El tesoro escondido en Caravaca

Sábado, 25 de febrero 2023, 08:33

En la foto solo ven un mínimo detalle. Imaginen un mundo de color oculto tras una pátina de siglos de incuria, polvo y óxido. En ... el centro un Cristo a tamaño natural multiplica los panes y los peces. A la derecha un grupo de mujeres, también a escala real, van vestidas con ropas lujosas del siglo XVII y miran al espectador rodeadas de sirvientes con turbante. A la izquierda un grupo de hombres elegantemente barrocos habla amigablemente. Detrás cientos de personas esperan su ración. Han sido pintadas una a una hace cuatro siglos en Caravaca muy probablemente por un pintor murciano aún desconocido. A la derecha un galeón de gran tamaño navega por un bellísimo mar. A la izquierda hay una ciudad entre montañas. No existe un imaginario tan desbordante en la pintura barroca murciana, empezando porque el tema es altamente infrecuente. No tiene la calidad magistral de Velázquez o Zurbarán, pero está en la media de los buenos pintores del Siglo de Oro murciano. Cuando descubrí esta maravilla busqué información en regmurcia.com, el inventario digital de los bienes artísticos de cada iglesia en cada pueblo. No aparece en su ubicación, quien hizo esa ficha no lo vio. Luego he ido a los dos grandes expertos en pintura barroca murciana, los tristemente desaparecidos Jose Carlos Aguera y Lorenzo Hernández Guardiola. No lo he encontrado en inventarios, libros ni artículos. Lo extraordinario es que hablo de un lienzo de 5 metros por 280 con un marco formidable labrado geométricamente, un gran trabajo de ebanistería que lleva sus medidas a 6x3,50 más o menos. El 'Guernica' de Picasso mide 7,77x3,49, es decir, la misma altura y un poco menos ancho. No recuerdo un cuadro así en la Región de Murcia. Si obviamos los retablos como el de San Esteban o el techo del salón de baile del Casino de Murcia, creo que hablamos del cuadro (móvil) barroco más grande de la Región.

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¿Y dónde ha podido permanecer oculto este gigante? A la vista de todos, en el coro alto de la iglesia de la Purísima Concepción de Caravaca.

Es tan visible y tan grande que se ha convertido en algo que nadie mira, es una mancha grisácea, ennegrecida, deteriorada e indistinguible. El paso de los siglos ha hecho que, de alguna forma, se esconda. El polvo se ha ido depositando y el lienzo se ha ido destensando. Le ha caído agua y ha sufrido roturas. Es un milagro que haya llegado a nuestros días pero hay que actuar de urgencia. Es una obra que, solo por temática y tamaño, tiene una gran relevancia en la historia del arte regional. Aprovecharé este artículo para pedir al señor obispo que busquemos la manera de recuperar este coloso de la pintura barroca que se pierde ante los ojos de todos sin que nadie haga nada. También al señor alcalde y al presidente de la Comunidad. Tenemos un centro de restauración público para el que sería un reto memorable poner en valor este cuadro que, el día que se ponga ante los ojos de los caravaqueños con sus colores vibrantes recuperados, será uno de los espectáculos barrocos más potentes que se recuerden por aquí. Es tal el detalle en la descripción de los vestidos que supone una enciclopedia de moda barroca.

¿Y por qué está ahí? Consultados los expertos locales, no hay referencias del paso por la historia de esta tela. El tema es gastronómico, lo cual la sitúa en un refectorio, pero mi hipótesis es que estaba en el comedor de los jesuitas. Cuando fueron expulsados por Carlos III en 1767 se les privó de sus bienes, que eran inmensos. Este cuadro se colgó ahí por una simple razón: no cabe en otro sitio. No hay una pared en las iglesias de Caravaca en la que quepa, así que, en un tiempo del que hemos perdido memoria, se montó un andamio (la escalera por la que se sube al coro es demasiado angosta) y se colgó porque se consideró importante, por eso tanto esfuerzo. Durante años, seguramente siglos, el cuadro despidió luz, desde abajo se podía ver bien a la multitud recibiendo el pan y los peces pero el tiempo pintó sobre él y hoy es una mancha en la que cuesta entender el tema. Ya nadie lo mira hasta el punto de ser el gran desconocido de la pintura regional.

Esta es una historia que habla de nosotros, de cómo entendemos el mundo, nuestra tierra y nuestra cultura. Creo que habría que comprar esta región por lo que creemos que vale y venderla por lo que realmente vale. El ejemplo es Caravaca, una joya insuperable en cuanto a trascendencia en el tiempo y simbolismo, pero también lo es en lo que respecta a patrimonio histórico artístico. La historia de este viejo reino, como la de toda España, es un desgaste continuo.

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Quiero agradecer al párroco de la Concepción, don Juan Alfonso Breis, su amabilidad y a Diego Marín y José Melgares su ayuda, siempre generosa. Cerraré reincidiendo en una idea sencilla pero cierta: el futuro de Caravaca pasa por su tesoro artístico tanto como por su potencia mística y, en general, espiritual. Caravaca será lo que quiera ser y lo será gracias a un tesoro en parte conocido y en parte aún por descubrir. La multiplicación de los panes y los peces de la Concepción es la mejor prueba.

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