¿Serán nuestras casas diferentes después del confinamiento?
El profesor de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cartagena, José Calvo, da las claves sobre un posible cambio de tendencia constructiva
La irrupción del coronavirus y sus efectos devastadores de la salud de la población, obligaron a la mayoría de países del mundo a confinar a sus ciudadanos, en periodos más o menos prolongados. Una situación, sin precedentes, que entre otras inquietudes ha puesto de relevancia las diferencias entre aquellos que vivían en hogares con espacios al aire libre y quienes lo hacían en pequeñas residencias, sin ni siquiera unos metros de terraza.
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Poco después, parece que el mercado inmobiliario sintió esos efectos y los expertos señalan que el interés por las viviendas con jardín o terraza creció en torno a un 40% en 2020. Alguno, incluso se atrevían a especular con la posibilidad de que, en unos años, esos efectos se viesen reflejados en un cambio de la tendencia constructiva y arquitectónica.
No obstante, el profesor de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cartagena, José Calvo, asegura que «cuando ha habido un fenómeno disruptivo fuerte se ha ralentizado mucho la construcción de viviendas y otros edificios. Pero al salir de la crisis, han seguido actuando las tendencias anteriores, en ocasiones con más fuerza. Y cuando las cosas han cambiado después de una pandemia, como por ejemplo en el Renacimiento Florentino, posterior en unas décadas a la Peste Negra del siglo XIV, ha sido por motivos culturales y no a causa de la epidemia».
La Peste Negra es un episodio revelador, que valdría como ejemplo en este momento
De hecho, el profesor, que tiene en marcha el proyecto 'Geometría y Construcción en piedra de cantería en el ámbito Romano y Altomedieval. Análisis de piezas singulares en el mundo mediterráneo', financiado por la Fundación Séneca, considera que precisamente la Peste Negra es un episodio revelador, que valdría como ejemplo en este momento. «En algunas áreas redujo la población a un tercio; en estas áreas, la actividad constructiva desapareció casi por completo. Al salir de la epidemia, las tendencias en arquitectura continuaron en la misma dirección, una arquitectura gótica muy decorada. Todo esto sugiere el optimismo que, según algunos, nos va a embargar cuando salgamos de la pandemia. En cambio, en Italia se produjo un cambio de orientación radical con la aparición del Renacimiento, pero no fue como consecuencia de la crisis, sino por motivos culturales», dice.
La Segunda Guerra Mundial es otro caso significativo dado que al salir de la guerra, se generalizaron algunas tendencias, como el racionalismo, que hasta entonces se habían difundido en revistas y en algunas construcciones concretas. Otras, como el expresionismo, pervivieron únicamente en ejemplos muy singulares.
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La Arquitectura es un fenómeno complejo que comprende no sólo la construcción, sino la forma y el uso de la misma. Por lo general, las influencias culturales se manifiestan más rápidamente en el plano formal. Por ejemplo –explica Calvo– en el siglo XV, la arquitectura Gótica era un sistema completamente asentado. Pero en este momento aparece, primero en Toscana y gradualmente en toda Europa, una voluntad cultural de recuperar la cultura clásica, tanto en la literatura y la correspondencia diplomática como en las artes figurativas y en la arquitectura. Pensemos que muchos grandes humanistas eran cancilleres; es decir, escribían cartas en latín para las ciudades-estado. Estos cambios no son tan rápidos como se piensa a veces».
Así pues, en el primer Renacimiento subsisten rasgos de origen Románico, Gótico o incluso Paleocristiano. Por ejemplo, es muy revelador saber que los primeros maestros del Renacimiento Florentino consideraban que el Baptisterio, que está frente a la catedral, es un edificio romano, y lo tomaban como fuente de inspiración; pero, en realidad, es románico.
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Hacer arcos de medio punto en lugar de apuntados es relativamente fácil; pero cambiar todo el sistema constructivo de un palacio o una catedral no es tan sencillo
Por lo general, las tendencias se transfieren más lentamente al plano de la construcción que a otros como el vestido, por ejemplo. No en vano, hacer arcos de medio punto en lugar de apuntados es relativamente fácil; pero cambiar todo el sistema constructivo de un palacio o una catedral no es tan sencillo. «Por eso en la España del siglo XVI se introduce con más rapidez el Renacimiento en aspectos formales, mientras que se siguen empleando técnicas constructivas góticas. Un buen ejemplo es la catedral de Granada, con bóvedas de crucería sobre pilares clásicos», señala Calvo.
Otro aspecto interesante es la función, que en general depende de las costumbres sociales, que son en sí mismas factores culturales. Según el profesor de la UPCT, «en las partes más antiguas del palacio de Versalles, apenas hay corredores y se pasa directamente de una habitación a otra. El concepto de privacidad era completamente diferente al nuestro; Luis XIV se levantaba de la cama en presencia de muchos cortesanos. Solo a finales del siglo XVII, en las alas del palacio, se emplean los pasillos de modo sistemático, buscando la privacidad».
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Durante todo el siglo XX se ha visto la evolución opuesta, que va desde las viviendas con pasillo y habitaciones estrictamente independientes a un concepto de espacio fluido. Algo que ya está presente a principios de siglo XX en las obras de Frank Lloyd Wright, pero que se ha ido generalizando a lo largo de los últimos 100 años, hasta llegar a distribuciones mucho más abiertas en los 'loft' neoyorquinos, que aparecen al reutilizar la arquitectura industrial y comercial como viviendas.No es de extrañar que, al desaparecer o reducirse el servicio doméstico, se vaya a distribuciones mucho más abiertas.
Claro está que a la hora de llevar a cabo determinados cambios, no solo la intención cuenta. Así, por ejemplo, la evolución de los materiales se suele deber a razones tecnológicas. La posibilidad de emplear grúas cada vez más potentes lleva a pasar de la mampostería en el primer románico, a sillarejo en las bóvedas góticas y a sillares de buen tamaño en el Renacimiento.
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Por el contrario, los cambios en la decoración suelen ir unidos a motivos culturales o políticos, desde el interés por Roma de los papas del Renacimiento, por la arquitectura griega del período neoclásico (la democracia griega, de hombres ricos, era un buen modelo para el liberalismo de la época) o la fascinación del siglo XX por la industria, que da lugar al rechazo del ornamento.
Señales históricas
Atendiendo al hecho de que los estilos arquitectónicos suelen compartir largos periodos de tiempo, los historiadores deben manejar varios tipos de fuentes a la hora de datar cronológicamente una construcción.
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«En principio, las más seguras son las fuentes documentales, los archivos, que nos dan fechas concretas. Lo malo es que estas fuentes muchas veces no existen o, cuando existen, no siempre precisan a qué parte de un edificio se refieren», apunta José Calvo. En esos casos, se suele recurrir al análisis estilístico, pero –afirma– «esta vía es muy peligrosa por dos razones: por una parte, la arquitectura gótica e incluso la románica, no desaparecen súbitamente al llegar el Renacimiento; en los últimos años ha aparecido un interés renovado por el gótico de la Edad Moderna, que coexiste con el Renacimiento y el Barroco. Pero aún es peor el siglo XIX, donde el eclecticismo lleva a reproducir prácticamente todos los estilos».
Otra vía de interpretación es la tecnología. Por ejemplo, a partir del siglo XVIII aparecen instrumentos de talla de piedra nuevos, como la bujarda, que dejan en la piedra unas huellas diferentes. Esto puede dar pistas acerca del momento en el que fue ejecutado o renovado un elemento constructivo. Además, se emplean de técnicas como el carbono 14 o la dendrocronología (el análisis de la secuencia de anillos de la madera). Técnicas que se deben emplear en combinación con los documentos de archivo, cuando existan, y a pesar de eso no siempre son concluyentes. «Todavía se discute si una escalera famosa en Saint-Gilles, en Languedoc, es del siglo XII o del siglo XV».
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Investigación a distancia, por el coronavirus
El grupo de Historia de la Construcción de la UPCT se había propuesto viajar a Francia, Italia, Turquía o Jordania para documentar una serie de ejemplos clave de la construcción Romana en piedra de cantería y estudiar sus características geométricas, en el marco del proyecto 'Geometría y Construcción en piedra de cantería en el ámbito Romano y Altomedieval. Análisis de piezas singulares en el mundo mediterráneo', financiado por la Fundación Séneca. La irrupción de la pandemia cambió esos planes y les ha llevado a trabajar sobre la base de fotografías tomadas en viajes anteriores.
«Estas limitaciones se superan reconstruyendo la forma de otras construcciones mediante una técnica denominada fotogrametría automatizada, que permite obtener modelos tridimensionales a partir de series de fotografías», según el investigador principal del grupo, José Calvo. Esto ha llevado a los investigadores Ricardo García Baño y Macarena Salcedo a desarrollar un análisis de la bóveda de arista de la puerta Bab-el-Nasr de la muralla fatimita de El Cairo.
Antes de la pandemia sí pudieron viajar a Italia para colaborar con la Universidad Iuav de Venecia –la escuela de arquitectura más prestigiosa de Italia– documentando directamente dos mausoleos Romanos: el de Ummidia Quadratilla en Cassino y la llamada Grotta dei Massacci en Frasso Sabino. Midieron rigurosamente las dos piezas mediante una combinación del escáner laser 3D del grupo y las tomas para fotogrametría automática de los colaboradores italianos.
«Todo esto nos permitió estudiar la construcción en piedra de las dos tumbas, dovela a dovela, y plantear una hipótesis acerca de cómo se pudo controlar su ejecución sin dibujos previos, sino tallando cada una de las piedras en su posición final y adaptándola a las dovelas contiguas, de forma que encajen una con otra sin fisuras», continúa Calvo.
En el caso de Frasso Sabino, se trata de una bóveda de arista, similar a la que cubre la cámara inferior del mausoleo de Teodorico en Rávena, que los grupos de Cartagena y Venecia se plantean abordar cuando se levanten las restricciones a los viajes. Pero el equipo no se ha limitado a estudiar las complejidades de la talla de la piedra, sino que aprovechando la precisión que aporta el escáner láser han analizado las unidades de medida empleadas, las proporciones de la pieza e incluso las grúas que se pudieron emplear para colocar los enormes bloques de piedra del monumento.
Según el investigador de la UPCT, «el caso de Cassino es más complejo, pues se trata de una bóveda semiesférica sobre un muro cilíndrico en el que se abren cuatro arcos; no se trata de los arcos semicirculares tan frecuentes en la arquitectura romana, puesto que no están abiertos en un muro plano, sino en una superficie cilíndrica. Incluso la geometría de la bóveda, que puede parecer simple a primera vista, es más compleja de lo que parece, pues las piezas deben encajar unas con otras y al mismo tiempo, materializar la superficie esférica de la bóveda». Sin embargo, los italianos Giulia Piccinin y Pau Natividad sostienen que con toda probabilidad la geometría de estas piezas se controló directamente con las dovelas colocadas en su emplazamiento definitivo; aunque han aparecido algunos trazados inscritos en las piedras del pavimento, estos se refieren únicamente a la planta del muro cilíndrico.
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