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Imagen de archivo de una mesa electoral formada por jóvenes. / VICENTE VICENS / AGM
REGIÓN MURCIA

Hijos de la Constitución y del mileurismo

Cuatro jóvenes murcianos nacidos en 1978 valoran la época que les ha tocado vivir

F. CARRERES

Sábado, 6 de diciembre 2008, 11:53

Deseados y muy protegidos, nacieron en medio del fulgurante proceso tecnológico de las últimas décadas, convivieron con naturalidad con la ruptura del hogar tradicional y fueron los primeros a los que no les ha ido mejor que a sus padres. Son hijos de la Constitución, nacidos en 1978 y representantes de una generación perdida, a mitad camino de la X y la Y, en las que no terminan de encajar ni por las fechas ni por sus señas de identidad. De hecho, su desubicación generacional provocan que hayan ha vivido de todo: desde las TV en blanco y negro, a los TFT más nítidos. Gente que ha jugado a las canicas, a la cuerda, y a la Playstation.

Mileuristas y víctimas en primera persona de la especulación inmobiliaria, muchos tuvieron que volver al hogar paterno cuando acabaron la universidad, y tardaron en encontrar trabajo. Alegres, seguros de sí mismos y enérgicos, quienes daban sus primeros pasos al mismo tiempo que la Democracia se han convertido en la generación más abstencionista de nuestro país, fieles a su espíritu rebelde.

Pero los estereotipos están para romperlos, y a los cuatro jóvenes murcianos nacidos en 1978 elegidos al azar por se les caen las etiquetas cada vez que abren la boca. Un sólo denominador común: no conciben su existencia sin libertad para expresar sus opiniones, ni renunciarían por nada del mundo a expresarse libremente en las urnas cada cuatro años. «Votar es un derecho, pero yo creo que también una obligación. Con tanto que se ha luchado para que podamos hacerlo, no ir a votar, aunque sea en blanco, no tiene sentido», asegura Ivana González, contable en una empresa dedicada a la construcción en la que empezó a trabajar a los 25. Medias jornadas, contratos de becario, en prácticas... Conoció casi todas las modalidades, pero al final la hicieron fija y puede vanagloriarse de superar por unos euros al grupo de mileuristas. «En lo laboral estoy bien, no me quejo, a pesar de que estoy en un sector de riesgo de momento sigo sin problemas», asegura. La vivienda es otro cantar: «De momento, sigo con mis padres. Viví unos meses de alquiler, pero decidí volver y estoy esperando el momento de poder comprarme una casa».

María José Hernández, pedagoga y coordinadora de programas de la Fundación Instituto Murciano de Consumo, sí se embarcó, junto a su marido, en la aventura de comprar una casa en Churra que se lleva casi un sueldo todos los meses. No se arrepienten, pero ponen en cuarenta el Artículo 47 de la Constitución que nació con ellos, el que garantiza que «todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada». Los cuatro abuelos de María José, uno de ellos centenario, le han puesto al día de las penurias que pasaron en la etapa preconstitucional. «Cuando hablo con ellos me queda la sensación de que tengo suerte por la época que me ha tocado vivir».

Profesora de Inglés desde hace siete años, a Mª Carmen Serrano se le hubiera hecho muy cuesta arriba ser mujer en la época en que ella nació. «Era casi ser una persona a través de otro. No poder votar, ni abrir una cartilla... uf». De hecho, cada cita con las urnas es casi una fiesta para ella. «La verdad es que lo disfruto, ese día me levanto con ilusión. Pensar que lo que tu eliges y decides cuenta es importante para mí». Partidaria de recuperar la memoria histórica -«si no sabemos de donde venimos es más difícil comprender lo que tenemos ahora», Mª Carmen sí se reconoce algo más entre los chicos de la Generación X, con sus iconos indie rock y sus autores malditos.

Ella no la ha vivido, pero la inestabilidad laboral es otro signo de los tiempos. El trabajo ya no es para toda la vida, hay que estar mentalizado para la flexibilidad y movilidad. Miguel Ángel Espallardo no tiene miedo al futuro, a pesar de su desconfianza total en la política. «No me veo identificado con ningún partido», reconoce. Ha trabajado desde los 17 años, incluso ha estado embarcado pescando atunes y peces espada. Ahora trabaja en una empresa de productos químicos en Molina de Segura, pero si la cosa se tuerce lo tiene claro: «Me echo a la calle, con mi guitarra, que la toco muy bien, y a seguir viviendo con alegría».

Muchos de los jóvenes que en 1978 cumplen 30 años recibieron un ejemplar de la Constitución, cortesía del Gobierno, cuando celebró su 25 aniversario, pero los cuatro entrevistados reconocen haberla leído «sólo por encima».

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