Informativamente hablando, estamos saturados de volcán. Sin embargo, no es fácil apartar la vista del televisor, cuando se nos meten en casa esas imágenes tan ... tremendas. Menos mal que no hay víctimas mortales. Todo lo demás es catástrofe, desolación y miedo. La Naturaleza, tan caritativa en muchos aspectos, nos asusta y desconcierta en ocasiones.
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Algo sabemos por aquí de esos tremendos desmadres que nos dejan con la boca abierta y el corazón encogido. Aquellas inundaciones de otro tiempo, ocasionadas por las riadas incontenibles. Cuando había muertos, heridos y gente en los tejados, esperando que alguien les echara una mano. Todavía ahora, con las dichosas Danas, la falta de previsión nos acerca a situaciones de catástrofe. Hay quienes sugieren que estos sucesos son la respuesta de la Naturaleza a la depredación del ser humano.
Vayamos por partes. La Naturaleza es algo vivo. Diríamos, afinando más, que es la vida. Y lo que hace es manifestarse como tal. Es un ente que se expresa dulcemente en las apacibles primaveras y con furia a través de las lluvias torrenciales. Y también es de cajón que, cuando le atacamos, antes o después responde. Por ejemplo, provocándolo con el calentamiento global. En el caso concreto del volcán de La Palma, no parece que sea así. Residen allí pacíficas gentes que cultivan y nos procuran el delicioso plátano canario. La isla atrae a un turismo de tranquilidad y descanso. Por su clima y su paisaje.
El volcán, como el terremoto, no es propiamente una contestación a los desmanes de nadie. Es hijo de la propia estructura originaria del planeta. Por eso duele más, si cabe, que los palmeros tengan que pagar el pato de este regüeldo acojonante de la Tierra, que deja a miles de personas con lo puesto. No se cansa la mirada de asombrarnos cuando enfoca el desastre. Y todavía acojona más cuando ni siquiera los vulcanólogos puedan dar respuestas contundentes. Será lo que la Naturaleza quiera. Cuando quiera y donde quiera. Algo semejante sucede con el terremoto. La zona nuestra es propicia, pero, hoy por hoy, no es posible saber cuándo temblará el terreno.
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Otros fenómenos, en cambio, son expresión de una causa, nosotros, y un efecto, el progresivo deterioro del entorno.
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