María Pérez-Tomé es profesora en el Colegio Montepinar. Vicente Vicéns / AGM
El libro de la semana de Ababol

No hay secreto que aguante un carajillo

'Complot a fuego lento' ·

El debut en la novela de María Pérez-Tomé tiene un componente de comedia ligera que deviene en drama -todo servido en bandeja de plata y sin demasiadas lágrimas-. Entraría en juego un cierto y eficaz toque 'almodovariano'. Me refiero a ese Almodóvar experimental, más puro y suelto, de 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón'

Sábado, 3 de junio 2023, 08:08

La huella de Jardiel Poncela, con ese humor tan estrambótico, disparatado, de raigambre surrealista, así como la aportación, más cercana a nosotros, de otro consumado ... artista del género como Eduardo Mendoza, con relatos como 'Sin noticias de Gurb', está dando sus frutos. Y la novela de María Pérez-Tomé, 'Complot a fuego lento', es una buena prueba de ello.

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Humor, no a carcajada limpia, ni tampoco de tono quevedesco, brumoso e inquietante, sino con la dosis justa para que el lector no se aburra. En una novela, aseguraba el maestro Marsé, está todo permitido, menos el aburrimiento. La historia se construye, además, con muchos de los más conocidos resortes del relato policiaco. Por lo que no es casualidad que uno de los personajes se declare lectora de Agatha Christie.

'Complot a fuego lento' tiene, además, algún que otro componente de comedia ligera que deviene en drama -todo servido en bandeja de plata y sin demasiadas lágrimas-, con lo que también entraría en juego un cierto y eficaz componente 'almodovariano', si se me permite la palabra. Me refiero a ese Almodóvar experimental, más puro y suelto, con títulos como 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón' donde transmite tanta frescura y buen rollo.

'Complot a fuego lento'

  • Escritora: María Pérez-Tomé.

  • Editorial: Arán Ediciones. 140 páginas.

  • Año: 2023.

  • Precio: 16 euros.

Pérez-Tomé ha logrado reunir en torno a esta historia -es su primera novela publicada y en ella se percibe el bautismo del novato, pero, al mismo tiempo, también la mano firme de una persona experimentada y madura- a unos cuantos personajes de hondo calado que, de algún modo, representan a todo un amplio abanico de una sociedad española. Como, por ejemplo, a un tal Eladio Marchesi, que, en el momento de abrir la primera página, yace en el tanatorio, por lo que el relato está conectado con 'Cinco horas con Mario' de un Delibes al que también se cita. Es trepa de tomo y lomo; un político corrupto, sin escrúpulos, que sólo piensa en el poder y en la entrepierna. Y alrededor suyo, como si fuera el coro de una tragedia de Eurípides, tres damas y una muchacha. La chica es la hija de Eladio, Amelia, comprometida, ligera de cascos, enemiga mortal del padre y antagonista en cuanto a sus ideas, pero -y en ello reside su parte de miseria- con un amplio y mullido colchón bajo la cuerda en la que hace equilibrio, para que no peligre su integridad física ni moral. La madre, Helena, tiene que soportar los caprichos y la indiferencia de un marido demasiado ocupado, aunque también se busca las 'habichuelas' por otro lado. Roma, la compañera de partido de Eladio, es tan ambiciosa como él, y donde el pie, 'el tacón se clava y toma posesión' -¿qué personaje femenino de la política española le habrá servido de referente a Pérez-Tomé?-. Fany, atrevida, dinámica, activa, carga sobre sus hombros buena parte de lo que aquí se cuenta. Es la amante de Eladio en Madrid, cuando este tiene que asistir a las aburridas sesiones del Congreso de los Diputados. Mujer peligrosa -sobre todo, cuando bebe champán (francés)-, convencida, además, de que, en este país, en 'asuntos de bragueta' seguimos estando en la Prehistoria.

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Cambio de tono

Sin embargo, aun siendo un magnífico elenco de damas maltratadas, cada una a su estilo y con su particular parte de daños -no todo se limita a chapa y pintura, también cuentan los asuntos del corazón-, que terminarán tramando, 'a fuego lento', la venganza contra Eladio, no conviene perder de vista a otra mujer que se vislumbra en el horizonte: Marcela. Acaso, el personaje que se lleva la peor parte, la que con mayor encono ha sufrido en sus propias carnes los caprichos de Eladio, en la época en la que fueron amantes. Con la presencia de Marcela en este escenario, la novela cambia de tono.

La autora de estas páginas, consciente de haber logrado llamar la atención del lector, se vuelca sobre Marcela y le transmite a su obra un inequívoco carácter de drama rural lorquiano. Con el misterio añadido de una criatura inocente, fruto de su relación con Eladio, que, por sus defectos físicos, vive encerrado, como expiando los pecados cometidos en el pasado. La víctima de un mundo que ha alterado sus reglas.

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Tres mosqueteras al servicio del Cardenal -Fany, Helena y Roma- que terminan convirtiéndose en cuatro, con la incorporación de Amelia, a la manera de D'Artagnan. Y una quinta, Marcela, que viene a suponer el culmen de todos los agravios cometidos por Eladio: el Eladio marido, padre, amante, el de los votantes y el que se reúne con un matón en su despacho.

Un singular cóctel

Pero, al margen de los personajes, tan bien perfilados, uno de los mayores logros de esta novela reside en su estructura. Y también en el lenguaje empleado, con diálogos ciertamente divertidos y chispeantes. El libro se configura como una especie de puzle, una historia en pedazos que hay que componer, con paciencia, pieza a pieza. Un singular cóctel en el que domina el champán (francés), la pasión y el Orfidal. Con tres mujeres «sulfuradas», y una cuarta que añade más sal y pimienta al asunto: «hay algo que es mucho peor que cabrear a tres mujeres. Cuatro mujeres compinchadas, defraudadas e indignadas» que «pueden hacer temblar al mundo»

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Y, además, por si todo ello fuera poco, unas cuantas verdades, aquí y allá, a modo de reflexión -María Pérez-Tomé se muestra seria cuando la ocasión lo precisa-, con las que se pone la guinda a esta novela. De un lado, que nuestro mundo se está yendo definitivamente a la mierda. Y, por otra parte, que «no hay secreto que aguante un carajillo, dos lingotazos y un anís seco».

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