En 'Los senderos del mar' (Acantilado, 2025), María Belmonte (Bilbao, 1953) emplea la primera persona para describir su admiración por ese universo de roca y ... agua que es la costa vasco-francesa, de Bayona a Hendaya. Para la viajera y traductora literaria, doctorada en Antropología Social por la Universidad del País Vasco con una tesis sobre 'Historia de las Religiones', el paisaje influye directamente en nuestros pensamientos y los conforma, y observa en los acantilados de Jaizkibel que «el ser humano no es el único arquitecto y diseñador del planeta». Queda absolutamente afectada ante las geoformas, areniscas que pueden aparecer formando «alvéolos, filigranas, nichos, cavidades», panales de abejas o incluso «láminas de hojaldre, corales, gárgolas, barrocos cortinajes, cuerdas entrelazadas y delicados encajes». También se deja sorprender por las filigranas de pájaros, insectos y pequeños mamíferos. Este salvaje tramo costero esconde una riqueza geológica, botánica y faunística que es uno de los tesoros mejor guardados, insiste Belmonte, de esa maravilla de litoral.
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Repara esta perseverante narradora de viajes en el concepto de «ultramundo» para referirse a «todo aquello que suele escapar a nuestra percepción porque solemos estar absorbidos por las cuestiones humanas». Solo hace falta aprender a verlo, insiste, cuando vivimos a tiro de piedra del asfalto, de los vehículos y del ruido, eso que hace que nuestro deambulaje sea de todo menos amable.
Ese «ultramundo» que menciona es «el mundo de las aves, de las pequeñas criaturas y plantas que pueblan los bosques, los matorrales, los jardines, las cunetas, las rocas, el aire y la orilla del mar». Me hizo pensar en esa arcadia tan precisa y rica en términos, heterogeneidades y panoramas que en el caso de Murcia y su huerta describió tan certera y deslumbrantemente nuestro añorado Francisco Sánchez Bautista.
Sobre estos agrestes acantilados que nos descubre Belmonte pende la amenaza de un proyecto de construcción de un puerto exterior y centrales térmicas, y mantiene la esperanza de que quede «como un descabellado proyecto más», y que la Red Natura 2000 de la UE acepte declarar la zona «entorno marítimo protegido», como otros acantilados gloriosos. Cita la Costa Jurásica de Dorset, los acantilados blancos de Dover, la costa bretona o la costa de creta blanca de la isla de Rügen en el mar Báltico.
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Belmonte llega a entrar en trance, a caer en «un estado de ensoñación lúcida y tranquila semejante al que se describe en el Yoga Nidra», cuando advierte la bocana del puerto de Pasajes. Llega a decir que «parecía que alguien hubiera sacado brillo al mundo».
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