Explorar «hasta la última luz» para dar con la mejor historia

García Jiménez es un escritor que dedica tiempos extraordinarios a la investigación, y que remata sus historias, «con amor y con pasión», como es el caso del ensayo 'Odisea de las golondrinas', de próxima publicación. Una parte de ese libro inédito, 'Cuando vuelvan las golondrinas a San Juan Capistrano', mereció en Buenos Aires el Premio Limaclara Internacional de Ensayo. «La literatura científica me encanta», cuenta el novelista, un buen rastreador de archivos. No se esperen que en ese libro inédito vaya a repetir la consabida idea ñoña de «golondrinas vestidas de esmoquin», porque lo que aparece en sus libros es completamente original y auténtico.

«La literatura es un aprendizaje», reconoce García Jiménez, que se ha metido «hasta la última luz» de los archivos para orquestar sus tramas. Es autor de 'Síndrome de Burnout o el infierno de la ESO' (2001), 'Puntarrón' (2002), 'Primer destino' (2005), 'Juan de Quiroga Faxardo, un autor desconocido del Siglo de Oro' (2006), 'No matarás. Célebres verdugos españoles' (2010), 'Vampirismo ibérico' (2011), 'Una corona para quinientas mil princesas' (2014), 'La vida en ultratumba de Miguel de Cervantes' (2016) -ganador en 2015 del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, convocado por el Gobierno de México- y 'Viaje del parnaso en un lujoso crucero: para poetas españoles e hispanoamericanos' (2019), entre otras obras.

¿En qué genero se ha sentido más cómodo? ¿Qué obras suyas quedarán en los crepúsculos de la literatura? ¿Por qué seguir escribiendo? Salvador García Jiménez asegura que es importante tener olfato para distinguir dónde hay una buena historia. Por ejemplo, recuerda a un personaje muy peculiar, que estuvo en Japón, el padre Vidal, que se levantaba a las tantas de la madrugada y se iba a la huerta en primavera con su magnetofón para grabar a los ruiseñores. Por ejemplo, a esto le dedica un capítulo en su libro 'La voz imaginaria', que incluye un enlace para escucharlo, además. Y además, en la revisión, incorpora una reliquia. Cuando traen a la Virgen de las Maravillas a Murcia para su restauración la envuelven en un papel, «y los cehegineros luchaban por quedarse por el papel como reliquia». En la portada, el niño de la Virgen tiene la letra eme del título cogida.

Cehegín, como punto de partida de su vida, está hoy poblada por otros habitantes, como dice, «la misma jaula, pero con diferentes pájaros», bromea. «Cuando vuelvo a Cehegín la nostalgia hace que me suba el corazón arriba. Vas por una calle y te ves de niño, el niño interior siempre está ahí, es con lo que juegan los psicólogos y los psiquiatras. Para mí, el tema literario relacionado con Cehegín ya lo di por terminado». Para García Jiménez, la biografía novelada dedicada a la imagen de las Maravillas «es una edición facsímil de amor hacia mi pueblo».

A veces, lo que busca soltando la pluma es el gozo: la emoción de escribir, por ejemplo, para alguien. A su nieta, de hecho, va dedicado 'Una corona para quinientas mil princesas'. La vida de un escritor está lleno de hallazgos, satisfacciones que salen a su encuentro.

Sobre San Juan de la Cruz dice que ha sido una figura trascendental en su vida, tanto como Kafka, a quien dedicó su tesis doctoral -tras descartar hacerla sobre Francisco Umbral, del que valora su faceta de articulista más que de novelista-. Cuenta que una vez estaba investigando «sobre el mármol como página en blanco sobre la que se puede escribir, pensando en Miguel Ángel», y descubrió en un libro que hay un escultor inglés, John Deare, «que buscando la inspiración dormía todas las noches desnudo sobre un bloque de mármol». Casualidades, curiosidades, coincidencias. O, como dice, «destellos».

La Real Academia Alfonso X también editó recientemente una 'Antología de cuentos' de García Jiménez, una edición a cargo de Manuel Martínez Arnaldos y que lleva en portada una fotografía de Juan Carlos Muñoz, un detalle del ocelo de una mariposa 'Graellsia isabelae'. «El mejor museo de pintura para mí son las alas de las mariposas», afirma García Jiménez, encantado de seguir ajeno al parloteo mediático, en su isla, en sus archivos, resguardándose de la nadería, cultivando la escritura meticulosa, entretenido con los «destellos».