Las raíces de dos premiados
N. RUIZ
Lunes, 17 de octubre 2016, 22:32
Curiosamente, Benavente también era murciano, digamos, tangencialmente. Su padre nació aquí en 1918. Fue conserje de la Sociedad Económica de Amigos del País. En sus memorias, el otro ganador del Premio Nobel -qué extraordinaria coincidencia- recordaba las figuritas de barro que en su casa de Madrid emulaban a las de Salzillo, al que comparaba con Murillo, y hablaba de la Semana Santa murciana como de la de Sevilla. También Benavente vino al Romea a estrenar una obra en 1922. Algo tendrá la ciudad para que dos premios Nobel de Literatura hundan aquí sus raíces.
Volviendo a Echegaray, lo cierto es que su literatura hoy es difícilmente asumible. De un carácter excesivo e hiperbólico, no aguanta la comparación con Galdós de ninguna manera, pero hay que pensar que recibió el Nobel en 1904 y entonces el lector tenía otros intereses. No fue, en absoluto, un autor de vanguardia ni un intelectual preocupado por la profundidad de sus escritos. Sí fue un idealista político, un matemático casi genial y un gran escritor popular, equiparable a lo que hoy representaría Dan Brown. Además de un murciano que escribió las palabras que en 2011 recogía en un artículo Antonio Botías: «Puedo llamarme murciano con gran derecho, si es que nuestra tierra es la tierra donde desarrollamos nuestro cuerpo y formamos nuestro espíritu. No he nacido en Murcia, pero en ella me he criado y los primeros recuerdos que tengo de mi niñez los tengo de Murcia... ¡Me siento murciano!, ¡muy murciano!». Echegaray es el señor que aparecía en los billetes de mil pesetas... Y algo más.