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Alatriste: las caras ocultas de la letra

J. M. LÓPEZ DE ABIADA

Lunes, 31 de octubre 2016, 22:50

La serie del Capitán Alatriste se presta a lecturas múltiples, entre las que se percibe de forma predominante una lectura que se revelará cual correctivo enérgico de las imágenes perjudiciales y los estereotipos lesivos de España y de lo español que se fueron configurando en las culturas y literaturas europeas al socaire de los siglos XVI y XVII. Son imágenes que responden a una evidencia por todos conocida: los imagotipos creados sobre los distintos pueblos (tanto en el sentido real como figurado: los del pueblo vecino son «distintos») han alimentado los relatos, los vituperios y las anécdotas desde la noche de los tiempos.

Y como en la serie se da además el caso de que está protagonizada por un personaje literario que ha tenido una recepción enorme en otras culturas por las traducciones a cuarenta lenguas extranjeras, la capacidad correctora de la obra es aún mayor. Ello es así, porque los personajes y tipos literarios de enjundia son elevados por el público receptor a categorías simbólicas que paulatinamente van formando parte del imaginario colectivo.

Dichas capacidades son norma y práctica de los personajes seminales literarios (don Juan y don Quijote, Celestina y el pícaro, por ejemplo), que como tales dan forma visible a aspectos y rasgos determinados de nuestra idiosincracia y nuestras particularidades. Son, por tanto, referencias culturales ineludibles, iconos y emblemas identificativos de nuestra cultura.

He ahí las razones por las que el Capitán Alatriste ha pasado a formar parte de ese grupo de personajes esenciales. Y acaso también la respuesta a por qué las aventuras del Capitán han sido un fenómeno editorial sin precedentes en las letras españolas (casi cuatro millones de ejemplares distribuidos en España, una película dirigida por Díaz Yáñez y protagonizada por Viggo Mortensen, una serie de televisión, cómics, juegos de rol, sellos de Correos, versiones teatrales cortas, historietas por entregas y la edición de la serie entera en un volumen de casi 1.800 páginas, con espléndidas ilustraciones de Joan Mundet, una magnífica introducción y sabias notas de Alberto Montaner y luminoso prólogo del autor). Y también por las ediciones en América Latina y las numerosas traducciones indicadas (lo que asegura a la serie una recepción a escala mundial, dato este altamente significativo desde la perspectiva imagológica).

Alatriste es un personaje literario esencial por la calidad y el alcance del texto que lo configura, porque es una narración extraordinaria y a la vez ficcional y «realista», fruto de una documentación y unos saberes literarios, historiográficos y lingüísticos ingentes sobre la Europa de los siglos XVI y XVII.

Y porque el narrador cuenta desde la otra ladera, y el autor escribe desde su propia orilla, plantado en el país de hoy, con el buril hincado en las piedras angulares y en las peñas vivas de lo que después se ha llamado Marca España.

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