El escritor malagueño Antonio Soler. FRANCISCO GUASCO / EFE

Soler y el caso de las 'hipolitinas'

Novela. El autor malagueño aborda un escándalo eclesiástico de la posguerra en su ciudad natal

IÑAKI EZKERRA

Lunes, 17 de enero 2022, 21:48

El de los encubrimientos de los escándalos sexuales por parte de la Iglesia católica es un tema que ha comenzado ya a sobrepasar la crónica ... periodística para aterrizar en el género novelístico, donde es previsible que acabe creando moda. En Irlanda, John Boyne con 'Las huellas del silencio' y Patricia Gibney con 'Los niños desaparecidos' abordaron ya, en 2014 y 2018 respectivamente, los casos de pederastia en el clero de su país. En la narrativa en castellano, Santiago Roncagliolo se convertía el pasado año en un ineludible punto de referencia con 'Y líbranos del mal', una novela que denuncia los casos de abusos a menores en la Iglesia de su Perú natal.

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La historia absolutamente real de la que se ha nutrido el escritor español Antonio Soler para la elaboración de 'Sacramento', su nueva entrega novelesca, no se inspira en ningún caso de pederastia sino en Hipólito Lucena, un sacerdote que, en la Málaga de los años de la posguerra, logró involucrar a una veintena de feligresas en una dinámica de rituales sexuales adobados con una retórica mística que los justificaba. Lo que proponía el padre Hipólito a aquel incondicional grupo de beatas, cuyo grado de sumisión las llevó a autodenominarse 'hipolitinas', era algo más que la mera entrega a una práctica erótica de la que él era el gran protagonista y beneficiario. Se fabricó un discurso que tenía sus antecedentes en la tradición herética del iluminismo y que postulaba el acceso a la gracia divina mediante el placer carnal.

El caso es, sin duda, fascinante y Antonio Soler lo aborda desde tres ángulos que corresponden a las tres partes en las que ha dividido el libro. La primera de ellas, a la que titula 'Antecedentes', se centra en cómo llega esa historia a su vida –a través de un encargo para una revista cultural de mediados de los años ochenta– y el proceso por el que el cura extraviado lo va atrapando hasta ganarlo como personaje literario. La segunda parte, titulada 'El mapa', sitúa el caso en el contexto de una época que se describe cargando las tintas en la tenebrosidad del nacional-catolicismo ambiental y en una ingenua mentalidad social que pasa de lo pintoresco a lo caricaturesco al comparecer obsesionada con los platillos volantes. Finalmente, la tercera parte, que es la más extensa y que lleva el título de 'La historia. La novela', se vuelca en la biografía y la personalidad del singular clérigo así como en los hechos que conforman su peripecia sexual-religiosa. Soler trata de abrir comprensivamente la mirada hacia el ser humano marcado por la prematura pérdida de la madre y por su paso por el seminario, por el idealismo juvenil con el que vive su ordenación en 1930 y su especial atención a los pobres, por su escaso atractivo físico y el atormentado proceso con el que trató de conciliar las demandas de su extravagante libido con la condición sacerdotal.

Es en esa parte final, que constituye el verdadero cuerpo del libro, en la que describe las escabrosas actividades orgiásticas de don Hipólito y su insólito harén en el altar mayor de Santiago Apóstol, una parroquia situada en pleno centro de la ciudad andaluza. Y es en este bloque narrativo en el que el autor se adentra en unos desconcertantes alardes de estilo y unos afectados registros poéticos entre los que no acaban de encajar ciertos amagos irónicos y entre los que, por el contrario, se agradecen los datos realistas que se nos brindan: la astucia con la que el entonces obispo Herrera Oria consigue, con una mano, que la justicia civil se inhiba ante el escándalo haciendo valer el Concordato, pero a la vez introduce, con la otra mano, en los dominios del cura Lucena al dominico Quiroga para que haga de espía y le informe del verdadero alcance del caso; el modo en que las autoridades eclesiásticas evitan toda publicidad, recluyendo a Lucena en una suerte de cárcel vaticana durante veinte años, así como trasladando a las hipolitinas en el autobús de una empresa privada a un convento de Ronda para someterlas a unos ejercicios espirituales de los que salieron enmudecidas.

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El verdadero enigma de 'Sacramento' y de la verídica historia que desarrolla no es el del sacerdote narcisista que modeló una herejía a la medida de su peculiar sexualidad sino cómo un grupo tan amplio de mujeres adultas, a las que la época imponía la mantilla en la misa, pudo entregarse a ese estrafalario desvarío hasta el punto de que alguna de ellas vivía su propio matrimonio como un adulterio pecaminoso pues a quien sentía que debía guardar fidelidad de esposa era a su confesor.

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