Juan Manuel Gil o la metaficción
Novela. Un niño parando un avión es el detonante de esta obra, ganadora del premio Biblioteca Breve
IÑAKI EZKERRA
Lunes, 26 de abril 2021, 21:34
La autoficción es una de las últimas tendencias de la actual narrativa española. Sirvan de ilustrativo ejemplo 'La barrera del sonido' del barcelonés Juan Trejo ... o 'Amor intempestivo' del asturiano Rafael Reig. Publicadas respectivamente en 2019 y 2020, ambas novelas ofrecen una fórmula de escritura fuertemente pegada a lo biográfico y que no permite, por lo tanto, saber con certeza qué hechos son veraces y cuáles imaginarios o retocados por el afán fabulador. En el otro extremo del género estaría un diario escrito en el registro más surrealista como 'La vida a ratos', que Juan José Millás publicó hace un par de años y en el que nos brindaba una divertida parodia de esa moda literaria en la que el personaje de ficción es el propio autor. Sin llegar a la comicidad disparatada y manifiesta de Millás, un camino no muy distante de este es el que ha tomado el escritor almeriense Juan Manuel Gil para escribir 'Trigo limpio', la novela con la que ha obtenido el Premio Biblioteca Breve 2021. En ella, un hecho que tiene visos de verosimilitud en la biografía del autor se convierte en el detonante de una trama que bordea el límite entre el realismo y la literatura fantástica o lo traspasa directamente, pero sin dejar de mantener al mismo tiempo la compostura realista con la solidez del estilo y con un humor contenido que recuerda a ese tipo de gente que sabe contar chistes con una expresión de seriedad absoluta.
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Ese hecho que podría caber perfectamente en la biografía del autor es el de un muchacho que ronda los diez años y que se aventura a perseguir un balón en la pista del aeropuerto de Almería consiguiendo que un avión se vea obligado a retrasar la maniobra de aterrizaje. Estamos en la primera mitad de la década de los noventa y cuando dicho aeropuerto sufre una importante ampliación que convertirá la vida de los vecinos de un barrio cercano en una cotidiana pesadilla. En el clima de las movilizaciones de protesta que se vive en esos días contra esa gigantesca obra pública, la audaz travesura del niño da lugar desde el primer momento a una jugosa y variopinta serie de especulaciones sobre una supuesta intencionalidad política, y Juan Manuel Gil sabe sacarle partido a la anécdota para hacer de ella el disparo de salida de toda la acción argumental.
La novela está escrita desde la supuesta voz narrativa de aquel héroe infantil una vez que se ha convertido en adulto y después de que Simón, compañero de juegos de aquella época, se pone en contacto con él, tras veinticinco años de enigmática ausencia, para proponerle que escriba sobre la pandilla que ambos formaban con otros niños que, por cierto, no gozaron de una gran salud ni de una larga vida. Resulta un tanto chocante en esta historia la prematura muerte que se llevó a dos de ellos así como la falta de delicadeza con la que se hace referencia a las letales afecciones que padecieron –«el del síncope» y «el del fallo multiorgánico»–, o a un campamento de discapacitados que cobra un macabro relieve en el libro. Hay algo de pose de estilo en ese modo de hablar de la enfermedad que recuerda a la lacónica brutalidad de Cela. Por otro lado, tanta muerte, incluida la de una hermana de Simón mientras dormía, parecen remitirnos a otra época, a la posguerra, más que a los avanzados años 90 y generan una sensación de artificiosidad que no juega a favor de un texto que, ya de por sí, recurre legítimamente al declarado artificio de la fabulación como propuesta novelesca y frente a la cual exige del lector una aceptación incondicional y tácita.
'Trigo limpio' no es solo una metanovela en el sentido de que el escritor reflexiona en voz alta y de manera recurrente sobre el proceso creativo. Es también una metaficción porque su motivo de reflexión, unas veces seria y otras lúdica, llega al cuestionamiento de la propia identidad de los personajes y de lo que se nos ha contado sobre ellos. Sin duda, uno de los hallazgos de este valioso experimento novelesco es Huáscar, el tipo al que la Guardia Civil detiene y encierra en un cuchitril del aeropuerto en compañía del niño travieso que irrumpe en la pista, dando, así, lugar a un extenso diálogo que se prolonga, a base de sucesivas secuencias analépticas, a lo largo de todo el libro.
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Huáscar Serrano o Dubló va mutando o haciéndonos dudar de su identidad (¿es un charlatán, un homicida, un guardia civil infiltrado o un pederasta?) según avanzamos en la lectura de un texto que logra hacerse ameno en sus largas 390 páginas y que a veces parece participar de la lógica de los sueños o haber sido perpetrado como una gratificante, impagable, magnífica tomadura de pelo.
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