Más muertos que nunca

–¡Vaya, hombre! Y parecía que...

Parecía, pero no. La enfermedad es implacable. Y más con los viejos. Precisamente con ellos se está produciendo una lamentable demora en la vacunación. Aunque las instancias no paran de dar palustre a los ancianitos. Que si estamos con los nonagenarios que además son grandes dependientes. Que si en seguida estaremos con los ochentones. Pero pasan los días y la gente mayor llega y se muere. Si cabe de aburrimiento.

Parece no caberle en la cabeza a los que deciden algo que es de cajón. Entre los viejos, lo normal es que sean grandes dependientes. No digo ya en el sentido de que estén solos y, además, no puedan valerse. Me refiero a que están más enfermos (las famosas 'patologías previas') que los de setenta para abajo. Es natural que, conforme envejeces, más achaques se ceben sobre tu persona. Y quien dice achaques como cosa más o menos ligera, dice afecciones verdaderamente graves. Son aquellas que más agradan al virus, porque en dos patadas se lleva al infectado al otro mundo.

Los mayores de ochenta casi todos soportan dependencia notoria. Comoquiera que acumulan varias enfermedades, están más en peligro que los viejos relativamente sanos. Por eso resulta urgente vacunarlos. Pero ahí los tienen: mano sobre mano sobre el arco de la garrota. Con otra agravante. Y es que, cuanto más se tarde, mayor riesgo hay de nuevas variantes del virus, circunstancia que lo complica todo.

El viernes pasado, Moncloa anunció que en esa jornada habían fallecido 329 personas. Llevamos ya 69.142 muertes... mal contadas. Siempre dicen mañana, para lo mismo repetir mañana. Ahora prometen que en marzo y abril se ocuparán de los mayores de ochenta. Pero el personal, como no es tonto, sospecha que faltan vacunas. ¿No sería más noble reconocerlo?