Los Reyes Magos contra los discursos del odio
He visto cómo, desde determinados sectores, se ha querido cuestionar la figura de Baltasar o restarle importancia ante los otros
Hemos celebrado el 6 de enero lo que llamamos la Epifanía del Señor en el cristianismo y que está representada por la adoración al niño Jesús de los Magos de Oriente, aunque nosotros los denominamos Reyes Magos. Es la manifestación universal de Jesús, como el Salvador, a todos los pueblos de la Tierra, a todas las civilizaciones, representados por la imagen de los tres Reyes Magos, que la tradición llamó Melchor, Gaspar y Baltasar, sin importarle su nacionalidad, ni su procedencia, ni su raza, ni su color. Es la apertura sin fronteras, sin barreras, sin discriminaciones, sin exclusiones, desde el respeto y desde la aceptación libre sin amenazas. Es el abrazo de Dios a todos los pueblos, sobre todo a los pueblos heridos por las guerras, el saqueo, el expolio, la violencia y el hambre y la sed.
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He visto cómo, desde determinados sectores, se ha querido eliminar o cuestionar la figura de Baltasar, el rey negro, o restarle importancia ante los otros dos reyes blancos. Es llamativa esta visión, y es preocupante porque entronca con los discursos del odio dirigidos a los diferentes, a los que vienen de otros países, a los que tienen otra cultura. Son los discursos del odio que alientan a la destrucción de otros pueblos, al sometimiento de naciones y personas, que se consideran, por ejemplo, socialistas, comunistas o defienden la igualdad en cualquier ámbito de la sociedad. Por tanto, los Reyes Magos, aunque habría que llamarles los Magos de Oriente, van contra los discursos del odio, del rechazo y de la violencia. Representan los discursos del amor, del encuentro, de la comprensión mutua, del profundo respeto y de la concordia.
Se dice en el Evangelio de San Mateo 2, 1-12, que el rey Herodes se sobresaltó, y todo Jerusalén con él, convocando a los sumos sacerdotes y a los escribas, cuando se enteró de que los Reyes Magos preguntaron por el rey de los judíos que había nacido. Su sobresalto se produce porque ve en este acontecimiento una amenaza y un cuestionamiento para su poder despótico, para sus crímenes, para la manipulación de un Dios al servicio de los poderosos, de un Dios que justifica el sufrimiento humano y el sufrimiento que nace de la crueldad y la avaricia de las clases pudientes.
¿Por qué no cambiamos el oro por la justicia y la paz, el incienso por la libertad y el respeto y la mirra por la fraternidad y la ternura?
En cuanto a la afirmación de que junto al rey Herodes también se sobresaltó todo Jerusalén, lo interpreto como ese pueblo que no quiere despertar, que quiere seguir dormido, anestesiando su conciencia, que prefiere seguir ser sumiso y obediente, que prefiere seguir los discursos del odio y hacer del odio un estilo de vida, que destruye y violenta. Es el pueblo que prefiere seguir las mentiras de los pudientes y ser cómplices y serviles, tal vez con la esperanza de recibir alguna migaja. Un pueblo que no se rebela, pero, que sí ataca a los más vulnerables e indefensos, entre otros, los refugiados.
Dice este evangelio que los Reyes Magos abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra al niño Jesús; por cierto, lo más indefenso que existe es un niño recién nacido. ¿Por qué no intentamos cambiar el oro por la justicia y la paz, el incienso por la libertad y el respeto profundo al otro y la mirra por la fraternidad y la ternura entre los pueblos? El miedo del rey Herodes y de las clases pudientes era que el acaparamiento, utilizando todos los medios necesarios, fuera sustituido por la visión de unas relaciones personales y sociales basadas en el compartir, en la solidaridad y en el comercio justo, en la defensa de cualquier vida y en la obligatoriedad de preservar la naturaleza.
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Termina el texto diciendo que los Reyes Magos se marcharon a su tierra por otro camino, para no volver a Herodes, para no volver al odio, a la avaricia, a la opresión y a la violencia. Eligieron otro camino, ese camino que nos lleva a ser motivo de esperanza y ser fuerza para todas las personas, pero, en especial, para aquellas que viven con más dificultades, que viven excluidas y marginadas, que padecen sufrimiento o les han arrancado la vida, aunque sigan respirando.
Los Reyes Magos contra los discursos del odio, contra las violaciones de los derechos humanos, siendo luz, que deslegitima la injusticia y la represión y el descarte de seres humanos; siendo estrellas que iluminan el firmamento de paz, de alegrías, de acaricias, de abrazos y de reencuentros que tanta falta nos hacen en estos duros momentos, sin olvidar que nosotros y nosotras tenemos que ser estrellas para aportar vida, mucha vida.
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