Hay frases que, nacidas de personas perspicaces, consiguen dar en el clavo. Deben su calidad al ingenio. Y se manifiestan de viva voz o por ... escrito. También debutan en el mero discurrir de una conversación. Este acierto lapidario puede tener lugar en la barra del bar o en una tertulia de café. (Casi nunca en una de esas que organiza la televisión, donde el tertuliano es un pertinaz partidista).
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En la España actual suele usarse el ya universal guasá, como vehículo preferente para divulgar ocurrencias. Proceden de la capacidad de ciertas personas capaces de producir chispazos dialécticos que mueven a risa o a reflexión. Bien componiendo un montaje audiovisual, bien como una simple reunión de unas pocas palabras, pero estupendamente engarzadas.
–Bueno, vale ya. Si va a decir alguna, deje ya de enrollarse.
No me achuche el lector, sabiendo como sabe que cualquier explicación que tenga mérito, requiere lo que llamamos un preparatorio. En muchos casos conviene echar mano de la expectación. La pancarta oral que me dispongo a traer al papel no es de ayer, ni tampoco de anteayer. Viene de más atrás. Y tiene que ver con los españoles en general y con los políticos en particular. Es del todo verídica y floreció en la cabeza de un personaje ilustre que, durante cinco meses (para qué más, dirá un escéptico) fue presidente de la Primera República Española: don Estanislao Figueras. Aquel periodo de nuestro currículo como país fue pintoresco. Y más aún.
La frase en cuestión se ha repetido muchas veces, por lo que tiene de hallazgo para definir un estado de ánimo colectivo. Y, principalmente, de quien la inventó y la soltó. Unas fuentes la sitúan en el transcurso de un Consejo de Ministros. Y otras en una sesión plenaria del Congreso de los Diputados. Lo mismo da porque, en ambos casos, el telón de fondo era político. Sea el lector quien resuelva si el contenido de la intervención del ilustre es aplicable a los avatares de la actual vida pública española.
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Sin más demora, aquí va: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!».
Dimitió y se largó a Francia.
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