Lo que queda del dolor
'Bola ocho' es un libro de relatos en el que se superponen los espacios y las voces de los personajes
J. ERNESTO AYALA-DIP
Lunes, 7 de febrero 2022, 21:20
Elizabeth Geoghegan (nacida en Nueva York, en la tradición anglosajona no se dice en qué año nació, pero yo le doy, a juzgar por su ... foto en internet, entre 40 y 50 años). Para mí, otra autora desconocida. Y celebro que ahora la conozca. Tal celebración tiene absolutamente que ver con la lectura de su libro de relatos titulado 'Bola ocho'.
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'Bola ocho' está compuesto de siete relatos, algunos de ellos bastantes largos. Si es verdad, como reza una teoría ni escrita ni demostrada, que el relato que presta título al libro suele ser el que marca el tono a todas sus piezas, entonces en este la teoría se cumple a rajatabla. Una de las características que marca este libro son sus espacios. Y eso es precisamente lo que le da al conjunto de cuentos cierto aire de desapego terrenal, como si la búsqueda de un lugar en el mundo de sus protagonistas tendiera hacia el interior, independientemente de donde se encuentren. El cuento 'Bola ocho', el que da título al volumen, a mi humilde entender, es el que también le presta su tono, doliente, irremediable, implacable contra la cursilería sentimental. Aquí, y en todos los cuentos, los personajes se buscan unos a otros, buscan sus almas gemelas, ya sea en probables amantes, en un hermano que se quiere hasta lo imposible, etc.
En este relato los espacios se superponen. Hay tres escenarios: el pasado remoto, el más inmediato y el presente, desde el cual la narradora nos habla. O se habla a sí misma, en una especie de disimulado monólogo interior. El relato nos habla de dos hermanos: la narradora (cuando hablo de narradora me refiero a la voz que nace del relato, no de la autora del libro) y su hermano Patrick. El primer escenario es el paisaje familiar, cuando la narradora y su hermano son críos. Tienen una casa muy cerca del mar, al cual van seguido, todos. El otro escenario es el de los hermanos en un proceso casi irreversible de autodestrucción, las drogas han entrado en sus vidas irremediablemente. No hay enfermedad del alma que no tenga su origen en los años de la infancia. Sabemos que un día el padre debe vender su casa por razones de faena, ir otro sitio, sin mar, algo que quedará grabado en la memoria de los niños. El padre es borracho y maltrata a su mujer y a sus hijos. La entrega a la droga, que comenzó como una experiencia nueva, se ha convertido en la única solución a sus vidas en proceso de destrucción inapelable. El tercer escenario es el presente, donde la narradora ya no cuenta con su hermano-ídolo. Ha muerto en un accidente.
El tono del libro es este. Ocurra en EE UU, Roma o París o la India. La narradora ha dejado que su vida transcurra hasta el final con el recuerdo de su hermano, de su alma gemela. Maravilla de libro.
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