La escritora gallega Ledicia Costas. EFE

Costas y la novela negra rural

Narrativa. La autora de 'Infamia' vuelve en esta obra al enigma de una desaparición en un pueblo gallego

IÑAKI EZKERRA

Lunes, 29 de noviembre 2021, 21:09

La variante rural de la literatura criminal constituye en sí misma un género que puede ofrecer más dificultades que las tramas novelescas que se desarrollan ... en escenarios urbanos. En estas últimas, la simple dureza de la estética metropolitana actúa como un ingrediente aliado del crimen, para sugerir la debida tensión en el texto mientras que los calmos, amables y pintorescos decorados agrestes actúan, en principio, contra el suspense narrativo. Hay autores que saben darle la vuelta a esa dificultad y transformar la paz bucólica en un inquietante componente de terror o dramatismo.

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En el caso de Ledicia Costas y de su nueva novela, 'Golpes de luz', el resultado es diferente a cualquiera de esas opciones. Aunque en el fondo de la trama argumental se encuentra el violento mundo del narcotráfico gallego, su objetivo literario no es la trepidante tensión del 'thriller' ni el descubrimiento o la detención del delincuente, sino más bien la plasmación del modo en que ese sombrío factor delictivo puede irrumpir en un frágil universo familiar y unas existencias tranquilas, para alterar su razonable felicidad e introducir la desgracia en su orden estable.

A ese contraste, que es ante todo 'literario'; que va más lejos de la clásica novela de género y que resulta propio de la novela 'a secas', en el más amplio y ambicioso sentido de la expresión, contribuye, probable y paradójicamente, en el caso de Ledicia Costas, el conocimiento que la escritora posee de otro género antagónico al policíaco –el de la narrativa infantil y juvenil– en el que la avalan más de una quincena de títulos, con uno de los cuales obtuvo el Premio Nacional en esa modalidad hace seis años. Y es que dicho conocimiento del mundo de la niñez se manifiesta de forma muy especial en la voz conseguida de Sebas, uno de los tres personajes que protagonizan 'Golpes de luz' y que, a sus diez años de edad, ha vivido recientemente el divorcio de sus padres. Un hecho que produce en este una desconcertante, a la vez que verosímil, mezcla de inocencia y madurez, con las que logra conquistar al lector y atraer su atención sobre todas sus andanzas.

Sebas ha tenido que dejar su vida en la capital de España para trasladarse con Julia, su madre, que es periodista, a un pueblo gallego en el que vive su abuela Luz, una irascible, temperamental, extravagante y desequilibrada anciana que es otro de los logrados personajes del libro. Sebas considera a su abuela una psicópata porque, entre sus manías, está la de no desprenderse ni para dormir de un martillo, en el que él y un amigo suyo, el gordito Guerrero, ven una prueba irrefutable de que la pobre señora es la encarnación del dios Thor. La descripción del mundo de Sebas y sus amigos de correrías es, sin duda, uno de los hallazgos de la novela y ejerce la función del citado contraste con el fantasma del narcotráfico que ocupa la parte central del libro a modo de nudo argumental.

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Narcotráfico

En el narcotráfico parece estar la clave de la desaparición, 35 años atrás, del marido de la abuela y padre de Julia. Esta, que conoce a fondo las identidades de todos los narcos gallegos, sus familias, condenas de cárcel y destinos, intentará averiguar qué relación tenía su progenitor, del que se dijo que había emigrado a Argentina, con un truculento mafioso colombiano apodado Lucifer, que se instaló en un caserón de la isla de Arosa y que lleva en prisión veinte años.

Ledicia Costas recurre en las páginas de esta novela al típico y hermético secretismo ambiental de la Galicia rural de la misma manera que recurrió a él en 'Infamia', su primera novela para adultos, que fue publicada en 2019 y en la que las indagaciones de una abogada sobre unas hermanas que desaparecieron un cuarto de siglo atrás chocan con un silencio general que guarda secretos inconfesables.

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Sin embargo, en esta ocasión, el trasunto tenebroso de otra desaparición, tanto o más misteriosa que la de su anterior entrega, se combina con la fuerte y diurna luminosidad de las voces de los tres personajes centrales que se dirigen al lector en primera persona y que van imponiendo la luz de sus mundos personales, sus sentimientos y preocupaciones cotidianas sobre la nocturnidad de ese ayer que vuelve fantasmalmente a visitarlos. Al genuino e infantil registro tonal de Sebas se suman la de la abuela maniática y la de Julia, una mujer agobiada por la carga de responsabilidades que ha asumido en su condición de profesional, de madre divorciada y de hija paciente a la que le espera una sorpresa que resuelve técnicamente la novela.

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