El secreto científico de los tatuajes

Sábado, 27 de septiembre 2025, 07:55

Los tatuajes han acompañado a la humanidad durante miles de años. En Egipto se tatuaban figuras geométricas en sacerdotisas hacia el 2000 a.C. En ... Polinesia, el tatuaje era un rito de paso y de rango social. En Japón, el arte del irezumi alcanzó niveles de detalle extraordinario mientras que, en Occidente, los tatuajes se asociaron durante mucho tiempo a marineros, soldados y prisioneros.

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Pero en apenas un siglo, los tatuajes han pasado de ser estigma a convertirse en moda. Lo que antes se asociaba a grupos marginales ahora se encuentra en todas las profesiones. Hoy, médicos, abogados, profesores y deportistas muestran orgullosamente sus tatuajes… y quedan pocos famosos que no se hayan tatuado. Cantantes como Rihanna, Lady Gaga, Bad Bunny o Maluma; deportistas como Lionel Messi o Carlos Alcaraz; actores como Dwayne Johnson (The Rock) o Angelina Jolie y artistas urbanos como Post Malone los lucen orgullosamente como símbolos de identidad. La sociología interpreta este cambio como una democratización del cuerpo: la piel se convierte en un espacio de expresión donde la identidad se escribe literalmente. El tatuaje es, en este sentido, un espejo de la transformación social.

Sin embargo, poca gente conoce que, más allá de la moda o la estética, cada tatuaje es también un experimento científico en la piel. En este artículo recorreré la ciencia de los tatuajes, explorando la biología, la química, la física, la medicina, la psicología, la antropología y hasta la nanotecnología, para entender cómo funciona esta forma de arte corporal que une tradición y ciencia.

Anatomía y biología: la piel como lienzo

La piel, nuestro órgano más extenso, mide entre 1,5 y 2 m² en un adulto y pesa alrededor del 16% del cuerpo. Su estructura en capas es clave para comprender los tatuajes. La epidermis es la capa externa y se renueva cada 28 días aproximadamente. Si la tinta se quedara aquí, el tatuaje desaparecería con la descamación. La dermis es la capa más profunda, formada por colágeno, vasos sanguíneos y nervios. En ella se aloja la tinta de manera estable. Finalmente, la hipodermis es la capa grasa que protege órganos y músculos, y a ella no se debe llegar durante el tatuado.

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Cuando la aguja deposita el pigmento en la dermis, el sistema inmunitario reacciona. Los macrófagos fagocitan parte del pigmento, y otras partículas quedan atrapadas en fibroblastos y en la matriz extracelular. Esto explica por qué, con el tiempo, los tatuajes pueden verse más difusos: los macrófagos mueren y liberan pigmento, que otros fagocitos vuelven a capturar, desplazándolo mínimamente.

Física: agujas y energía en movimiento

Las máquinas de tatuar actuales funcionan gracias al principio del electromagnetismo. Una bobina crea un campo magnético que impulsa la barra de la aguja en ciclos rápidos y constantes. Algunas agujas penetran más de 100 veces por segundo. La física también está detrás de otros parámetros fundamentales del tatuaje. La presión y profundidad de la aguja determinan si el pigmento se fija o si se produce sangrado excesivo. La capilaridad hace que la tinta se desplace por los microcanales creados por la aguja, distribuyéndose en la dermis. Con los años, las partículas de tinta tienden a moverse lentamente a través del tejido, lo que genera el aspecto difuminado en tatuajes antiguos.

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Química: pigmentos bajo la lupa

La química analítica investiga la composición de las tintas mediante técnicas como espectrometría de masas o microscopía electrónica. Los pigmentos empleados deben ser insolubles en agua (para no difundirse), no descomponerse con la luz solar y, por supuesto, ser seguros. Destacan el negro de carbono (químicamente estable), óxido de hierro (da tonalidades rojas y marrones), sulfuro de cadmio (produce amarillos brillantes, pero está en desuso por su posible toxicidad) y ftalocianinas de cobre (aportan verdes y azules intensos).

Medicina: riesgos, cuidados y usos clínicos

El tatuaje es, en esencia, una herida controlada, por lo que debe ser realizado por profesionales bajo estrictas condiciones sanitarias. La dermatología, la rama de la medicina que se especializa en el diagnóstico, tratamiento y manejo de las enfermedades y desórdenes de la piel, interviene en el caso de reacciones alérgicas, en la formación de cicatrices queloides o en los posibles daños por exposición solar en zonas tatuadas.

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La medicina también utiliza el tatuaje de manera innovadora. En oncología, tatuajes diminutos marcan el área para radioterapia. Algunos endocrinólogos emplean biotatuajes experimentales para detectar glucosa en tiempo real. Incluso en cirugía reconstructiva la micropigmentación estética sirve para devolver apariencia natural tras algunas operaciones.

Neurociencia y psicología: el dolor y el placer de tatuarse

Cada pinchazo activa en la piel nociceptores (terminaciones nerviosas que detectan estímulos dañinos), enviando señales eléctricas a través de fibras nerviosas hacia la médula espinal y el cerebro. La corteza somatosensorial procesa la ubicación del dolor, mientras que el sistema límbico lo relaciona con emociones. Curiosamente, durante la sesión, el cerebro libera endorfinas, que reducen la percepción del dolor y producen sensación de bienestar. Esto explica por qué algunas personas describen la experiencia como adictiva. Desde la psicología, los tatuajes son estudiados como formas de narrativa personal. Para algunos, representan resistencia o superación; para otros, identidad estética.

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El futuro de los tatuajes

Los tatuajes del futuro ya se están gestando en laboratorios. La ingeniería biomédica trabaja en tatuajes electrónicos, circuitos ultrafinos aplicados en la piel que monitorizan la temperatura, la hidratación o la frecuencia cardíaca. Además, se están desarrollando biotintas inteligentes, pigmentos que cambian de color ante alteraciones del pH, glucosa o niveles de electrolitos. Incluso ya se disponen de nanopartículas capaces de hacer tatuajes temporales que se degradan de forma controlada, facilitando su eliminación sin láser.

Estimados lectores de LA VERDAD, la próxima vez que vean un tatuaje, como los que realiza el murciano Joaquín Ganga, conocido como «el tatuador de las estrellas» (ha trabajado con personalidades como LeBron James, Drake o Anuel AA), piensen que la aguja que marca la piel no solo deja un recuerdo estético, sino también un testimonio del avance científico que hace posible que esa imagen permanezca con nosotros para siempre.

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