Solo los cables perturban el vuelo de nuestras grandes águilas
Los tendidos eléctricos parecen la causa más probable de un cierto estancamiento en la notable recuperación que estas rapaces han experimentado desde hace 25 años
Ginés S. Forte
Martes, 18 de enero 2022
Este nuevo año se cumplirán 20 desde que la Comunidad Autónoma comenzó a espiar metódicamente a las dos especies de grandes águilas que anidan en la Región. La Dirección General de Medio Natural lleva desde 2003 siguiendo las andanzas del águila perdicera ('Aquila fasciata') y el águila real ('Aquila chrysaetos'), con lo que ha evidenciado la recuperación de unas aves que hace 25 años llegaron a su punto más bajo (17 parejas de perdiceras y 42 territorios ocupados por el águila real frente a los 27 y 76 de ahora). Únicamente los tendidos eléctricos parecen haberse cruzado en la buena progresión que se ha experimentado desde entonces. En el caso de la perdicera, la más afectada, hay estudios que reflejan que el 50% de sus muertes se debe a estas infraestructuras.
Hay que tener en cuenta que la 'Aquila fasciata' es la más vulnerable de las dos que nos ocupan, a pesar de que existen citas de la segunda mitad del siglo XIX que afirman que «era la rapaz más abundante que criaba en los roquedos murcianos», según el biólogo de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) Jorge Sánchez. Sin embargo, en 1997, cinco años antes de que Medio Natural comenzase su seguimiento biológico, apenas se registraron 17 parejas de estas aves, muy dañadas «debido a la persecución de furtivos», apunta Sánchez. La especie, que en los 70 se cifraba en 40 parejas reproductoras y ahora está considerada 'En peligro de extinción' en nuestro territorio, se ha ido recuperando progresivamente en el último cuarto de siglo, hasta que hace unos años se estabilizó en 25 parejas y ya apenas pasa de ahí.
DATOS
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76 territorios de la Región estaban ocupados en 2021 por otras tantas parejas de águilas reales, frente a 42 en 1997
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27 parejas de águilas perdiceras había en la Región en 2021, frente a las 17 que se documentaron en el año 1997
El informe de la Consejería de Medio Ambiente correspondiente a 2021, que aún está pendiente de publicar, estima ahora 27 parejas (en 2020 se contaron 24 distribuidas en otros tantos territorios, más otros dos ejemplares en territorios separados, un número prácticamente igual al del año anterior). Sobre su productividad, en 2021 «ha sido algo más alta que en años anteriores», con un valor medio de 1,07 pollos por pareja reproductora. En total se han contabilizado 29 nuevos pollos y se han anillado 16.
El águila perdicera es una de las rapaces más representativas y amenazadas de la región mediterránea
En todo caso, el «leve repunte en 2021», explica el informe inédito, se debe a «la ocupación de un nuevo territorio con respecto a 2020». Si bien, según se recoge a continuación, «la dinámica de la especie muestra la pérdida de algunos territorios en los últimos años, circunstancia que puede ir asociada a la electrocución de ejemplares y a la competencia con el águila real». Esta última, añade Medio Natural, «muestra un mayor incremento poblacional actualmente».
En total, este 2021 se ha documentado la existencia de 76 territorios en la Región ocupados por otras tantas parejas estables de águilas reales (más que en los años anteriores). Es un 80% más de los 42 que se contabilizaban en los años 70, y prácticamente el triple que las águilas perdiceras que hay en la actualidad. «El águila real tiene una mayor población que el águila perdicera» en general, confirma el doctor en Ecología y especialista en rapaces de la Universidad de Murcia (UMU) Mario León. Mientras que de la primera se estiman hasta 100.000 parejas en el planeta (cerca de 2.000 en la Península Ibérica), de la perdicera se calculan no más de 40.000, de las que entre 1.600 y 2.200 se distribuyen en Europa, y cerca de un millar en la Península. Hay que tener en cuenta, precisa, que se es «una de las rapaces más representativas y más amenazadas de la región mediterránea».
Dependencia de los conejos
El águila real, de mayor tamaño (puede superar los 2,3 metros de envergadura), tiene además la ventaja de consumir múltiples presas. Depende sobre todo de los conejos, pero también caza palomas y perdices, como presas principales, además de reptiles, pequeñas aves e incluso otras rapaces, y hasta mamíferos como zorros, garduñas y cabras monteses. Tampoco desdeña la carroña.
En cambio, la dieta del águila perdicera, que también depende básicamente del conejo, pese a su nombre, se centra más en las aves, como mirlos, gaviotas y pequeños pájaros ente ellos).

Águila real
Envergadura:
1,80-2,34 m
Plumas pardas
rojizas. Cola larga
Águila
perdicera
Envergadura: 1,43-1,76 m
Plumas blancas listadas.
Franja negra en la cola

Águila perdicera
Águila real
Envergadura:
1,80-2,34 m
Plumas pardas
rojizas. Cola larga
Envergadura: 1,43-1,76 m
Plumas blancas listadas.
Franja negra en la cola
Las ventajas del águila real, que explican en parte su mejor evolución, tiene su reverso. La especie experimenta un alto índice de parejas estables que no pasan al estatus de reproductoras. El seguimiento de Medio Natural sitúa en el 31,5% el número de parejas que no llegan a añadir miembros a la familia (más de una veintena de las 76 contabilizadas). En total, su productividad media en la Región durante 2021 se cifra en 0,93 pollos por pareja (71 pollos en total han llegado a volar durante el ejercicio). En todo caso, la productividad del águila real ha sido durante el año que acaba de terminar de las más altas desde que comenzó el programa de seguimiento. En concreto, 25 de las parejas reproductoras criaron dos pollos, mientras que otras 21 únicamente uno. En todo el ejercicio se han anillado 30 nuevos pollos.
El águila real depende de los conejos, pero caza multitud de presas, incluidas cabras monteses
El marcaje actual de las águilas tiene la ventaja del uso cada vez más extendido de los sistemas de localización GPS/GSM, que «dan gran cantidad de información sobre los movimientos, dispersión, áreas de campeo y reproducción, zonas alimentación e incluso averiguar las causas de mortalidad de la especie», explica el especialista de la Universidad de Murcia. De esta forma se puede conocer desde cómo aprovechan las corrientes térmicas para su desplazamiento hasta cuánto tiempo dedican a cazar o a cuidar los pollos.
El informe de la Dirección de Medio Natural facilitado a LA VERDAD para este reportaje muestra que en 2021 este servicio ha capturado y marcado con dispositivos GPS/GSM a cuatro águilas perdiceras adultas y dos águilas reales, en concreto en la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) de Almenara, Moreras, Cabo Cope, repartida entre los municipios de Lorca, Águilas y Mazarrón.
El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), que es una organización no gubernamental sin ánimo de lucro referente en estos trabajos, ha determinado que los análisis de 133 águilas perdiceras marcadas a través de GPS/GSM, y que fallecieron entre 2010 y 2020, «mostraron que aproximadamente un 50% de las águilas murieron por electrocución en tendidos eléctricos, un 35% depredados por la agresiva águila real, un 5% por ahogamiento y un 3% por persecución directa (disparos y venenos), entre otras causas», apunta Mario León.
En el caso de la Región de Murcia, a la que en 2018 el Ministerio identificó como un punto negro de electrocución de rapaces, en ocho años se han registrado oficialmente 42 águilas perdiceras electrocutadas y 19 águilas reales. ANSE cree que estos números son en realidad mayores, teniendo en cuenta que muchos cadáveres son retirados o consumidos por carroñeros, lo que impide su localización. Frente a las 5,25 águilas perdiceras electrocutadas al año, de acuerdo con Medio Natural, la organización conservacionista estima que al menos se producen ocho. «Se trata de un tema algo opaco», denuncia Sánchez, quien alude a convenios firmados por la Administración regional con la distribución eléctrica relacionados con este asunto que «tienen carácter de confidenciales».
El experto lamenta también que el plan de recuperación del águila perdicera, autorizado en junio de 2016, 20 años después al momento en que «debió aprobarse» según lo que se había establecido, «inexplicablemente no reconoce ni recoge las zonas de elevada mortalidad de la especie en la Región por electrocución». Contar con más información para mejorar es un camino que ya se ha ensayado con éxito en la recuperación de estas dos fabulosas águilas y sobre el que aún queda espacio por recorrer.
El deporte no sienta bien a las rapaces
El uso cada vez más extendido de sistemas de localización GPS/GSM para marcar águilas es «una herramienta fundamental», en palabras del doctor en Ecología de la UMU Mario León, que facilita tareas como «detectar las causas de mortalidad» de las águilas perdiceras y reales. De este modo ahora es más posible que nunca conocer la incidencia de los tendidos eléctricos en estas especies. De paso, añade el especialista, «y muy a nuestro pesar, también se ha comprobado que ambas especies de águilas en las zonas con gran intensidad de uso público y actividades al aire libre en la naturaleza, como es el auge de los deportes de montaña con competiciones masificadas, junto con excursiones y escaladores, generan cambios de comportamiento evasivos y evitativos, constatándose abandonos de nidadas e incluso abandono y huida total del territorio»
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