Ahora que tengo tiempo
Un libro donde se aprecia la aureola vital de su autor, Antonio Parra
Con el desparpajo solvente de un escritor que ha mezclado con sabiduría las certezas que le proporciona el periodismo, las dudas que ha bebido en ... la filosofía y la música que le llega de la lírica, Antonio Parra viene construyendo poemarios tan originales como verdaderos con los que no cesa de sorprendernos a los que también jugamos a decir cosas con cierta gracia: «Ven amor a mi costado/ y vierte sobre mí/ la suave tormenta de tus labios».
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En esta ocasión ha elegido una de esas obsesiones que vienen preocupando a pensadores y artistas desde el origen de los tiempos, dela que muchos hombres y mujeres han escrito a lo largo de los siglos hasta constituir una de las claves del pensamiento y del arte universales: «Lo diré ahora que tengo tiempo./ Ahora que tengo, todavía, unas migajas de tiempo».
También Antonio, poeta, filósofo, periodista y profesor, le hinca el diente en estas páginas al asunto que más ha venido preocupando a hombres y mujeres desde la primera hora de la creación: «Ahora el reloj se ha parado/ y la negra nieve del tiempo/ se derrama sobre las tejas/ y en la herrumbrosa azotea».
Aunque el tono es diferente, alejado de la sesuda convencionalidad metafísica, pero a la vez tan lleno, tan empapado de esa angustia, que en Antonio parece un eco zumbón y lejano, pero a la vez tan real, tan juguetón, a veces displicente, otras de una seriedad intelectual casi dramática, pero siempre cargado con la honradez del poeta que no se aleja del todo de la senda rigurosa que le han traído la reflexión y el abismo; porque el tiempo, ese drama constante, no tiene enmienda ni permite otros caminos que los que nos conducen directos a ese mar que es el morir: «El tiempo. Y la memoria ya abrigada/ en nuestro lecho. / Venecia y una tarde griega./ Y otra vez el tiempo. / Y la sal de Cádiz. / Y el flamenco».
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Más parece este libro una aproximación subjetiva y personal, filosófica y poética a un tema tan socorrido que un poemario transido de horas y de días, envuelto en la aureola vital del propio autor, tal vez porque Antonio Parra no puede dejar a un lado la faceta de ensayista, de pensador, en los diversos aspectos a los que se va aproximando en sus libros, aunque insista en ofrecer una imagen de cierto descuido, de desnudez retórica para aportar una mayor profundidad a sus versos.
Pero, en cualquier caso, estamos siempre ante una revelación poética única y ante uno de los grandes escritores del país.
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