Urgente Un terremoto de 2,6 grados sacude Murcia y alarma a los vecinos

El baión de Ana

LA ZARABANDA ·

Lo baila una misteriosa dama rubia que no da puntada sin hilo

Hay una dama que se mueve, como no queriendo hacerse notar, por los corredores de la política murciana. Ni siquiera detecto en sus maneras la ... tradicional entrega sin condiciones (digo ciegamente) a un concreto partido. Como si tuviera que ver, fíjate, con todos los del espectro. No la tengo por una partidaria profesional. La contemplo como una presencia sin filiación asegurada, un mucho a su aire y envuelta en un cendal becqueriano. Evanescente sombra de mujer misteriosa, que se manifestara más con el ademán que con las palabras.

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Veo una foto en la página siete de LA VERDAD del domingo, 28 (tomada por José María Rodríguez, con letra de un David Gómez de brazos cruzados), donde ella aparece mirando a una colega suya. La estampa es un canto a la expresividad contundente. Y eso que en su rostro manda una mascarilla al uso, dejando fuera unos ojos que no pretenden inquirir, pero traspasan. Las cortinas de su cabello (de una rubiedad compartida con tantas mujeres de su tiempo) se abren en un apunte de geometría escénica, dejando ver una frente despejada que desafía lo que aún está por venir.

Sospechamos que su ritmo político pudiera asimilarse al del baión aquel con el que la novicia Silvana Mangano trastornó a medio mundo: «Tengo gana de bailar el nuevo compás. / Y dicen cuando me ven pasar: / '¿Chica, dónde vas?' / '¡Me voy a bailar el baión!».

Todas estas ocurrencias mías obedecen a intuiciones bien intencionadas. Apenas conozco a la dueña. Solo por el ligero saludo que cruzamos en la inauguración del belén de Cajamurcia. De su ondulante caminar sobre las aguas (casi siempre revueltas) en las que surfea la jardinería política, se vuelve espuma y desaparece lo trivial como cosa ya amortizada. Hasta el extremo de que, ciertas mañanas en que la Matrona madruga, los alarises de la mejor Murcia perfuman divulgando entusiasmos recién paridos. Alentado por tales estímulos, se esponja el buen ánimo. Y quizás este le sugiera que sí merece seguir empeñándose en la consecución del ideal. Supones entonces que quizás no esté todo tan echado a perder como la fea realidad manifiesta.

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'Populorum progressio: dándole a cada uno su derecho'. (Lo dijo Ripalda).

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