Marisa López Soria: «Soy muy de dar alas. No me gusta agobiar»
La escritora, con una reconocida trayectoria como autora de libros para niños, regresa a la literatura para adultos con el poemario 'Muy señores míos'
«Yo no sé cuándo dejan de doler las pérdidas, o si alguna vez dejan de doler. Aunque, menos mal, el dolor se mitiga al ... mezclarse con lo cotidiano», dice la escritora Marisa López Soria, nacida en Albacete y cuya existencia está unida, desde el principio, primero a Cartagena y, desde hace ya años, a Murcia. Y habla de pérdidas, en plural, porque, para ella, tanto la de su madre, la excelente poeta Josefina Soria, como la su padre, Marcelo López, son indisolubles. «Ambos continúan tan ciertos en mi vida -explica- que solo puedo hablar de presencias. Es más, tengo un sueño recurrente y muy muy agradable: Marcelo abre la puerta de casa y su sonrisa simpática me da la bienvenida con aquel cachete en la mejilla y su '¿qué hay, moza?'. Josefina aguarda detrás, en un segundo plano, feliz de verme también, pero a la zaga, que la nuestra nunca fue sencilla dependencia».
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¡Su padre!: «Con la digna presencia de su perfil heleno, el garbo y la elegancia del porte, la exquisitez hasta en los dedos del pie, tal primor, que cada uno se diría un ángel temeroso a posarse». Y eso, «sin aludir a sus manos laboriosas, mensajeras, infatigables, aterciopeladas como ningunas. Y la profunda sinrazón de la tristeza enraizada en sus ojos, la precisión del dibujo de su boca, la luz de su sonrisa, y hasta la peculiaridad de sus desplantes -«¡váyase usted a paseo!»-, que conformaban toda una vida de afectos extremos».
¡Su madre!: «Celeste, generosa e ingenua, cósmica y excesiva, brillante más allá de su propia consideración, excedida a toda imaginación». Con estos versos de ella abre, precisamente, 'Muy señores míos', su nuevo poemario, para público adulto, publicado en Difácil: «Tus hombres cantan, sueñan heroicos. / Hombres absortos en la memoria del fuego y azogue en la palabra. / Te arrepientes negando. Tres veces no. De la noche más noche vienes / para que el día festeje la creación». El poemario, dedicado a su padre, y a su marido, el fotógrafo Frédéric Volkringer, es un estallido de madurez y borrasca.
Un hombre
Un hombre nada más surca mi vida. Del mar del norte a la sequía un hombre solo ha cobijado el eco del páramo lunar de mi planeta. Algo ha ocurrido cuando uno solo, nada más (que no es soldado ni es mucha gente ni místico alfabeto), sabe todos mis rododendros.
XXIV
Si me despojas de todos los refugios, si me niegas el estrujón de tus abrazos, haré mi fortaleza en el recuerdo de tu enorme nariz, tus pies deformes, tus muchas injusticias, tus hipérboles, ¡tamañas exageraciones! Ya sabes que soy terca, ¿ves que ni lloro? Lo estás buscando. Y yo, tu testaferro, irritada, extendida, haré caceroladas, divulgaré tus faltas, redundaré mil veces, por qué, por qué, por qué. Tú no eras ningún santo. Capaz seré de colocar flores de plástico, o dibujar tu rasgo más trivial como vivencia única. En incuria, si te haces de rogar, y me dejas derramada en aristas, acento meritorio pondré en que perdures ante los hombres en el apresto de simples bocadillos de jamón.
«No importa quién fuese mi padre. Lo importante es quién recuerdo yo que fuese», decía Anne Sexton, con la que Marisa López Soria está de acuerdo. Para ella, su padre «era agua de la fuente -manchado de erratas y silencios- / y aunque él no lo sepa, / útero fue, y contrafuerte, de / inciertas cuestiones éticas, enventualidades que / ilustran mi derecho, por nacimiento, / al idealismo, a la indulgencia, / a la revolución insolente y a las interferencias. / Sin extenderme, / raíces traigo en las preguntas y en las respuestas / -no cuadran cuentas con utopías-, / el inventario de su legado es regio. / Eternidad merece quien nos nutrió de savia».
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«No sé cuándo dejan de doler las pérdidas, o si alguna vez dejan de doler. Aunque, menos mal, el dolor se mitiga al mezclarse con lo cotidiano»
La autora reconoce que la vida y la muerte de sus padres marcaron su existencia. Y siempre hay algunos versos de Josefina Soria rondándole la cabeza y el alma. Como estos: «Un mar lleno de peces me navega. / Abro a la vida sus compuertas altas / y en resplandor me anego».
Como recuerda la poeta Raquel Lanseros, en el prólogo de 'Muy señores míos', «desde su primer y único poemario, 'En consideración te escribo' (1995), Marisa López Soria no había vuelto al género por considerar que la poesía no es cotidiana, es rapto y soplo de trance único, aunque también por rendición palmaria a la voz de su madre, maravillosa Josefina Soria». Y «un número aceptable de años más tarde regresa de nuevo al decir poético, revela ahora, por necesidad de una expresión que no encuentra acomodo en ninguna otra parte, si bien, en la actualidad, ya ocupa un reconocido espacio como autora de Literatura Infantil y Juvenil, especialidad a la que se entrega con escogida libertad». «De igual forma», añade Lanseros, «la descubriremos jugando en sus versos, festejo que no debería pasar inadvertido al lector en fragmentos del poemario». Y reaparece «elaborando este nuevo libro de madurez, tanto desde el punto de vista formal como temático. Dividido en tres apartados diferenciados. 'Muy señores míos' supone un viaje simbólico y real a través del tiempo y del espacio, desgranando con maestría el universo emocional de la autora ante la muerte y pérdida, que nos conduce al aspecto formal de 'La otra orilla', y a la indagación de afectos, en 'Trampantojos (Poemas reos)', hasta el auge y esplendor de 'París'».
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«Me gusta muchísimo quedarme en silencio, tumbada, sin música ni nada, y dejar divagar el pensamiento»
Para Lanseros, autora de poemarios como 'Las pequeñas espinas son pequeñas' (Hiperión), «ha sido toda una delicia acompañarla a través del desgarrador y lírico duelo por el padre en 'La otra orilla' y, de lance en lance, por los contradictorios y poliédricos sentimientos que genera la pasión humana en los dos apartados que le siguen».
El libro
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Título 'Muy señores míos'. Poesía.
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Autora y editorial Marisa López Soria. Difácil.
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Páginas 104
En efecto, «los poemas de 'La otra orilla' son honda elegía a la pérdida, y una lograda introspección psicológica en el duelo, la ausencia, y la brevedad de la existencia». Mientras, en la segunda y tercera parte de 'Muy señores míos', estas de temática amorosa, «despliega un estupendo dominio del ritmo y, en uso de la ironía nos adentra en los contradictorios y poliédricos sentimientos que genera la pasión humana». Hay en estos esperados poemas de Marisa López Soria ecos de culpa, desengaño y rebeldía ante el atropello que el desamor trae consigo. Y también habitan en sus versos el elogio del amor y del lenguaje, así como su personalidad, que tiene mucho de cometa y de biblioteca de sueños.
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«He aprendido a no juzgar, porque desde luego yo no quiero que me juzguen. Y también le diré que cada vez pongo más esmero en estrechar lazos»
«Me gusta muchísimo quedarme en silencio, tumbada, sin música ni nada, y dejar divagar el pensamiento. Tengo unos estupendos sillón y sofá desde los que mis pensamientos fluyen tan contentos. Y cuando estoy junto al mar, es ya la locura», indica la escritora, madre de dos hijos varones y abuela de dos nietas, Berta y Carmen, a las que adora: «Son mi gran disfrute. Qué pocas cosas hay tan maravillosas como la ternura que te despierta un niño, como besarlos y acariciarlos cuando se dejan, como escuchar las cosas que te cuentan...».
«Yo soy muy de dar alas», dice la escritora. «No me gusta nada agobiar, ni que me agobien», añade. Entiende que «respetar la libertad del otro es fundamental en las relaciones». No es de ahora, «desde siempre me ha pasado que me gusta que me dejen vivir mi vida; ahora bien, cuando mis hijos me piden algo, soy capaz de remover cielo y tierra para atender sus peticiones. Me he esforzado mucho, esa es la verdad, para que se sientan libres y vuelen solos».
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Lo prioritario
-¿Qué ha aprendido?
-Que cada persona somos un mundo, con un interior, muy rico, lleno de sumas y de restas. Y también he aprendido a no juzgar, porque desde luego yo no quiero que me juzguen. Y también le diré que cada vez pongo más esmero en estrechar lazos. Me doy cuenta de que, cada vez de forma más consciente, intento escribir poquito y disfrutar más de la gente que tengo alrededor. Y eso que a mí escribir me da la vida. Tener tiempo para los míos, la familia y los amigos, es prioritario.
«Más que prohibir, lo que hay que hacer es enseñar a tomar las decisiones correctas»
Cuando a Marisa López Soria se le pregunta qué deben los padres enseñar a sus hijos, responde veloz, sin la menor duda: «A ser críticos, a no conformarse con lo primero que les dicen. Y, desde luego, a ser respetuosos. El respeto es un gran tesoro. La verdad es que adelantaríamos mucho si los padres enseñaran a sus hijos algo que, por desgracia, escasea aunque nadie quiere reconocer que le falta: sentido común. Más que prohibir, lo que hay que hacer es enseñar a tomar las decisiones correctas».
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