En un encuentro de escritores en Mazarrón en 2021. Inma Pelegrín. Vicente Vicéns / AGM
ABABOL | Literatura

Inmaculada Pelegrín: teórica... de las cosas

Valiéndose de artilugios que nos rodean, en 'La teoría de las cosas' la poeta lorquina se remonta y extrae conclusiones, o mejor, teorías que vienen a poner en relación y en interacción a la persona y el objeto

María Parra Soler

Sábado, 11 de noviembre 2023, 07:35

No, no es casualidad o simple coincidencia el que por unanimidad todos los miembros del jurado del XXVIII Premio de Poesía Ciudad de Jaén otorgaran ... dicho galardón al poemario 'La teoría de las cosas' de la autora lorquina Inmaculada Pelegrín. Y lo hicieran entre nada menos que 261 obras presentadas a dicha convocatoria. Y no es la primera vez que un jurado se decanta por los versos de esta poeta, pues antes habían distinguido otros poemarios suyos con el Premio Gerardo Diego, o con el Premio Juan Ramón Jiménez, o con el Premio Antonio Machado.

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A pesar de su humildad y actividad literaria fuera de los círculos o ambientes de relumbrón, Inmaculada Pelegrín es hoy, sin duda, uno de los valores más importantes de la poesía que se escribe en esta tierra nuestra y que, por ello, es reconocida también fuera de los límites de esta región.

Ciñéndonos a este último libro, lo primero que nos sorprende es el título del poemario, pues estamos acostumbrados a teorías sobre temas tan profundos como la vida o la muerte o Dios o el arte o tantos otros aspectos «importantes» del devenir humano, pero elaborar, y en verso, una teoría sobre las cosas no es tan usual porque, aparentemente, las cosas son eso, solo cosas: no tienen vida, ni sentimientos, ni emociones, ni recuerdos... Pero, tras leer a Inmaculada Pelegrín, nos damos cuenta de que no es así, de que son algo más, mucho más que entes inertes pues, entre otras cosas, pueden ser fuente y motivo de inspiración de unos versos realmente maravillosos, aunque para ello haya que tener sensibilidad y alma de poeta, que es lo que tiene la escritora lorquina.

De esa relación de interdependencia, de posesión mutua, surgen sentimientos que creemos solo humanos como el rencor o la ternura

Y con esa varita mágica de poeta consigue que las cosas adquieran vida y que tengan sentimientos y que nos den lecciones y que aprendamos de ellas. Pues por las páginas del libro nos topamos con un abrigo de paño en el que buscamos un calor que ya no encontramos, o con pares de guantes que ansían adaptarse a unas manos para protegerlas o para hacerlas más elegantes, o con maletas a las que les gusta sentir el calor de unas manos en su asa, o con una de esas cámaras de fotos en miniatura en las que antaño veíamos imágenes típicas que «trazan el holograma de la felicidad».

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Pero este recorrido por tantos objetos que generalmente sólo apreciamos o valoramos por la utilidad práctica que tienen para nosotros, no se limita a una descripción de ellos con imágenes o metáforas afortunadas y sugerentes, sino que Inmaculada Pelegrín va más allá y, valiéndose de estos objetos cotidianos que nos rodean en nuestro devenir diario, se remonta y extrae conclusiones, o mejor, teorías que vienen a poner en relación y en interacción a la persona con el objeto y eso justifica el título del poemario. No son teorías que tengan peso científico o matemático sino afirmaciones que reflejan sensaciones y vivencias que pueden llegar a ser caducas. Pues en algunas de estas formulaciones «teóricas» afirma que las cosas, como las personas, experimentan la decadencia y el deterioro con el paso del tiempo, por no son inmunes al correr de las hojas del calendario: «Al mirar nuestras cosas, / nos parece intuir su decadencia» o «Nuestras cosas aspiran / disimuladamente al deterioro».

Si para la autora el valor de lo imprescindible de las cosas es compartido con el de las personas, el efecto del paso del tiempo es también otro aspecto que nos hace pensar que las cosas y las personas no somos tan diferentes, porque, tras la lectura del poemario, queda claro que las cosas no son algo ajeno a nuestras vidas, sino que existe una relación de interdependencia, de intercomunicación e incluso hasta de sutil complicidad que nos hace dependientes mutuamente. Estos versos nos rompen esa sensación de que somos dueños totales de las cosas y que podemos usarlas como poseedores absolutos que somos de ellas, pues, según Inmaculada, «nos poseen en la misma / medida que nosotros / también las poseemos».

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El milagro de la creación

Pero no solo se da esa relación de interdependencia, de posesión mutua, sino que entre ellas y nosotros surgen sentimientos que hemos pensado siempre exclusivos de la especie humana, como el rencor o la ternura. Y así leemos «los objetos nos tratan con ternura» o también «no guardemos rencor a nuestras cosas».

Pelegrín trata el milagro de la creación, no solo desde el punto de vista divino, sino también humano. Y es que, si las cosas son creación del ser humano, el ser humano es creación de Dios, por lo que también está presente esa dualidad creadora en la que se invoca a la divinidad para dejar patente no solo la capacidad creadora de lo humano, sino también de lo divino, gracias a la que todo gira. «A Dios no le molesta / sentirse incomprendido. / A los que le pedimos un milagro / nos muestra el horizonte…».

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Si tuviéramos que definir este poemario echando mano de los conceptos de la teoría literaria diríamos que es una prosopopeya o personificación continuada, pues desde las prendas de vestir hasta objetos de adorno, o incluso, las maletas o electrodomésticos como el frigorífico 'no frost' adquieren vida o, mejor, vida poética por obra y gracia de una mujer que mira la realidad con ojos de poeta y que sabe darle forma a través de versos que merecen no solo ser leídos sino ser saboreados por quienes amamos y disfrutamos con la poesía, la buena poesía.

No hay mejor colofón para esta aproximación a este último y premiado libro de la autora lorquina que estas palabras de Juan Ramón Barat, otro gran poeta que, durante un tiempo sembró también con sus versos esa ciudad y que conoce muy bien la trayectoria de Inmaculada Pelegrín:

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«Inma Pelegrín es una poeta dotada de una lucidez insultante. Es ágil, fresca, inteligente y divertida. Un cóctel explosivo y maravilloso para paladares poéticos exquisitos».

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