún le quedan años, a decir de los expertos, para que acaben de resolverse los problemas (altos costes económicos y energéticos, principalmente) que impiden que esta solución termine de extenderse por los regadíos de la Región. Este mismo mes ha trascendido el primer bombeo de agua desalinizada de la historia para rellenar un lago de agua dulce. Ha tenido lugar en el mar de Galilea, en Israel, donde las tecnologías del agua y la agricultura están a la vanguardia del mundo, por lo que no resultará extraño que acabemos viendo soluciones similares por estas tierras. De momento, aquí se han cumplido 20 años de la puesta en marcha de la primera desaladora de la Región.

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La puesta en marcha de la desaladora de San Pedro del Pinatar, en 2005, marca un hito que irá adquiriendo importancia conforme avance esta tecnología. Esto que implicará su abaratamiento, hasta el punto de convertirla en verdaderamente rentable para la producción agraria, que ahora únicamente puede aprovecharla en producciones de un buen valor económico. De ahí que, inicialmente, su uso se centró sobre todo en el suministro urbano e industrial, más que en el riego agrícola. Sin embargo, este último cometido es el que más expectativas levanta, por la alta necesidad del líquido elemento que precisa el campo para mantener, y en su caso mejorar, las actuales producciones en un entorno árido y ante las consecuencias previstas del cambio climático.

En la actualidad, algo más del 21% del agua desalada que se produce en España se dedica a la agricultura, lo que supone un notable volumen, teniendo en cuenta que la capacidad instalada en esta tecnología ya es la cuarta del mundo, tras Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos. Así lo recogió el año pasado la Asociación Española de Desalación y Reutilización (formada por compañías del sector, universidades, centros de investigación y distintas Administraciones Públicas) cuando se cumplió el 60º aniversario de la apertura de la primera desaladora del país, en Canarias, en 1964.

«En general, el usuario agrícola mezcla el agua desalada con agua procedente de otros orígenes para reducir su precio y de paso equilibrarla químicamente», explica la entidad promotora de esa fórmula de obtención de agua dulce: «Pero en los cultivos de invernadero de alto valor añadido, el coste del agua no supone más de un 5% de los costes de producción, y la productividad económica de esa agua supone entre cinco y siete euros por metro cúbico», asegura. Y esto, continúa, demuestra «que sería viable incluso el riego de estos cultivos con agua desalada pura». El gran valor de la desalación es que permite a los agricultores «disponer de agua sin depender de la climatología, lo que asegura la producción y posibilita su planificación». De hecho, afirma, ya «la consumen la mayor parte de las comunidades de regantes e industrias agrícolas del sureste español y las islas».

De otra parte, como recogen los investigadores de la Universidad de Alicante Álvaro Francisco Morote, Antonio Manuel Rico y Enrique Moltó en un artículo académico sobre 'La producción de agua desalinizada en las regiones de Murcia y Valencia', elaborado hace unos años, «el elevado coste de la desalinización ha motivado el rechazo de ayuntamientos y regantes hacia esta fuente no convencional». Esta circunstancia acabó derivando en una politización de la cuestión, «a raíz de la cual han surgido posturas antagónicas que enfrentan trasvases y desalinizadoras y que ha propiciado una escasa aceptación social del agua desalinizada». Pese a ello, «la apuesta por la desalinización va más allá de considerarla una alternativa estratégica para atender situaciones de sequía y es valorada como una fuente ordinaria de suministro, válida para sustituir extracciones en acuíferos sobreexplotados y para garantizar usos urbanos y agrícolas».

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En todo caso, los autores no confían en que el uso de la desalinización a gran escala vaya a suponer «una solución tecnológica definitiva para resolver los problemas de escasez de agua en las regiones del litoral mediterráneo español en el siglo XXI». Aunque, apuntan, la desalación puede erigirse «como una alternativa y como un recurso estratégico para afrontar futuros escenarios de penuria hídrica y resolver conflictos sociales, ambientales, territoriales e institucionales». Veremos si evoluciona en la agricultura regional en los veinte próximos años con mayor encaje que en los otros tantos pasados.

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