Miguel Ángel Ruiz, en la sierra de los Mayorales (Águilas). Martínez Bueso
Periodista y autor de 'Almenara'

Miguel Ángel Ruiz: «Hablo con las montañas de Águilas como si fueran mis padres y mis hermanos»

El redactor jefe de LA VERDAD relata en 'Almenara' la aventura de restaurar una vieja casa en la sierra, empujado por la necesidad de desconectar del estrés informativo y también para sanar las heridas de una crisis personal

Sábado, 8 de junio 2024, 08:45

Sentir a un zorro como a un amigo que acompaña, amar la naturaleza, enfrentarte a un dolor punzante, rehabilitar una casa derruida en mitad de ... paisajes agrestes para convertirla en un refugio casi mágico, investigar la historia de tu abuelo republicano represaliado, hacer un himno a las montañas, bajar a los infiernos, mantenerse firme en la tormenta... Miguel Ángel Ruiz Parra (Águilas, 1969), periodista ambiental de LA VERDAD, jefe de área de Local y, entre otros destacados galardones, Premio de la Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad (2023), ha escrito 'Almenara' (editorial Xordica), «una novela sobre la naturaleza y la familia que convierte en territorio literario un rincón perdido del árido sureste de España». O sea, Águilas. Un texto confesional, plagado de subterráneos interiores y de bellezas al aire libre, que a veces despliega una intimidad que sobrecoge. Este lunes -a las 19.30 horas- en Las Claras de la Fundación Cajamurcia, Miguel Ángel Ruiz y Manuel Madrid conversarán sobre una obra que no dejará indiferente.

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-Imagínese que le dan la oportunidad de tener a sus padres delante, ¿qué les diría?

-¡Os quiero! [Se emociona, y no es fácil verle mostrar sus sentimientos] Eso, lo primero. Después les diría ¡gracias! y les contaría todo lo bueno que me ha ido pasando en la vida y que no he podido compartir con ellos.

-¿Qué le enseñaron?

-Yo he sido consciente de lo mucho que me han enseñado mis padres cuando ya no han estado. A mi padre le debo mucho de mi amor por la cultura, por el esfuerzo, por el trabajo bien hecho, por cultivarte siempre, por aprender cada día algo. Continuamente me daba un consejo que siempre tengo presente: 'Todo lo que eches al saco será tuyo y nadie te lo podrá quitar'. Mi padre [sonríe] fue incluso un gran ajedrecista, reconstruía partidas históricas con un tablero y unas figuras de madera muy toscas. Y de mi madre nunca olvidaré su amor, su entrega; enseñanzas que, aunque haya asimilado, seguramente no estoy transmitiendo de la misma manera. Yo no soy ni tan generoso ni tan bueno como mis padres fueron conmigo.

-¿Qué imagen le viene a la memoria?

-Fuesen las que fuesen las dificultades, veo a mi padre con un libro en la mano, escuchando música, aprendiendo algo. También practicando gimnasia sueca mientras suena Glenn Miller a todo trapo en el tocadiscos. Pensábamos que lo que ocurría en nuestra casa, una casa modesta con una economía muy modesta, era lo normal: todos siempre leyendo y escuchando música, mi casa era lo más parecido a un ateneo. Y eso es un lujo que yo no podía valorar en ese momento, pero que ahora aprecio porque ha sido fundamental en mi formación.

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-¿De dónde le viene su pasión por la naturaleza?

-También de mi familia, nos la transmitieron a todos mis hermanos y yo la he vivido siempre de forma natural, no ha sido algo ni forzado, ni buscado. Fui un niño que vivía en el extrarradio de un pueblo, con lo cual dos pasos más allá de la puerta de mi casa estaba el campo. Todo nuestro tiempo libre lo pasábamos perdidos por ahí, buscando nidos de pájaros, recogiendo lagartijas, pescando, buceando, subiendo montañas...; ascendíamos a las montañas cercanas y mirábamos a las siguientes pensando en qué habría más allá, un deseo de conocer que me ha perseguido siempre.

«Nos están robando la naturaleza y el paisaje en nuestras propias narices»

-¿Por qué decide escribir 'Almenara', que es un texto confesional de una intimidad tremenda?

-Cuando cumplí 50 años pensé que era el momento de escribirlo. Eché la vista atrás y, además de ser muy consciente de que había una crónica de la emergencia climática por narrar, de que las montañas de mi niñez quizá estaban en peligro, de que estábamos viviendo tan deprisa que no éramos capaces de valorar la naturaleza que nos protege, que nos sana...; es que, además, había tenido vivencias personales que, quizá, contarlas podría ser de utilidad para alguien. También por una cierta deuda con mi familia. Mi padre tiene una historia que todavía no hemos podido desentrañar por completo porque murió sin contar detalles que nos hubieran interesado; seguramente tenía cuentas que ajustar, pero nunca le oí hablar mal de nadie, de ningún bando, ni mostrar rencor, ni hacer sangre con una tragedia personal que él sufrió de niño y que seguramente marcó su vida. Durante la guerra civil, mi abuelo, Francisco Ruiz Simón, perteneciente al bando republicano y uno de los fundadores del Partido Radical en Águilas, masón, siempre procuró que no corriera la sangre y llegó a firmar salvoconductos a adeptos al bando franquista para que no les ocurriera nada. Pero cuando Águilas cayó en manos del bando franquista fue delatado y condenado a 30 años y un día de reclusión mayor después de un consejo de guerra. La pena más dura sólo después del fusilamiento. Mi padre, que entonces tenía 13 años, tuvo que dejar la escuela para hacer de cabeza de familia, al cuidado de su madre y de su hermano pequeño. Su vida podría haber sido muy distinta.

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-¿Qué tenía muy claro a la hora de abordar esta novela?

-Que todo lo que importa en esta vida es la naturaleza y la familia. Cuando me planteo este relato me propongo contar lo que le ocurre al protagonista en un periodo de tiempo muy determinado, desde que decide comprar una finca de monte, en el paisaje de su infancia, y rehabilitar una casa de labor, un refugio de pastores, para pasar allí algún fin de semana de vez en cuando... para escapar de las prisas, de los malos rollos, del estrés. Y también huye de algo.

-¿De qué huye?

-Eso es algo que tendrá que descubrir el lector... Huye de una crisis personal que cuento en el libro ofreciendo los detalles justos y necesarios, y de lo que estoy convencido es de que cualquier lector se podrá sentir identificado. Es cierto eso que dicen que sólo sabes realmente lo que es el miedo cuando eres padre, porque todo depende de ti y no hay peor sensación que cuando sientes que le has fallado a un hijo, que no has estado a la altura y que no has sabido cuidar de esa persona que es tan vulnerable. Por eso, cuando las cosas no salen como estaban planeadas en tu hoja de ruta ideal, en el momento en el que tienen un problema y no sabes identificarlo a tiempo o se te va de las manos, ese tropiezo fatal es como caer a un abismo durante un paseo por el bosque: de repente te encuentras en el fondo de una sima de la que crees que es imposible salir. Sientes que nadie puede ayudarte porque oyes voces a lo lejos, pero crees que a ti no te escuchan por más que grites. Aunque hay salidas y finalmente las encuentras, claro. Siempre hay una senda que te ayuda a escapar de ese laberinto.

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Paisaje familiar: Miguel Ángel Ruiz, fotografiado esta semana en la sierra de los Mayorales (Águilas). Martínez Bueso

-¿En su caso qué senda ha encontrado?

-Afortunadamente, y con respecto a lo que relato en 'Almenara', el poder sanador de la naturaleza ha sido fundamental. Yo he comprobado cómo esa fuerza te ayuda y te acompaña, y que en esos momentos en los que estás muy abajo tiene la capacidad de, si no de empujarte hacia arriba, al menos de evitar que te hundas más.

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«Siempre estoy insatisfecho, dando vueltas a todo; es como un lobo que corre dentro de mí»

-Habla de un desencadenante en su vida familiar que a usted y a su mujer les arrolló en un momento en el que todo fluía amablemente. ¿Cómo se logra continuar con la cotidianidad?

-Pues no sabría explicárselo porque no tengo una fórmula, pero lo que sé es que, afortunadamente, encontramos una cuerda salvadora a la que nos agarramos para salir del agujero. Yo agradezco tener la capacidad de desconectar; por ejemplo, lo hago cuando entro por la puerta del periódico a hacer mi trabajo, y luego cuando salgo me enfrento a mis problemas cuando los he tenido, a mis placeres, a mi felicidad, a mi vida familiar o a mi tiempo libre. Siempre he sabido desconectar mucho y diferenciar mi ámbito personal del profesional, aunque reconozco que he vivido momentos realmente muy duros, muy complicados.

-¿Alguna vez ha ido al psicólogo o a terapia?

-No.

El libro: 'Almenara'

  • Autor: Miguel Ángel Ruiz

  • Editorial: Xordica

  • Precio: 19,95 € (a la venta a partir del lunes 10 de junio)

  • Presentación: Lunes 10 de junio a las 19.30 en el Centro Cultural Las Claras de la Fundación Cajamurcia.

-Leyendo 'Almenara', alguien puede pensar que está usted más a gusto rodeado de animales que de personas.

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-[Risas] Bueno, depende de qué animales y de qué personas, pero es cierto que yo me siento muy a gusto en la naturaleza y conozco muy bien a los animales que viven en mis montañas, en la sierra de Almenara. Hay otros muchos espacios naturales que conozco perfectamente y que me encantan, pero sé que en ellos estoy de paso; sin embargo, la sierra de Almenara, los Mayorales, Lomo de Bas... son lugares en los que yo podría vivir para siempre y siento que estoy en mi casa; de hecho, hablo con las montañas de Águilas como si fueran mis padres y mis hermanos, y tengo la sensación de que los animales me conocen y de que yo los conozco a ellos. Es una naturaleza cercana, amable, donde me transformo, me siento mimetizado y plenamente integrado. Y, además, conforme voy cumpliendo años me siento cada vez más en deuda con ese paisaje que me ha protegido y me ha educado.

-Y con sus semejantes, ¿cómo es la relación?

-No soy una persona especialmente social. Tengo un círculo de amigos bastante reducido, con los que me encanta reunirme, y casi todos lo son desde el colegio o el instituto. No soy el alma de la fiesta, ni muchos menos, aunque tampoco soy un coñazo, sé divertirme. También es verdad que en nuestro oficio se trabaja con frecuencia domingos y festivos, y eso de alguna manera dificulta las relaciones sociales, además de que tenemos unos horarios muy raros [ríe]. Tengo la suerte de que Inma, mi mujer, nunca me ha recriminado tantas ausencias en fines de semana y festivos, ni las jornadas de trabajo interminables. Ha sido muy generosa incluso en las peores circunstancias y su amor y comprensión me han sostenido siempre.

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-En la novela hace referencia a un lobo exterior y otro interior que condicionan el paisaje de su biografía.

-Por un lado estaría el lobo exterior, que sería ese problema que surge en un momento de mi vida y al que me tengo que enfrentar; es un lobo al que tengo que cazar, pero resulta que es más rápido que yo y parece que no hay forma, y también sucede que a veces me persigue él a mí y me hace sufrir mucho; y, por otra parte, hay un lobo interior, el lobo que corre dentro de mí. Soy muy exigente conmigo mismo, muy inconformista, siempre estoy dando vueltas a todo, siempre estoy insatisfecho...; y lo estoy cuando, seguramente, no tengo motivo para ello, y sé que sería injusto que yo me quejara, porque en general me ha ido en la vida muy bien. Pero no se acalla ese runrún interior, esa especie de aullido... Siempre estoy tratando de hacer mejor las cosas, de ser mejor amigo, mejor padre, mejor compañero, mejor persona, mejor periodista, y supongo que ahora querré ser mejor escritor [sonríe]. Nunca me conformo y siempre tengo ese punto de insatisfacción pensando que lo podría haber hecho mejor.

-En la novela aparece nuestro director, Alberto Aguirre de Cárcer, a quien muestra su gratitud.

-Uno de los hilos conductores de la novela es mi profesión de periodista y las cosas que hago en mi día a día en el periódico, entre otras las relacionadas con la información ambiental. Con él hemos tenido todos mucha suerte, y yo especialmente, porque Alberto es un periodista de formación científica que no sólo ha valorado mucho mi trabajo, sino que me ha empujado a hacerlo mejor. Desde que él la dirige, la información ambiental es un contenido fundamental de LA VERDAD, que yo creo que no sólo valoran nuestros lectores, sino que también se aprecia, y con una gran admiración, fuera de la Región de Murcia. También tengo que decir que no soy el único que hace información ambiental, en el periódico somos varios y mis compañeros son muy buenos.

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-¿Qué le llega a indignar?

-Nos están robando la naturaleza y el paisaje en nuestras narices. En esta Región se roba el agua y se envenena la tierra, atrocidades que normalmente no vemos y que sólo en algunos casos se denuncian, juzgan y condenan. Ahora hemos enfocado todo el interés mediático, social y político en el Mar Menor, cuando esas malas prácticas se perpetran también en todas las comarcas. Aunque casi peor es cómo desaparecen las montañas, arrasadas por maquinaria pesada para ganar espacio a la agricultura intensiva y la construcción. Roturaciones ilegales que se producen cada día con las diferentes administraciones mirando hacia otro lado, normalmente. Por no hablar de la basura y los escombros que se acumulan en todos lados, incluso en espacios protegidos. Lo que se ve en Murcia no ocurre en ningún otro sitio de España.

Un refugio lejos del ruido informativo

Un periodista estresado decide reencontrarse con el paisaje de su infancia comprando una montaña en la sierra de Almenara, un enclave bello y desconocido de la Región de Murcia que comienza a acusar el asedio de la especulación urbanística y la agricultura intensiva. Su plan es restaurar una vieja cabaña de piedra para pasar los fines de semana entre tortugas moras, zorros y águilas perdiceras. Lejos del ruido informativo y de las noticias que no tienen espera, entre ellas la misteriosa aparición de un lince ibérico que acecha durante toda la narración. Pero conforme avanza la reconstrucción de su refugio soñado en el campo, los cimientos de su vida se van desmoronando.

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