El libro de la semana de ABABOL
El amor obra milagrosEstamos ante el poemario -'Paulina'- de un profesor, que es antes que nada poeta, y sabe que se debe a ese credo particular de la palabra sublimada y del mito, aunque la lírica de José Belmonte ande por los límites del ámbito cultural y contenga no solo la experiencia vital del amor y del sentimiento, sino también los ecos de la mejor música de jazz encarnada en el trompetista Chet Baker y en su genio
El título de este nuevo poemario del profesor y escritor José Belmonte parece bastante significativo y original, porque el nombre de una mujer, que es ... el de su propia mujer, advierte al lector de un evidente cambio emocional en su vida, de una radical apuesta por el futuro, por la juventud y por el amor. No faltan en esas cuatro partes en las que se divide el libro: 'Tardes de domingo', 'Chet', 'Aurea mediocritas' y 'Los días pasados' un evidente ritmo clásico que la perfecta combinación de endecasílabos, eneasílabos, heptasílabos y alejandrinos procuran otorgar al conjunto.
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Pero también encontramos la cadencia justa de un poemario ambicioso y anclado en las mejores fuentes líricas, porque, aunque éste es un libro de amor, también es un testimonio vital que no obvia ni su presente, ni su pasado ni su futuro. Dice Manuel Vilas en el prólogo: «Belmonte usa una poesía cotidiana, coloquial, llena de humanidad» y, más tarde, añade: «José Belmonte quiere decirnos cómo ha sido su vida, cómo está siendo, y lo hace con calidez e inteligencia».
Chet Baker
Estamos ante el poemario de un profesor, que es antes que nada poeta y sabe que se debe a ese credo particular de la palabra sublimada y del mito, aunque la lírica de Pepe Belmonte ande por los límites del ámbito cultural y contenga no solo la experiencia vital del amor y del sentimiento, sino también los ecos de la mejor música de jazz encarnada en el trompetista Chet Baker, de su vida desgarrada y de su genio musical:
«Estos son los términos
del contrato.
Tú me cantas 'My funny
Valentine'
y yo a cambio te devuelvo la vida.
Recuerda que el amor
obra milagros».
Y junto a él, que constituye el bloque de la segunda parte, hallamos una vuelta inteligente y muy literaria a la mejor poesía clásica, a la que mejor conecta con nosotros en este presente tan convulso y complejo, no en vano, el poemario tiene en su inicio una cita del poeta griego Yorgos Seferis, y a lo largo de él hallamos referencias a Dante y a Catulo, entre otros:
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No existe un placer mayor,
oh Lesbia,
que estar en pijama, sobre
un cálido
y confortable sillón, con
un libro
del excelso Catulo entre
las manos,
mientras que afuera cae lenta la tarde
y el mundo recoge sus últimos despojos.
Los poemas discurren con la brevedad y la densidad de una factura clásica que no se aleja ni un minuto de la actualidad y del presente, porque estos son unos versos escritos a pie de calle, aunque no lo parezcan:
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«Paulina, vida mía:
Somos como dos estrellas
fugaces
en medio de un universo que se extingue».
Los trenes perdidos
Algo en esta obra posee el aroma de la transitoriedad y de la prisa por recuperar el tiempo, de ese escándalo secreto de la madurez que mira hacia el hondón de una juventud descarada y pletórica, por eso en el poema 'Sueños' leemos: «Los trenes perdidos nunca regresan. Ni en los mejores sueños». Y tal vez aquí resida todo, en estas palabras sencillas que vuelven a recrear un mito, el del archirepetido carpe diem, que durante tantos siglos han usado los vates de todas las lenguas, cada uno con un matiz distinto y Pepe Belmonte ha tornado a traerlo al papel con una sencillez de poeta profundo al que le molesta la afectación innecesaria y la vana palabrería, de ahí que los poemas de este libro sean breves, intensos, significativos y sustanciales: «Todos mis días son de crudo invierno. / ¡Cuánto se alarga tu ansiado regreso! / ¿A qué dios, a qué clase de héroe / podría yo invocar / para tenerte al fin entre mis brazos?». El poeta no puede evitar un claro tono de clasicidad en unos poemas que precisan de esa música aunque no eviten su carácter contemporáneo y moderno, su cercanía:
«Y amo cuanto hay en ti
de locura,
de insomne, de tierno
e irrepetible»
Pareciera que a una edad madura le haya sorprendido al poeta el amor juvenil, la pasión primera y la locura y no haya tenido más remedio que pararse en el camino para cantar el suceso, para dejar constancia al resto de los mortales del maravilloso prodigio y a todo este relato no haya podido ponerle otro título que el de la mujer que lo ha ocasionado, de ahí que nos encontremos ante un testimonio sorprendido, casi estupefacto, que relata el milagro del amor que nos cambia por entero, del amor que nos convierte en otras personas y nos hace siempre mejores:
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«Déjame que te mire,
oh dulce Paulina
feliz antojo de un dios
ebrio y sabio,
con un tarro de miel
entre las manos,
endulzando el té y
la tarde entera»
Parece que estuviéramos leyendo a un poeta clásico, a un poeta de siempre.
¡Enhorabuena, Pepe!
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