Portada del volumen.

Las locomotoras modernas ya no echan humo

Primer y brillante acercamiento a la poesía del periodista Manuel Madrid

Sábado, 4 de junio 2022, 11:13

Decía Octavio Paz que cada lector, independientemente de su cultura, de su condición social, que lo hace único e irrepetible, siempre busca algo en el poema. Y añadía que ese 'algo' no es insólito que termine por encontrarlo porque ya lo llevaba dentro.

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Las veintiséis composiciones que el periodista y escritor Manuel Madrid recoge en este bonito volumen, tan sencillo de aspecto como hermoso, poseen ese poder de sugerir que se le requiere a todo buen poema. Se trata de descubrir y sacar al exterior, sin recurrir al zarandeo, aquello que más nos conmueve.

Incluso las citas elegidas por Manuel Madrid están a tono con el clima del conjunto de la obra, basada, precisamente, en lo compacto, en la unidad indestructible y sólida que lo caracteriza.

De un lado, para iniciar este viaje al fin de la noche, la cita de Julian Barnes, en la que se sacan a la luz muchos de los momentos 'cruciales' de nuestra existencia –entre los que hay que contar con el 'risotto nero' o la risa de un niño–, y, por otra parte, ya al final de la obra, tras el último verso, un texto extraído de 'Nada' en el que la inolvidable y sensible Carmen Laforet, a punto de concluir su novela, expresa su decepción por marcharse de Barcelona a otro lugar con las alforjas completamente vacías. O, al menos, eso cree ella.

A pesar de la manifiesta unidad de esta obra que no es una recopilación de poemas, sino un libro bien perfilado de principio a fin, producto, seguramente, de años de meditación y de trabajo, en este bien logrado volumen se aprecian distintos registros y lenguajes diversos, que van desde la pura clasicidad, con poemas tan impecables como el titulado 'Vilasira', con el que se cierran estas páginas, a composiciones que evocan unas imágenes extraídas de una vieja serie de televisión con las que Madrid deja patente su ironía y fino humor.

Observador de la vida

Se aprecia, desde el inicio del libro, que el autor es un gran observador de la vida y que se fija, incluso, en sus más pequeños detalles. Un conocedor del cine, de la música, de la literatura y del 'dolce far niente', que él saca del fondo del armario y disfruta como nadie. Y por si todo ello fuera poco, la obra, elegiaca, fatalista, misteriosa, está repleta de elementos simbólicos, como ese verso en el que se nos advierte que «las locomotoras modernas ya no echan humo».

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