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El poeta Vicente Medina, montado en carreta, en plena huerta.

La emigración, un drama hecho verso

Noventa años después, se recupera en edición facsímil 'Abonico. Las cartas del emigrante', obra del escritor archenero Vicente Medina

PEDRO SOLER

Martes, 5 de julio 2016, 01:36

Se encontraba a miles de kilómetros, pero escuchaba el sonido de las campanas de su tierra, cuando escribía que «las tocan allá en España / y en América las siento». También echaba de menos a la moza que hacía ramos en el Huerto del Conde, porque, desde aquel 1908, cuando partió como emigrante hacia Buenos Aires, «ya no te he vuelto a ver más, / ni a Murcia la de las flores». Era Vicente Medina (Archena, 1866-Rosario de Santa Fe -Argentina, 1937), quien escribió aquel 'Abonico. Las cartas del emigrante', libro prieto de versos entrañables, de añoranzas y de gestos tristes y doloridos, todo provocado por el recuerdo constante de la ausencia. Los poemas que aparecieron por vez primera en Montevideo, en 1917, y se reeditaron en 1926, son los que, noventa años después, renacen ahora en la tierra del poeta, en edición facsímil, gracias a la pertinacia incansable del profesor Jesús Jareño, quien siempre ha encontrado en Vicente Medina una fuente de entusiasmo. Es que, para él, «los méritos de Vicente Medina superaron cuanto actualmente se puede imaginar».

Esas cartas en verso que incluye 'Abonico' se ocupan de recuperar los ecos de la lejana España, del 'calorcico' de la tierra, de las moreras y de las barracas de la huerta murciana, porque, pese a la lejanía, Murcia trasluce constantemente en estos versos. Ahí está la «Murcia de ferias y toros, / Murcia de las procesiones, / Murcia de los carnavales/ y Murcia la de las flores». Por supuesto, no podía faltar el drama de la emigración de cuantos «partían de la patria / hacinados en los buques». El poeta también nos transmite el olor de los tallos de alábega, el esplendor de las flores del almendro, las propias experiencias infantiles y sus amoríos juveniles, junto a tiempos de dramas y guerras. 'Abonico. Cartas del emigrante' se extiende hasta la búsqueda de la esperanza en un país, en el que el poeta también llegó a sentir la incomprensión y la afrenta de la cárcel. En definitiva, podría hablarse de una parcial biografía sentimental que Vicente Medina realiza sobre una etapa, llena de emociones líricas.

El libro se inicia con un comentario, 'Cariñoso recuerdo', de uno de los críticos más polémicos de entonces, Luis Bonafoux, quien afirma que «a mí me llena más el 'Abonico', que acabo de recibir -habla de la edición de 1917- de ese poeta suave y límpido como agua manadera, hondamente sentimental y triste, pero sin hiel, como entraña de madre dolorida, que se llama Vicente Medina». Y habla también del poeta que, «desde tan lejos como está, oye sonar las campanas de España y huele el aroma de los azahares de Murcia». 'Abonico' está ilustrado con una serie de dibujos y pinturas, originales del primo del poeta, el gran pintor Inocencio Medina Vera, junto a fotografías, algunas realizadas por el propio Vicente Medina. Recogen vistas y escenas de Murcia y su huerta, junto a momentos ambientales, expuesto todo con un realismo sentimental y colorista.

Lirismo e intimismo

En un singular prólogo, Vicente Medina se ocupa de comentar el lirismo y el intimismo que encierran las cartas de los emigrantes, porque, según afirmaba, «la lírica de la Humanidad está en las cartas que ha escrito o dictado». Para el poeta, la mayor intimidad y el «más lirismo exquisito» se encontraban en esas cartas escritas por personas de procedencia humilde, llenas de incorrecciones e incongruencias y de repeticiones monótonas. Ahí encontraba la autenticidad que él aprovechaba para convertirlas en versos («muestra preciosa del lirismo»), con los que quería ofrecer «una breve y leal opinión sobre la poesía popular». Por esto evoca a un poeta -«un conocido nuestro del cual no conservamos ni el nombre»-, que, en realidad, es un «jornalero de la tierra de una región de España, donde se trova mucho: el campo de Cartagena». Este poeta se había convertido en un emigrante, que escribe a su mujer una carta en verso, en la que Vicente Medina encontró «la forma simple, sencilla y popular», aunque lo que más le encantó fue «el sentimiento y la ternura, en términos tan reales y tan humanos». Es en la 'Carta a María' donde se desgrana un cúmulo de recuerdos hacia su mujer y en la que llama «claveles» a sus hijos. En general, en estas 'Cartas del emigrante', el poeta refleja la «¡angustia de la ausencia y de la separación, explosión de ternura y de tristeza!».

¿A qué se debe, después de noventa años, la recuperación de 'Abonico'? Jareño alude a su constante dedicación a la obra de Vicente Medina, y a que «la base de toda lectura que hago, siempre, de esta época de Medina es esta: 'Fui forastero y me acogisteis ...'. Por hoy, ni para el lector, ni para nadie, añadiré una palabra que no esté contenida en la palabra vivificante y definitiva de Jesús de Nazaret: 'Fui forastero y me acogisteis'. Fue así como Luis Bonafoux y Quintero se encontraron con el que siempre consideró 'el poeta de los poetas españoles', poeta de los pequeños y humildes, empequeñecidos y humillados. He ahí la razón de mis hondones, para haber dado a luz ese libro, que lleva en toda su andadura el espíritu de toda tierra de promisión acogedora».

También reconoce Jareño que, curiosamente, de 'Abonico' es «difícil o imposible encontrar referencias literarias o críticas, al menos yo no las he podido hallar», cuando las obras precedentes de Vicente Medina merecieron altísimos elogios de los más variados e importantes críticos y escritores del momento. Así, en un leve repaso por las numerosas revistas especializadas y periódicos de la época, el nombre del poeta murciano recibe las alabanzas de Leopoldo Alas 'Clarín', quien describía el primer tomo de 'Aires murcianos' como algo «tan español, tan universal también, pero tan español. Así es el arte mejor; del mundo entero y..., además, de su tierra». Unamuno se ocupaba, en 1908, en el periódico 'La Nación', de recordar la partida de Vicente Medina a Buenos Aires, y se refería a un poeta que «no es un artista tan solo. Porque los más de los que como poetas pasan por España y América -y más aún en América que en España-, suelen ser a lo sumo artistas, pero poetas, no». Y, al referirse a 'Murria' y 'Cansera', afirmaba que se trataba de «dos composiciones que pasarán a las antologías». Azorín, en un carta a Medina le aseguraba que en sus versos había encontrado «ingenuidad y sencillez; yo creo que esto es lo esencial de la poesía (...). Usted, cuando canta la tierra, es cuando mejor está; no abandone usted nunca ese camino».

Frente a esto, cuando aparece la primera edición de 'Abonico', en la revista 'Nuevo Mundo', del 7 de diciembre de 1917, Julio Cejador se preguntaba: «¿Quién se acuerda ya de aquel poeta de Archena, que nos trajo los 'Aires murcianos', el año 1898?». Pero no hay otras alusiones al libro publicado. ¿Por qué ese silencio sobre 'Abonico'? Jareño sospecha que «quizá se debió a varias causas, especialmente a la ausencia de su patria. Es verdad que, ya en 1917, pocos se acordaban de Vicente Medina, olvido que se acentuó cuando lo metieron en la cárcel por las sospechas de fraude donde trabajaba. El periodista Roberto Castrovido exponía en Madrid las causas, y, aunque se organizó una campaña periodística que reclamaba su liberación, los problemas con la judicatura siempre siguen pesando como un baldón. Y en la tierra de Vicente Medina alguien decidiría que no merecía la pena reivindicar a un poeta que había combatido el caciquismo, y que había estado en la cárcel».

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