La representación del deseo

Cine. Las películas que tratan sobre el engaño siguen códigos que permiten mostrar los momentos clave de la relación

LAURA LAZCANO

Sábado, 13 de febrero 2021, 01:08

La infidelidad a menudo destruye vínculos íntimos y el séptimo arte, como medio enfocado a diseccionar la naturaleza de las relaciones personales, se ha encargado ... siempre de esto. Plasmado en el cine desde sus inicios, no es de extrañar que la infidelidad sea un tema habitual en la pantalla. Pues no solo se presta muy bien al drama sino que permite generar narrativas que se sumergen en el suspense y encuentran una de sus facetas más consolidadas en el terreno del melodrama. Sujeta a distintas censuras –aunque no todas amparadas por el Código Hays– y con frecuencia presentada bajo la máscara de la transgresión, la infidelidad no deja de escenificar una traición. Con sexualidad de por medio.

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Como describe Tanya Krzy-winska, las narrativas de infidelidad se caracterizan por aferrarse a ciertos códigos o esquemas compuestos de momentos clave. La autora distingue entre el Encuentro, donde los personajes se ven por primera vez; el Affaire, cuando los principios de realidad y placer entran en conflicto; y la Elección, entre otros, donde el conflicto se resuelve de alguna manera. Cómo olvidar en 'De aquí a la eternidad' (1953) los cuerpos resplandecientes de Deborah Kerr y Burt Lancaster en la arena, ajenos a las olas que rompen en la orilla mientras se funden en un abrazo adúltero y ella le asegura que nadie la ha besado como lo hace él. O la incredulidad de Katharine Ross en 'El graduado' dejando paso a un dolor insoportable cuando su prometido le revela que ha tenido una aventura con su madre. La decisión de Mike Nichols de desenfocar el rostro de la joven para volver a enfocarlo unos segundos después transmite de forma brillante lo que tarda ella en asimilar la magnitud de la confesión. Como la forma en que Ang Lee captura lo espontáneo del deseo en 'Brokeback Mountain' (2005) en ese primer beso surgido de la violencia entre los vaqueros.

Así, a lo largo de la historia del cine, la representación del deseo en la pantalla ha atravesado varias fases: casi como en previsión a lo que llegaría en unos años con la imposición de la censura, es interesante comprobar cómo una gran parte de las películas pre-código de la década de los 20 y 30 no solo no castigan la infidelidad en la pantalla sino que en algunos casos hasta parecen recomendarla como solución a un matrimonio en horas bajas. Es el caso de '¿Por qué cambiar de esposa?' (Cecil B. DeMille, 1920), comedia romántica adelantada para su tiempo en la que el marido, harto de la rutina conyugal, se deja conquistar por una conocida para terminar volviendo posteriormente con su esposa. Otro filme que también retrata la infidelidad como un 'peaje necesario' para que los maridos aprendan a valorar a sus esposas es 'Madam Satan' (Cecil B. DeMille, 1930). Con un guión ágil repleto de bromas, 'Madam Satan' es un festín visual que deleita con una de las mejores fiestas de disfraces a bordo de un zepelín sobrevolando Manhattan.

Precisamente, en ambos filmes está presente el discurso que ha imperado siempre que, por una parte, alecciona a las mujeres a soportar todo tipo de humillaciones por parte de sus parejas masculinas y por otra, valida el hecho de que ellos no se responsabilicen de las consecuencias de sus actos. Y sin embargo, cabe resaltar que si bien ambas obras reflejan esta realidad retrógrada, eso no significa necesariamente que su discurso sobre la infidelidad navegue en la misma línea. Quizás a este respecto sea 'La eterna cuestión' (Frank Borzage, 1925) una de las películas pre-código más avanzadas del período en cuanto a subtexto ya que muestra a la protagonista femenina huyendo con su amante mientras deja atrás marido e hijo.

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El Código Hays y su influencia

Esta joya muda de Borzage consigue burlarse de los corsés del matrimonio al mostrar cómo a la esposa adúltera le ha merecido la pena el sacrificio: es al reencontrarse 30 años después cuando sus allegados comprueban que sigue felizmente emparejada con el hombre con el que se fugó. Finalmente, sería 'Una hora contigo', la obra dirigida a cuatro manos entre Lubitsch y Cukor en 1932, la que iguala ligeramente la batalla entre sexos. A través de varios números musicales intercalados, el filme presenta a un feliz matrimonio que recibe la visita de una amiga. Tras caer el marido en la tentación con esta amiga, la esposa, por su parte, se deja seducir por otro. Una vez confiesa cada uno la parte que le toca, vuelven a juntarse como si no hubiese pasado nada.

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