Geri y Rubi

APUNTES DESDE LA BASTILLA ·

Si el equipo de Piqué se clasifica para la Supercopa de Arabia, Luis Rubiales, el otro extremo del caso, menos avispado, más torpe, gana más dinero

España debería estar agradecida a Geri, un hombre valiente que pudiendo pasarse el resto de su vida en el sofá, se empeña en dejarnos titulares ... sabrosos en los periódicos no deportivos. En esta ocasión, los audios versan sobre su última hazaña. Al parecer, ha logrado montar una competición en tierra sarracena. Es un caballero cruzado del dinero. Donde ve la pasta, allí pone su cruz. Su religión es el negocio. El 'business', como él mismo lo llamó. Habla ese lenguaje internacional de las divisas multiplicadas con varios ceros detrás. Un mundo polifacético de contactos, de relaciones estrechas con gente sombría. Geri coge su teléfono y se pone a ganar dinero a golpe de teclado. Es alguien importante, qué duda cabe. Un excelente futbolista. Los niños llevan su nombre en la espalda. Los mayores se deshacen en elogios cuando aparece a su lado. Y los poderosos ven la oportunidad de enriquecerse cuando asoma su sombra. Geri es una máquina de dólares y su agenda debe sonar leída en voz alta como monedas cayendo en un cofre. El problema de todo esto es que Geri aún es futbolista profesional y en este país ya nos hemos acostumbrado al hedor de los listos.

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Se ha empeñado estos días Geri en recalcar que no hay conflicto de interés posible. Que sea futbolista del Barcelona, equipo que suele jugar la Supercopa de España, no inquieta al central. Son minucias retributivas. Un futbolista no tiene por qué acabar sus funciones en el terreno de juego, y así lo demuestra el catalán. Él es como esos condotieros renacentistas que comandaban al ejército, impartían justicia, diseñaban sus palacios y componían versos a la luz de las velas. Un ser todopoderoso de la pela. Pero la realidad se impone, más agria que un resultado deportivo. El Barcelona es un activo importante en la competición. Su presencia determina la propia calidad de la Supercopa, como indican los saudíes que firman el contrato. Es tan sencillo que aburre escribirlo: si el equipo de Geri se clasifica para la Supercopa de Arabia, Rubi, el otro extremo del caso, menos avispado, más torpe, gana más dinero. Sin Geri en Riad la federación deja de engrosar ávidos dólares a las arcas futbolísticas. Sin Geri en el terreno de juego se acaba la fiesta petrolífera. Sin Geri no habría 'business' y Rubi debería volver a vestir trajes de ocasión.

No se puede ser juez y parte. Un jugador implicado en la competición no debe plantear las primas económicas de los equipos que compiten. Va contra el espíritu del deporte, contra el buen nombre de la competición. Es obsceno que el máximo dirigente del fútbol español mercadee con un futbolista en activo, hablando de millones como pasa las páginas de este periódico. «Ocho y ocho, dos y uno». Y en total, 24 millones de euros para un Geri que, pudiendo estar en el sofá el resto de su vida, ha decidido mirar su agenda y hacer más grande el fútbol español. Y llevar el empoderamiento a las mujeres árabes también, como confirmó, apuntalando el bochorno.

España ya se ha acostumbrado a ser un país de comisiones. Tal vez todas ellas legales, pero aún hay gente que se resiste a sepultar la ética como forma de encarar la vida. La Federación Española de Fútbol es un ente que depende del Gobierno de la nación. En su carácter público está también el de ser ejemplar con los valores del deporte. Se escudan Geri y Rubi en que han hecho ganar al fútbol español mucho dinero, como si el encantador de serpientes tocase una melodía hipnótica. Es decir dinero y el espectador pone los ojos como platos. Dinero y ética. Menos mal que de los planes educativos esta última ya ha desaparecido. Siempre se jugará al fútbol en los colegios. Con o sin mordidas.

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Tras la pestilencia de las comisiones y el conflicto de interés, el tema arábico desprende una vergüenza nacional. España ha tolerado que su fútbol sostenga y blanquee una dictadura brutal como es la de Arabia Saudí. Por algunos millones (que el espectador nunca verá), han vendido el fútbol al país de las lapidaciones, en el que las mujeres tienen menos peso en la sociedad que los camellos del desierto. Un país donde no existen los derechos humanos pero se juega al fútbol por una comisión millonaria.

Geri, del que pensaba que era inteligente pero solo es un listo, vio las puertas abiertas y se lanzó al fondo del abismo moral. Allí dentro se mueve como nadie. Rubi no parece haber salido nunca de ese marasmo. Geri incluso quiso pedir ayuda al Rey emérito, obrándose el milagro. Hasta el más nacionalista de los millonarios catalanes se vuelve, no ya patriota, sino monárquico, cuando está en juego el 'business'. Dijo César que su mujer no tenía que ser honesta, sino también parecerlo. Honestidad, ese nombre que no aparece en la agenda de Geri.

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