Mercurio

Su prohibición en instrumentos de medida, tanto en el ámbito clínico como en los postes urbanos, responde a razones medioambientales como de salud pública

Es frecuente reiterar lugares comunes, clichés y frases convencionales para expresar conceptos asumidos y ampliamente aceptados sin cuestionar su validez. Semejante economía expresiva, en aras ... a la concisión, resulta acaso más llamativa por su impacto en el habla cotidiana de la población cuando se formula en los medios de comunicación, donde ciertas expresiones se repiten hasta convertirse en parte del lenguaje cotidiano. Un ejemplo habitual sería en la información meteorológica –apartado con destacado predicamento popular– el uso de la palabra mercurio para referirse a la temperatura, pese a que los termómetros dejaron de utilizar este metal hace años, del que se aprovechaba su propiedad para dilatarse con el calor para marcar los grados térmicos. La prohibición del mercurio en instrumentos de medida, tanto en el ámbito clínico como en los postes informativos urbanos instalados en calles céntricas, responde a razones medioambientales como de salud pública. Cuando este metal es desechado puede ingresar en la cadena alimentaria y causar toxicidad, afectando a la vida silvestre. Aunque en su forma orgánica elemental la concentración es muy baja en la mayoría de alimentos, se han observado valores altos en algunos peces marinos.

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Una vez en el interior del organismo humano, el mercurio afecta sobre todo al sistema nervioso, donde puede provocar daños graves como pérdida de memoria, temblores, ansiedad y trastornos del sueño. Además de perjudicar la función de los riñones, pudiendo desencadenar una insuficiencia renal progresiva en casos de exposición crónica. El riesgo aumenta en mujeres embarazadas y niños en los que podría comprometer el precoz desarrollo neuronal, causando retrasos cognitivos y problemas de aprendizaje. Se trataría del conocido como 'mal del azogue', conocido desde antiguo en los mineros que, para evitar inhalar el polvo de las galerías, cubrían su rostro con vejigas de animales, método rudimentario, preludio de las mascarillas de protección respiratoria.

Ahora, desde el 1 de enero de 2025 una nueva restricción se suma a las mencionadas: la prohibición en las amalgamas dentales que contienen un 50% de mercurio mezclado con plata, cobre estaño y zinc, utilizadas en odontología como material de relleno en los empastes, para obturar las cavidades producidas por las caries dentales. Apreciadas por su durabilidad y notable resistencia, pequeñas cantidades de este mercurio pueden volatilizarse, liberándose lentamente con el tiempo y al inhalarse alcanzar la circulación sanguínea y lesionar los órganos. Si bien, como señala la OMS, no cabe alarmar por tratarse de una posibilidad remota, demostrada con estudios rigurosos en portadores de estas amalgamas en los que el índice de exposición al mercurio está muy por debajo de niveles considerados de peligro. De hecho, la exposición al vapor en estas concentraciones es significativamente mucho menor que la derivada del consumo frecuente de peces depredadores. En ese intento de minimizar el posible riesgo, no parece adecuada su retirada en portadores dado el pequeño riesgo sanitario, cuando, como se señala, las consecuencias negativas para el medio ambiente resultarían sumamente perjudiciales.

El riesgo aumenta en embarazadas y niños, en los que podría comprometer el precoz desarrollo neuronal

De cualquier modo, en estas frecuentes infecciones dentales de la caries se producen sin pausa avances significativos en el tratamiento. Como alternativa a estas amalgamas mercuriales se han desarrollado compuestos tan eficaces como seguros, fabricados con materiales inertes como resinas compuestas y los ionómeros de vidrio con resultados seguros y superiores en el plano estético. De modo paralelo cabe insistir en la prevención de estas complicaciones dentales con medidas de higiene oral, en una mejoría colectiva de salud pública iniciada de manera decisiva con la fluoración del agua potable. Junto con promover una higiene oral adecuada con cepillado dental regular, al menos dos veces al día con pastas fluoradas, uso de hilo dental para eliminar restos de comida y enjuagues con colutorios en casos determinados. Sumada a esta idea de evitar los problemas dentales conviene abundar en consejos para evitar compuestos que contribuyen a su desarrollo, como moderar el consumo de bebidas gaseosas ricas en azúcares y ácido corrosivo que pueden erosionar el esmalte dental con las exposiciones persistentes y prolongadas. Gestos que contribuirán a depender cada vez menos de la terapéutica restauradora. La necesidad de extraer piezas dentales defectuosas se ha reducido notablemente en las últimas décadas con ese conjunto de medidas y los avances significativos en los materiales odontológicos. Es un logro de salud colectiva notable. Como peaje amable de las restricciones al carecer de mercurio los termómetros nos hemos privado de una inocente distracción infantil, como eran los juegos con las tan esquivas bolitas de mercurio, inasibles y vivarachas cuando se derramaban al romperse el cristal, con la ganancia beneficiosa para el medio ambiente al tiempo que se reduce la posibilidad, aunque pequeña, de cualquier riesgo por el mercurio.

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