Son muy jóvenes

Viernes, 18 de febrero 2022, 20:52

Cuando esta columna llegue a tus manos estará obsoleta. Mientras escribo, Celia Villalobos pide la dimisión de Pablo Casado en un programa de televisión, Alberto ... Núñez Feijoo se pone de lado, el alcalde Almeida desaparece unas horas y el portavoz Montesinos pide a Ayuso que se rinda. Parece el sueño de Alfredo Pérez Rubalcaba, que en paz descanse, pero no, es lo que está pasando en nuestras pantallas dejando Netflix a la altura del teletexto. El fin de los tiempos está ocurriendo en directo, ante nuestros asombrados ojos.

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Una vez escuché contar una anécdota clásica a María Barranco sobre Aurora Bautista. Después de las, un tanto, histéricas y sobreactuadas declamaciones de Juana la Loca en 'Locura de amor' hizo en el teatro Yerma bajo la dirección de Luis Escobar. En la primera frase ella, en el mismo tono que doña Juana, grita «Juaaaaan, Juaaaaan» a lo que Luis, con su afinada elegancia y esa aflautada voz de marqués de Leguineche, respondió «Aurora. Aurorita, que aún no te han hecho nada». A la presidenta Ayuso, que supiésemos, aún no le habían hecho nada tampoco pero ella se lanzó a las tablas con idéntica intensidad. Mientras declamaba su drama barroco en directo yo veía las Torres Gemelas derrumbarse en acordeón sobre el cielo azul de Manhattan, veía el Zeppelín Hindenburg arder sobre el aeródromo de Nueva York, veía tragedias expansivas, como del estilo de Aurora Bautista, pero no era el único. El presidente Aznar comparaba lo que estaba pasando con la guerra en Ucrania. Somos españoles, somos barrocos. Somos de amar el drama.

No sabemos el alcance ni la progresión de lo que está pasando pero hay algo que debemos leer los votantes en las líneas de actuación de los otros partidos, que en su mayoría moderan la opinión de sus líderes y dejan un trabajo de zapa a los fontaneros. Por una parte creo que todos están alucinando con lo que pasa igual que nosotros, que no dan crédito, pero inmediatamente calculan su rédito electoral. Todos se frotan las manos ante la implosión de primer partido de la oposición y quien siga a esos partidos estará igualmente contento, pero hay algo que debemos pensar, y es que lo que favorece a un político no siempre es lo que favorece a la ciudadanía, me explicaré.

España es, más o menos, mitad de derechas y mitad de izquierdas. Esto fluctúa, pero difícilmente tendremos más de un 10% de distancia entre unos y otros. En estos dos bloques hay dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, que podemos considerar moderados. Los unos odiarán a los otros, es en cierta medida lógico, y luego hay otras tres fuerzas nacionales que fluctúan, VOX, C´s y UP. Los nacionalismos son variables y volubles. Ante esta tesitura, aunque se esté en contra del bipartidismo, es necesario, incluso vital, que los dos grandes partidos estén estabilizados y su electorado perciba esa normalidad. Desde la izquierda se puede pensar que, si se hunde el PP, VOX ganará una parte pero la victoria electoral es segura. Tal vez, pero en esa consideración hay que contemplar que los millones de votantes del PP que ven esto con estupefacción difícilmente se irán ya a la difunta C´s; se irán en masa a VOX, que por lógica se convertirá en la segunda fuerza con posibilidades de ganar el gobierno de España. No se irán al PSOE, quizá algunos socialdemócratas, conservadores moderados y el clásico centro español sí, pero será una parte pequeña. Un gobierno de VOX no será igual que uno del PP, no hay que ser politólogo para entender, esto, y no es lo mismo que una coalición la lideren unos que otros. La estabilidad del PP conviene a izquierdas y derechas, estemos en la posición que estemos, por dos razones: la primera es que la moderación es mejor que el extremismo y la segunda que este espectáculo que estamos viendo en directo devalúa una democracia que nos ha costado una vida conseguir.

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Hay un problema de fondo en todo esto, y es que ambos combatientes son muy jóvenes. Puede parecer carca que diga esto, pero la virulencia de lo que pasa es la de los novios adolescentes entregados al odio que sigue a la ruptura, y ahí no se ve ni a la madre de uno o de una. Es como las peleas de las redes sociales, ni se dan cuenta de que todos los estamos viendo y leyendo, han perdido el sentido de la realidad, lo sé porque me ha pasado. La juventud tiene este defecto entre otras muchas virtudes, y aquí el único mayor que parece tener mando en plaza es Miguel Ángel Rodríguez. Que sigue detrás de las cortinas.

Del tono un poco teatral del principio del texto se podría interpretar que me tomo esto a broma pero nada más lejos. Estoy preocupado por lo que pueda ocurrir después ya que están pegándose con cosas que, una vez rotas, no van a tener arreglo, y una de ellas es la moderación y la sensatez de uno de los grandes partidos políticos españoles. Ni Aznar ha podido parar esto, a Rajoy parece que ni se le esperaba y Pedro Arriola, una de las mentes más claras del partido, siempre en la sombra, falleció el 28 de enero pasado ahorrándose este incendio al que su viuda, Celia Villalobos, echa fuego hoy en los medios.

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Mientras tanto imagino a Pedro Sánchez en la Moncloa diciendo «Alfredo que estás en los cielos» ante un retrato de Pérez Rubalcaba. Vaya movida.

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