Cuando alguien se presenta en una lista electoral por el partido político que sea y sale elegido para formar parte del Congreso de los Diputados, ... Senado, comunidades autónomas o municipios, ya sabe que va a tener una remuneración económica por su trabajo como político o política institucional. Además, esa remuneración básica se aumenta si ocupa alguna otra responsabilidad dentro de la institución y también por el concepto de dietas. Al final, tienen un sueldo público pagado por los impuestos de la ciudadanía.
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Ante la pregunta de para qué cobra la clase política institucional hay una respuesta fácil y es que esta clase política debe estar al servicio de la sociedad, para generar condiciones sociales, económicas y políticas en beneficio del bien común, de la dignidad humana y de los derechos humanos. Con su actividad política deben crear un ambiente social de respeto, de concordia, de diálogo, de encuentro, donde se debatan las propuestas según los diversos proyectos políticos y, lógicamente, en ese debate se producirán momentos de tensión y confrontación, pero siempre en un marco ético.
Dentro de su sueldo entra el compromiso con la verdad, con la transparencia, con leyes y medidas que promuevan a los más vulnerables y empobrecidos. Dentro de su sueldo está ese compromiso con su electorado de explicar el porqué del incumplimiento de sus promesas electorales. Dentro de su sueldo está el ser honrados y honestos, cumpliendo su responsabilidad que conlleva horarios, estudio de las propuestas y tener iniciativas que vertebre un territorio, de tal manera que a nadie se le nieguen los derechos humanos y constitucionales: el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, el derecho a la sanidad y la educación de calidad, a la protección social, etc.
Dentro de su sueldo no entran los insultos, las descalificaciones, las mentiras, los engaños y las manipulaciones. Dentro de su sueldo no entran estrategias de creación y difusión de noticias falsas, de confrontación, de convertir los debates en escenarios de peleas chulescas verbales que alimentan el desprecio, la burla y el sacar lo peor de cada persona. Dentro de su sueldo no entra generar una política que nos divida, que nos polarice, que nos fragmente, que nos convierta en enemigos que hay que destruir. Dentro de su sueldo no entra gritar e interrumpir cuando alguien está en el uso de la palabra. Dentro de su sueldo no entra ausentarse de los debates; es triste e indignante ver el Congreso de los Diputados casi vacío cuando debería estar lleno. Dentro de su sueldo no entra utilizar su cargo político para obtener privilegios o prebendas o beneficiar a familiares o allegados.
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Dentro de su sueldo no entra fomentar el odio, el racismo, el clasismo o el machismo. Dentro de su sueldo no entra la corrupción o beneficiar a los más poderosos en detrimento de la inmensa mayoría de la ciudadanía. Dentro de su sueldo no entra en convertir la sociedad en un espacio y en un tiempo para la especulación o el negocio de las grandes empresas que destruyen familias, personas, servicios públicos y pequeñas y medianas empresas, a través de procesos de privatización y leyes que benefician a estas grandes empresas y a los más adinerados.
Dentro de su sueldo no entra dedicar tiempo a la lucha por el poder dentro del partido para dominarlo y lograr seguir estando en los primeros puestos en las listas electorales para tener la garantía que saldrán elegidos. Dentro de su sueldo no entra destruir a sus propios compañeros y compañeras para perpetuarse en el poder o llegar a él.
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Todo esto no entra en su sueldo, pero vemos cada día que esto forma parte de esa práctica de la política institucional, que nos provoca cansancio, hastío y desafección, que nos produce dolor, tristeza y alejamiento de esta forma global de ser y hacer política.
Siento que hay un pensamiento perverso y falta de autocrítica que los podemos sintetizar de la siguiente manera: «Así me va bien y de todas formas la gente sigue votando y me sigue votando. Me importa un bledo la ética y la política basada en la justicia y la fraternidad. Mientras tenga gente que me aplauda y grite mi nombre en un recinto lleno de partidarios, ¿qué me importa lo demás».
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Abogamos porque ese sueldo se cobre porque dedican su tiempo a construir una sociedad desde el entendimiento, una sociedad inclusiva, procurando el bienestar social y la prosperidad sin dejar a nadie atrás o en la cuneta de la sociedad. Abogamos por que ese sueldo se cobre para que las diferencias no la conviertan en división ni en odio, porque somos ciudadanas y ciudadanos diferentes, diversos que caminamos juntos y juntas.
Una política institucional hecha de bondad, de cercanía, de paz, de sinceridad, de perdón y partiendo siempre desde los últimos de la sociedad y del cuidado de la naturaleza.
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