El dolor es el único alimento de la memoria
'Una mujer pasa por mi calle' ·
Antonio Soto Alcón ha creado un grupo de personajes que resultan memorables, imborrables en la mente de cualquier lector. Pero el que más destaca es, sin duda alguna, Ángela, que anda calle abajo deprisa, cabizbaja, «triste como una flor marchita al pie de una tumba». Ella es la madre. Una de esas madres que abundan en los grandes libros de la literatura universalQuien nace poeta, muere poeta y vive todos los años que le hayan tocado vivir siendo poeta. No es una máxima, sino la realidad comprobable ... en quienes llevan, marcado a fuego, en lo más profundo de su corazón, las huellas de la poesía.
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Antonio Soto Alcón (Librilla, 1952) ha publicado un buen número de obras que le han valido algunos de los más reputados galardones de nivel nacional e internacional. Y ha conseguido el Premio 'Dionisia García' de Poesía, en 2002, por su libro 'Todas las mañanas se asoma un ángel a mi ventana'. Y ese mismo ángel, que nunca ha llegado a perder del todo, es, probablemente, el que le haya conducido hacia ese otro género, no tan alejado de la propia poesía, como es la narrativa. Hace unos pocos años nos sorprendía con la publicación de 'Antonio', un relato consistente, escrito con asombrosa pulcritud, en donde se apreciaba ese aire de clasicidad que él siempre ha manejado con soltura y eficacia. Un texto de enorme dramatismo, como si el mundo se encerrara entre cuatro paredes y una luz cenital.
Todo muere, menos el dolor. Así nos lo advierte el autor de estas excelentes y sobrecogedoras páginas al inicio de su obra. El dolor es lo que transita por las vidas de estos personajes que parecen atados a una fatal rutina
Sorprende, sin embargo, que Soto Alcón sea capaz de manejar, tan brillantemente, registros tan diferentes como los que se aprecian, por ejemplo, en libros, de tono tan distinto, como 'Lolitas' -quizá su obra más suelta, más lograda y frívola, repleta de gracia, de cuantas lleva escritas en poesía- o esta que ahora reseñamos, 'Una mujer pasa por mi calle'.
Magia
En esta última se vislumbra una incuestionable madurez, un dominio de la prosa que sólo se halla al alcance de los más virtuosos. Pero una prosa que, en el fondo, desborda el vaso repleto de lirismo. Porque la magia es la misma y el deseo de crear belleza e impactar en el espíritu del lector más exigente es idéntico. 'Mientras el mundo duerme -leemos en estas nuevas páginas-, el mal corre por las calles'. Sería poco acertado, y de una visión muy limitada, reintegrar este libro en la línea de los dramas rurales que tantos y tan buenos títulos ha proporcionado a lo largo de la historia. Sería mucho más correcto, hablar de esa otra veta que, a mediados de los años treinta del siglo pasado, meses antes de ser ejecutado por un puñado de locos y asesinos, abrió el grandísimo Federico García Lorca con 'La casa de Bernarda Alba'.
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Con enorme pericia, echa mano del recurso de la elipsis, de aquello que está sin estar, pero que se sobreentiende y cobra vida. Y en ello reside uno de los más altos valores de un libro que habla, bien a las claras, de un autor muy cuidadoso
Instinto
Ese es el caldo de cultivo de esta obra de Soto en la que se indaga sobre el instinto humano, sobre el mal que nos acecha, sobre la visceralidad que todos escondemos a la espera de saltar sobre su presa. Pero, al mismo tiempo, tampoco faltan otros elementos de los que está compuesto el tejido más sensible del ser humano y que, en ocasiones, lo transforman en un ser angelical: la bondad, la valentía, la solidaridad, el sacrificio, el amor hacia los más desvalidos, el sufrimiento más callado y profundo.
'Una mujer pasa por mi calle'
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Editorial Huerga y Fierro Editores. Narrativa.
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Páginas 141.
Todo muere, menos el dolor. Así nos lo advierte el autor de estas excelentes y sobrecogedoras páginas al inicio de su obra. El dolor es lo que transita por las vidas de estos personajes que parecen atados a una fatal rutina que les conduce al exterminio. No es, sin embargo, un libro repleto de pesimismo. Don Miguel de Unamuno -autor que está en esta misma onda de prospección psicológica- tuvo ocasión de escribir que el ser humano es agónico por naturaleza. Agónico en el sentido etimológico de la palabra: iconoclasta, luchador infatigable frente a una fuerza infinita contra la que es inútil oponerse. 'El dolor mismo -nos avisa Lawrence Durrell en la otra cita de la novela de Soto- es el único alimento de la memoria, porque el placer termina en sí mismo'. Borges también se percató de que la historia de la felicidad no existe, de ahí que se halle ausente en todos los grandes libros de literatura.
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De Eurípides a García Lorca
Soto Alcón ha creado un grupo de personajes que resultan memorables, imborrables en la mente de cualquier lector. Pero el que más destaca es, sin duda alguna, Ángela, que anda calle abajo deprisa, cabizbaja, «triste como una flor marchita al pie de una tumba». Ángela es la madre. Una de esas madres que abundan en los grandes libros de la literatura universal: en Eurípides, en Shakespeare, en Gorki, en Galdós, en Lorca, en García Márquez. Una madre valiente que escarba con sus propias manos hasta llegar al fondo de ese mal que convierte en desgraciados a todos los suyos.
Sorprende que Soto Alcón sea capaz, tan brillantemente, de manejar registros tan diferentes como los que se aprecian en libros, de tono tan distinto, como 'Lolitas', quizá su obra más suelta, más lograda y frívola, repleta de gracia, en poesía
Pero, acaso, lo más genuino de esta novela, la mayor aportación de estas páginas, tan repletas de poesía, de frases de hondo calado, sea la sutilidad con la que el autor aborda temas candentes, asuntos de actualidad, sin necesidad de tener que nombrarlos, con tan sólo un par de pinceladas. Lo que no se nombra no existe. Pero aquí la frase no funciona. Porque lo que no se nombra se pudre en la boca de los que callan y consienten. Y aumenta de peso y de tamaño, y produce retortijones que conducen a la muerte. Soto Alcón, con enorme pericia, echa mano del recurso de la elipsis. Es decir, de aquello que está sin estar, pero que se sobreentiende y cobra vida. Y en ello, precisamente, reside uno de los más altos valores de un libro que habla, bien a las claras, de un autor muy cuidadoso con el trabajo que pone en nuestras manos, tan generosamente: un producto de especial finura y calidad.
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