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'Amigos', obra de Vicente Viudes que podrá verse en la exposición.

Vicente Viudes, el 'Arcimboldo español'

El primer centenario del polifacético pintor murciano pasó inadvertido, aunque ahora el Museo de Bellas Artes recupera su recuerdo

PEDRO SOLER

Martes, 28 de febrero 2017, 04:55

En aquella 'Revista de Letras' de 'La Verdad', a finales de 1931, José Ballester escribía sobre los grandes mitos del arte regional, como Planes, Gaya, Joaquín, Garay, Pedro Flores, Gómez Cano, Almela...; pero también comentaba «la revelación de un pintor nuevo, que llegará donde quiera, si trabaja y acierta. El azar nos hizo admirar un cuadrito suyo de naturaleza muerta, lleno de atisbos en calidades, composición, orientación y gusto». Ese pintor nuevo no era otro que Vicente Viudes, entonces «casi un niño», puesto que solo había cumplido 15 años. Pasado el centenario de su nacimiento, el Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam) ha querido recuperar su memoria con una corta, pero emocionante exposición, abierta hasta el 23 de abril.

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Prácticamente olvidado en su tierra, su nombre y su obra recibieron una más que notable aceptación en España, en Europa y en países americanos como Argentina, Chile, Cuba, Venezuela, Santo Domingo, Haití...; y, de modo especial, Estados Unidos, donde encontró el mejor mercado para su pintura. Sus obras fueron adquiridas por personajes, coleccionistas y museos de la categoría de los duques de Windsord, Henry Ford, Melión Bruce (fundador de la National Gallery, en Washington), la actriz Deborah Keer; los marqueses de Merry del Val, los condes de Elda, la colección Thyssen, Luchino Visconti, Dalí, Fernando Pignatari, Luis Escobar, Juan y Bartolomé March, Pitita Ridruejo... Destacó también como muralista, por lo que realizó trabajos de este género en Londres (la reina Isabel de Inglaterra acudió a la presentación de uno), en el palacio real de Etiopía, en el presidencial de la República de Malawi, en los cines Carlos III y Amaya, en Madrid, y en el Teatro de Bellas Artes. El diario 'ABC' afirmaba que los dos últimos cuadros que pintó «fueron realizados para Cristina Onassis».

Nacido en Murcia el 29 de noviembre de 1916, fue el mayor de siete hermanos «en un hogar feliz y acomodado que presidía el señorío matrimonial de don José Viudes y doña Carlota Martínez». Así lo escribía Julián Cortés Cabanillas, en una entrevista publicada el 28 de agosto de 1966, en la que también se afirmaba que Vicente Viudes era «un gran artista, de categoría internacional y de los pocos que, modestamente, se apartan del mundanal ruido, esquivando las charangas propagandísticas». Era todavía un niño cuando ya se afanaba en pintar sobre cualquier papel que encontraba. Estudiante en el colegio Alfonso XII, en El Escorial, tuvo como primer maestro artístico a Gabriel Palencia, pintor de cámara de Alfonso XIII, a quien mostró sus dibujos y le pidió que le enseñara a pintar. Luego comenzaría los estudios de Arquitectura, que abandonó, para matricularse en Bellas Artes, algo que a sus padres no les pareció bien, pero «al fin -contaba él- se impuso mi constancia y mi entrega total a la pintura».

Los estudios de Bellas Artes se vieron truncados por la Guerra Civil, que no le impidió seguir con sus dibujos iniciales, que consistían en «muchos animales, muchas plantas, muchas frutas, muchas jaulas», pero siempre, confesaba, «con la misma angustia de penetrar a fondo en el misterio de la luz». Durante este período, en Murcia formó parte del llamado Grupo Joaquín -dirigido por el famoso pintor murciano de este nombre-, un taller colectivo de pintura, junto a Sofía Morales y Eloy Moreno. El pintor aceptaba estos trances porque, para él, «en cualquier oficio de arte, toda experiencia es buena, porque contribuye a mejorar la técnica».

Debut en Madrid

Fue en 1946 cuando presentó en Madrid su primera exposición individual, aunque, confesaba que se sintió más satisfecho con la segunda, porque, «por vez primera, lanzo mis cuadros de composiciones con vegetales en forma de figuras humanas». Por esto hubo quien lo definió como el 'Arcimboldo español', evocando al pintor italiano del siglo XVI, conocido, entre otras razones, porque representaba el rostro humano a base de flores, frutas o plantas. Viudes reconocía que no era muy amante de las figuras humanas, porque más que pintar o retratar a una persona, lo que hacía era caricaturizarla.

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Se declaraba gran admirador de Velázquez, aunque, «si me lo dejaran para tener en casa, prefiero 'El Jardín de las delicias', de El Bosco». Por encima de esto, se confesaba rendido discípulo de Jan Veermer, el pintor holandés, en el que encontraba los mayores motivos de inspiración para su pintura. Becado por el gobierno francés, para ampliar estudios en París, en 1949, tuvo ocasión de exponer «en la mejor galería de la Plaza Vendome». Los periódicos regionales aprovecharon el momento, para hacerse eco de tal acontecimiento. Además, no podía negarse que los recuerdos murcianos aparecían con frecuencia en su pintura. Antonio Oliver, a propósito de otra exposición que Viudes presentaba en Madrid, en mayo de 1954, escribió que sus pinturas eran «lienzos de un acusado valor lírico. El tema frutal y vegetal subsiste en las mejores obras que presenta, como signo de inequívoca fidelidad a su tierra murciana». Su pintura también estuvo presente en la exposición colectiva que el diario 'ABC' presentó en noviembre de 1955 en el Palacio de la Biblioteca Nacional. Podían contemplarse obras de Cecilio Pla, caricaturas de Xaudaró, ilustraciones de Eduardo Vicente, retratos de Vázquez Díaz y «óleos de pintores que se encuentran ausentes de España, como Ramón Gaya; y de otros que viven y triunfan en ella, como Vicente Viudes».

Un paso muy importante en su trayectoria artística fue la tentación que sintió por la escenografía, «con el afán de crear una pintura muy moderna para un teatro en proceso de renovación». Esta faceta se inició con 'El pobrecito carpintero', de Eduardo Marquina, obra estrenada en el Teatro Nacional. Viudes empezó así su carrera de escenógrafo y figurinista. A partir de entonces, la firma del pintor murciano se encontraba detrás de la escenografía de obras como 'El desdén con el desdén', de Moreto; 'La dama boba', de Calderón; 'La Celestina', de Fernando de Rojas; 'El villano en su rincón', de Lope de Vega; 'Romeo y Julieta' y 'Hamlet', de Shakespeare; pero también siguió desempeñando su labor en la escenografía y figuración de obras modernas, como 'Lo que el viento se llevo', de Margaret Mitchell, en su versión teatral, ya se había convertido en película universal; 'Casi un cuento de hadas', de Buero Vallejo, o 'El amor es un potro desbocado', de Luis de Escobar.

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Discípulo de Joaquín

Y cuando, en 1962, se cumplió el centenario del Teatro Romea, también se convirtió en el decorador oficial del local, escenógrafo y figurinista de las obras que se representaron. Consideraba que esta faceta y la de muralista le habían proporcionado muchas satisfacciones. Recordaba la presentación en el Teatro de las Naciones, de París, de sus decorados para 'La Celestina'; los paneles de azulejos en la casa de Juan March, en Mallorca; la decoración de la Muestra de Artesanía Española, en Roma; el mural del madrileño teatro de Bellas Artes y los de 'Food Fair', de Londres... Fue, para muchos estudiosos, discípulo refinado del inolvidable Joaquín, y «elemento renovador en la vida teatral de los años de la posguerra y aún hasta la década de los sesenta».

El pintor falleció a los 68 años, el 22 de mayo de 1984, en su casa de Marbella. Poco antes había donado su cuerpo a la facultad de Medicina de Málaga. El diario 'ABC' afirmaba que fue «uno de los grandes de la pintura española actual», además de «escenógrafo y muralista excepcional». En 'La Verdad', Antonio Morales escribió que había muerto «un artista importante, que, sin embargo, ha pasado prácticamente desapercibido en Murcia, excepto para los amantes y entendidos de la pintura (...). Sobresalió en la pintura y en la decoración de forma notabilísima».

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