Una aventura vienesa

La dulce Viena de los valses se convierte en esta novela en un lugar de horrores. El hilo argumental gira alrededor del hallazgo de varios cadáveres infantiles enterrados en una casa del extrarradio, lo que conduce a la protagonista a rememorar la pérdida, años atrás, de su propia hija, que siendo niña desapareció en una feria de esta ciudad mientras la acompañaban ella y su marido, ahora divorciados. Tal hecho la hace implicarse en la investigación acompañando a su antiguo colega, el inspector Altmann, ya que no puede ejercer de policía en un país diferente del suyo.

Los lectores se sumergen en ambientes dispares que enriquecen el relato: una misteriosa casa señorial, adornada con piezas valiosísimas del propietario desaparecido, dedicado al tráfico de arte, una residencia en la que envejece, en una ancianidad patética, un superviviente de la jerarquía nazi, una biblioteca repleta de volúmenes clásicos inencontrables, una interesante descripción de la geografía vienesa y sus ambientes populares, especialmente el de un parque de atracciones, convertido en uno de los polos de la obra y del que parte la tragedia personal de la inspectora... Las relaciones humanas entre protagonistas y personajes secundarios van desde la complicidad entre la inspectora y su amigo el policía alemán, hasta la equívoca atracción de esta por el propietario de la mansión, pasando por la ambigua y titubeante que mantiene con su antiguo marido, convertido en autor de éxito. Hay tipos humanos extraordinariamente logrados, repugnantes unos, atractivos otros, como la propia protagonista, su hijo y la novia de este, el dueño de la mansión y su mayordomo, el atroz mandatario nazi, su buen amigo el comisario Altmann...

Con estos mimbres y una sorprendente capacidad para entretejer sus fibras y desvelarnos los pozos más negros del horror, así como la vileza y podredumbre de algunas conductas humanas, Elia Barceló compone una novela de sugerente y atractiva lectura.