Pedro Salinas, el crítico artista
Con las dos participaciones del profesor y poeta en el Suplemento Literario de LA VERDAD se vuelve a constatar el vigor cultural de la ciudad de Murcia en aquellos años veinte, cuando los autores que habrán de formar la Generación del 27 se dejaban querer y cedían sus inéditos a las innumerables revistas de la época, cuando aún no habían formalizado su encuentro oficial ni se habían inmortalizado en aquella fotografía del Ateneo de Sevilla. Hoy recuperamos estas dos colaboraciones de la mano de Isabel Martínez Llorente con ilustraciones de la ciezana Paulina Real
Isabel Martínez Llorente
Sábado, 23 de septiembre 2023, 07:21
El 4 de julio de 1926 aparece en el Suplemento Literario de LA VERDAD una reseña que lleva el equívoco título 'Pedro Salinas juzgado por Azorín': dos reconocidos maestros de la literatura española que, aunque de generaciones diferentes pero no tan distantes (la de 1898 y la de 1927), convergen en su atención crítica, filológica, hacia otro poeta del siglo XVIII que, sin duda, no es tan conocido para el lector contemporáneo: Juan Meléndez Valdés.
Pedro Salinas (Madrid, 1961-Boston, 1951) había publicado en 1925 la edición de sus 'Poesías' en la colección Clásicos Castellanos, vinculada al Centro de Estudios Históricos, una formidable empresa que, dicho sea de paso, recoge cuidadas actualizaciones de los clásicos de nuestra lengua a cargo de nombres tan prestigiosos como Menéndez Pidal, Navarro Tomás, Américo Castro o Valbuena Prat. Azorín ensalza sin tapujos el largo y notable prólogo del «crítico artista», el profesor Salinas, un estudio para él definitivo, impecable, «modelo de crítica fina y sensitiva», para glosar la poesía de Meléndez Valdés como el verdadero inicio de la transición hacia el siglo XIX, esto es, el comienzo de la poesía moderna.
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Al lado de la tal reseña, que no es sino la reproducción de un artículo de Azorín aparecido en 'La Prensa' de Buenos Aires, la página del Suplemento adjunta un fragmento del mencionado prólogo de Salinas donde también ensalza la figura de Valdés en el contexto de la poesía española de finales del XVIII: pese al andamiaje poético decorativo, pese a las muchas imitaciones y la repetición de temas, el poeta no se deja arrastrar por una musa interna, sino que asume una misión reformadora de aquella poesía ramplona que se venía cultivando por «vulgares copleros» y «poetas de tercer orden», en un impulso de elevación del tono poético que superase los «pobres rescoldos de la soberbia hoguera gongorina» y el «remedo desmedrado de la poesía burlesca de Quevedo» que habían campado a sus anchas en aquel siglo.
No será esta la única vez que Salinas colabore con el Suplemento Literario de LA VERDAD, al auspicio de José Ballester y de Juan Guerrero Ruiz, dos personalidad notables en la cultura española de la época que, afortunadamente, coincidieron durante unos años providenciales en la ciudad de Murcia [años en los que también llegará Jorge Guillén como catedrático de la Universidad de Murcia, siendo después director de la revista 'Verso y prosa' (1927-1928)].
Primer monumento literario
En efecto, hay otro número del Suplemento en que se incluye el prólogo a su versión del Poema de Mío Cid, ese texto que para muchos es el primer monumento literario de nuestro idioma, si bien había sido bastante ignorado hasta que lo rescatara el insigne Ramón Menéndez Pidal en su edición de Clásicos Castellanos, de 1913.
Pedro Salinas se refiere a este empeño y alaba en un principio su claridad y precisión, así como el que llevó a cabo su amigo el mexicano Alfonso Reyes; no obstante, no elude ciertos reparos críticos hacia ambos intentos, buscando con ello el amparo y la justificación de su propia «versión popular en español moderno y en metro romance».
Según Salinas, frente a la demasía de notas eruditas al pie, que interrumpen la lectura (en el caso de Pidal) y la arriesgada prosificación que priva al poema de su mayor virtud, su poeticidad (en el caso de Reyes), él opta por la fidelidad al texto primitivo sin desviación en busca de ornato, sustituyendo solo los arcaísmos y adoptando la versificación en romance, «metro épico nacional por excelencia»; la idea subyacente es «ofrecer esta obra a un crecido número de lectores que fatalmente se ven alejados de ella por las dificultades de lo arcaico», llega a decir.
Otras versiones
En la misma página, al lado del prólogo a la edición de Salinas, los responsables del Suplemento Literario de LA VERDAD tuvieron el acierto de incorporar un conocido fragmento del Poema de Mío Cid en la versión de Ramón Menéndez Pidal, así como su equivalente prosificado según la interpretación de Alfonso Reyes y el más reciente extraído de la edición de Pedro Salinas; y también, cómo no, el antológico poema 'Castilla' de Manuel Machado, aquel pasaje en que el Cid Campeador cabalga con los suyos camino del destierro y detiene sus pasos en una aldea donde nadie puede acogerlos por orden expresa del rey, y entonces surge la inocente muchacha que impone el contraste abrupto entre la rudeza de la tropa y su certeza vulnerable.
Con estas dos participaciones del profesor y poeta Pedro Salinas en el Suplemento Literario de LA VERDAD se vuelve a constatar el vigor cultural de la ciudad en aquellos años veinte, cuando los autores que habrán de formar la Generación del 27 se dejaban querer y cedían sus inéditos a las innumerables revistas de la época, cuando aún no habían formalizado su encuentro oficial ni se habían inmortalizado en aquella fotografía del Ateneo de Sevilla, con el motivo o la excusa de conmemorar a Góngora en el tercer centenario de su muerte.
No llegó a impartir clases en Murcia, pero sí dio conferencias
En un interesantísimo artículo, 'Pedro Salinas y la Universidad de Murcia', el catedrático emérito de Literatura Española de la Universidad de Murcia Francisco Javier Díez de Revenga recupera esta conexión con Murcia de Pedro Salinas. Con asiduidad es citado como catedrático de Lengua y Literatura Españolas de la Universidad de Murcia, «en virtud de permuta con Jorge Guillen, que pasó a ocupar a partir de entonces la plaza que Salinas había venido desempeñando en Sevilla durante casi diez años (1919-1928)», si bien Salinas no llegó a ocupar, de manera efectiva, la cátedra murciana, según recuerda Díez de Revenga. El motivo fue que se incorpora entonces al profesorado de la Escuela Central de Idiomas (dirigida muchos años por su amigo Díez-Canedo), teniendo a su cargo la cátedra de lengua y literatura españolas, para extranjeros (1930-1936), según cita Soledad Salinas de Marichal, en la 'Cronología biográfica' que precede a la edición de 'Poesías Completas' de su padre (Barcelona, 1971 y 1975). «Salinas no llegó a impartir sus clases en nuestra Universidad, y no pasarían de constituir éstos una colección de datos administrativos curiosos, si no estuvieran relacionados con una actividad menos conocida del poeta: la de conferenciante, que en efecto pudo llegar a desarrollar en nuestra Universidad, aunque algunos años antes de llegar a ser nominalmente Catedrático de la misma», incide Díez de Revenga, un hecho que confirmó José Ballester.
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